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En el Abismo de la Recesión.


Por
A. Mondragón
tribunahispanausa.com


En el ojo del huracán de una recesión económica, los que más sufren no son únicamente los que tienen menos, sino también los que viven en las sombras de la ilegalidad, como son los jornaleros hispanos que no tienen un lugar donde vivir. Y aunque algunos les ofrecen caridad, ellos solo buscan trabajar, como antes lo hicieron, y un estatus legal que les permita tener las oportunidades que otros tienen.

Cuando se ven los documentos gráficos de la recesión económica de los Estados Unidos en los años 1930's, se suele ver a personas haciendo filas para comer o rostros angustiados en medio de una pobreza patética. Hoy, cuando se habla de la actual recesión económica, que empezó a finales del 2008, muchos creen que esas imágenes del pasado nunca se repetirán. La realidad, sin embargo, es que iguales imágenes o más crudas pueden mostrarse de los impactos de la recesión actual.

Un pequeño sendero nos introduce a un enmarañado y pequeño bosque, al lado del Manor Field Park, en Huntington Station, Nueva York, donde, tras caminar unos ciento cincuenta metros, se advierte la primera tienda, forrada con un plástico azul, aparentemente cerrada por todos lados. Pero el camino continúa, entre árboles con ramas peladas, desechos y basura, latas, botellas y otros, todo sobre un manto de nieve, hasta llegar a otros refugios hechos de ramas de árboles y cubiertos con plásticos, cartones, pedazos de maderas y frezadas, donde un grupo de hombres desamparados viven aferrados a la vida, y con las esperanzas de algún día dejar de vivir allí.

Del por qué y cómo llegaron estos hombres a vivir aquí, algunos pueden pensar que se trata de seres que abandonaron toda esperanza y prefirieron vivir así. Otros alzan sus voces de consolación y simplemente tratan de echarles una mano con donaciones y otros tipos de ayuda, para que hagan su vida más llevadera.

Sin embargo, muy pocos logran percatarse de que estos hombres están aquí porque la recesión económica los ha golpeado a tal extremo, que no les queda otra cosa que sobrevivir así, y porque otros, viviendo en las sombras de la ilegalidad, no pueden acceder a lo más mínimo de la asistencia social.

"Nosotros estamos aquí porque no tenemos trabajo", nos dijo Santiago, un salvadoreño oriundo de Chalatenango que, según sus propias palabras, lleva más de un año pernoctando en este lugar.

"Yo antes podía alquilar un cuarto con otro compañero, pagando 250 dólares mensuales cada uno, pero ahora, trabajando de vez en cuando, ganado apenas para comer", no queda otra que estar aquí", sentenció.

La última vez que Santiago encontró un trabajo fue después de la nevada que cayó antes de la pasada Navidad. "En un día me gané como 130 dólares, pero desde entonces no he ganado nada más", dijo, relatando además que hace tiempo no puede enviarle nada de dinero a su familia que dejó en El Salvador.

"Apenas los llamo por teléfono para decirles que aún estoy vivo", relató, mientras masticaba unos caramelos para obtener un poco de calorías y resistir el frío, al lado de una hoguera improvisada.

Y el problema de encontrar trabajo no es solo por la recesión económica, es también porque no tiene permiso para trabajar en los Estados Unidos o, incluso, algunos que lo tuvieron alguna vez no pudieron renovar sus documentos, porque no tenían dinero por falta de trabajo.

Este es el caso de Mario (el nombre ficticio de un salvadoreño que prefirió que su nombre real quedara en el anonimato), quien hasta hace un año contaba con un permiso para trabajar, gracias a que era un beneficiado del TPS, pero que no pudo renovar el permiso porque no tenía dinero para hacerlo.

Cuando a finales del 2008 hubo el último período de renovación del TPS para los salvadoreños, "yo no tenía trabajo y menos aún dinero para pagar por la renovación", relató. Cabe recordar que, de acuerdo a las autoridades salvadoreñas, debido a la recesión económica, decenas de miles no pudieron renovar el TPS a fines del 2008.

