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Cuatro muertos, cuatro heridos graves: cinco minutos ¿de huelga?

Por Carmelo de Samalea

 

Cuatro trabajadores de la cementera de la multinacional Holcim en Carboneras resultaron muertos y otros cuatro heridos al derrumbarse una tolva de carbón. El comité de empresa convocó a un paro de cinco minutos. ¡Cinco minutos!

Con esas tres líneas queda ya todo dicho y quizás lo mejor sería dejar el resto del folio en blanco, pues, como dijo el otro, “si te das cuenta, para qué voy a decir más, y si no te das cuenta, para qué voy a decir más.”

No se trata de los cinco minutos. Podrían ser cincuenta o cincuenta mil, y no me daría igual, es cierto, pero escribiría lo mismo. Tampoco son los cuatro trabajadores muertos y los cuatro heridos (que clama al cielo), porque podría tratarse de un simple esguince de tobillo y también escribiría lo mismo.

Tampoco me importa mucho que la empresa sea multinacional o provincial, cementera o eléctrica o bancaria, ni que en la representación sindical tenga mayoría esta o aquella central sindical. Todo eso es indiferente.

Sean ingenieros, jefes o peones sin cualificar, todos son trabajadores. Pero sin olvidar las diferencias salariales y las responsabilidades profesionales.

El trabajador corriente y moliente, el currante no dispone de un jefe de prensa que redacte y reparta por los medios de comunicación su versión de la realidad laboral que le rodea. Buceas en internet para enterarte de si los trabajadores accidentados eran de la empresa matriz o de una subcontrata, y nada más que te encuentras con los comunicados de prensa de los que tienen jefe de prensa. ¿Cuál es la composición de la plantilla de la cementera de Carboneras y cuál su situación laboral? ¿Tiene personal subcontratado? ¿Qué tareas realiza? Esas y otras preguntas no las aclararan los profesionales de la oscuridad y la confusión.

Hay que escribir de los trabajadores de subcontratas. Y no se suponga que estoy en contra de la subcontratación, ni en contra ni a favor de nada porque sí. De lo que sí estoy a favor, y aquí lo reitero por escrito una vez más, es de todo lo que vaya en pro de la clase trabajadora.

Por eso quiero denunciar el racismo laboral que existe en todas aquellas empresas, grandes o pequeñas, multinacionales o parroquiales, públicas o privadas, rojas o fachas, en las que hay personal subcontratado.

Los trabajadores de las subcontratas hacen los trabajos más duros, más peligrosos y más sucios, y con peor herramienta y equipo, que por eso son los que mueren y se accidentan. Cobran menos (la mitad) y trabajan más horas. Sus nóminas y cotizaciones están entre el fraude y la estafa. Muchas veces, carecen de vestuarios, aseos y comedor, y, lo que es peor, no se les permite utilizar los de la empresa contratante. Ni se respetan sus derechos laborales ni los sindicales, pues ya se encarga la contratante de cortar de raíz el más leve atisbo de actividad sindical.

Y tendría que ser exactamente al revés como compensación social a la eventualidad, variedad y movilidad laboral que sufren esos trabajadores.

Qué duda cabe, que tales cosas ocurren porque hay un Estado que lo permite, pero también porque hay un entramado de magistrados, de fiscales, de inspectores de Trabajo y de Hacienda que merecen el calificativo de “colaboracionistas” en el sentido despectivo que le dan los franceses al término.

Por supuesto, en primera línea tenemos a todos los gruppenfhürer de los consejos de administración, a los consejeros delegados, directores generales y jefes de esto y lo otro. Esos, ya se sabe, son los clásicos explotadores sin principios y sin escrúpulos. Pero el racismo laboral que aquí se denuncia hoy es el de los trabajadores corrientes y molientes; es el de aquel trabajador de ENSIDESA, por poner un ejemplo, que ante una huelga de subcontratas y la petición de solidaridad y apoyo contestó: “Si no estás conforme, márchate, que yo estoy en mi casa y tu no.” ¡Y llevaban más de quince años trabajando juntos en el tren de laminación!

Nada de esto ocurriría si los sindicatos, da igual la sigla, se dedicasen a hacer sindicalismo, a defender al trabajador, a exigir y vigilar el cumplimiento de la menguante legislación laboral vigente. Pero los comités de empresa se han ido convirtiendo en el complemento necesario del departamento de recursos humanos. Al fin y al cabo, son “de la empresa” y los trabajadores de las subcontratas, no. Por eso, con cinco minutos van que chutan.