Y Mario también afirmó que le toca pernoctar en el "monte", porque no tiene trabajo y lo poco que a veces puede ganar, si lo contratan en las esquinas, es para poder comer.


Sin derecho a asistencia

Recientemente, funcionarios del condado de Suffolk dijeron que ellos no pueden proporcionar alojamiento de emergencia a largo plazo para los jornaleros que viven en los bosques de Huntington Station, porque son inmigrantes indocumentados y no son elegibles bajo las políticas del condado y del estado.

Ed Hernández, comisario adjunto para el Departamento de Servicios Sociales del Condado de Suffolk, dijo que Suffolk sigue una política sobre el problema que es similar al de Nassau y Westchester. Dijo que el estado, adhiriéndose a las leyes federales y estatales, no reembolsa al condado por ofrecer alberges a inmigrantes indocumentados porque carecen de un estatus legal y no son elegibles para la mayoría de los servicios del estado, financiados con fondos federales.

Hernández dijo que el condado podría darles albergue por su propia cuenta, pero ésa no es la práctica. Anthony Farmer, portavoz de la Oficina de Ayuda Temporal por Incapacidad, confirmó al Newsday que el estado no reembolsa a los condados si ellos dan albergue a los inmigrantes indocumentados a corto o largo plazo.

Aunque añadió: “No hay nada en la ley que evite a los condados usar sus dólares para hacer eso.”

El condado de Nassau tiene la misma política que Suffolk, dijo a Karen Garber, portavoz del Departamento de Servicios Sociales de ese condado, el cual no da albergue a los indocumentados porque el estado no les reembolsará el costo, dijo ella.

La Ciudad de Nueva York, sin embargo, permite a los inmigrantes indocumentados quedarse en la noche o pasar todo el día en los refugios a largo plazo, dijo Heather Janik, la vocera del Departamento de Servicios para Desamparados de NYC.

Ante esta situación, algunos defensores de los inmigrantes, como el Rev. Allan Ramírez, pastor en la Brookville Reformed Church, al margen de criticar la actitud de las autoridades que ayudaron a desalojar a los desamparados del monte —"No es humano echar abajo estos refugios que estos hombres tienen y mandarlos a las calles…. Es salvajismo"—, ha iniciado una campaña de colectas para ayudar a estos desamparados a capear el temporal, en una época donde el gélido frío invernal les hace más difícil pernoctar en estos lugares.

Dos días después que LTH visito los refugios de los desamparados, las autoridades municipales con el permiso del dueño de la propiedad, procedieron a desalojar a los desamparados y destruir sus refugios.

"Esto es muy malo, porque vamos a morir de frío en las calles", dijo Jorge Mendoza, de 45 años. Él dijo que había estado viviendo en el bosque alrededor de un mes, porque no tenía trabajo ni podía pagar una renta. Los otros dijeron que habían estado viviendo allí entre uno a dos años, desde que comenzó la recesión.


Desamparados y la Reforma Migratoria

Sin embargo, hay otros líderes que plantean soluciones que van más allá de la caridad, enfocando la situación de estos desamparados como un resultado no solo de la recesión económica sino también a la falta de una Reforma Migratoria.

"Yo creo que el problema fundamental de estos desamparados es no tener documentos", dijo el ex organizador laboral Omar Henríquez, y ahora funcionario del Censo 2010. "Y si a esto le agregamos la recesión económica, en estas situaciones el que tiene menos le cuesta más no tener documentos. Se le hace más difícil tener trabajo, y puede llegar a estas situaciones extremas que es un recordatorio de lo que pasó en la Gran Recesión de los 1930's".

Al hablar con estos desamparados, lo que ellos expresan claramente es que "quieren trabajar" y, a la misma vez, "no pueden tener acceso a la asistencia que cualquier otra persona puede tener, precisamente por ser indocumentados", remarcó Henríquez.

Y sí, sin trabajo, sin documentos y sin dinero, para decenas esta es la única opción que tienen para vivir sin molestar a nadie y capear el huracán de la recesión económica.

“Es el único lugar que tenemos”, dijo José Fuentes, mientras recogía pedazos de leña que había recolectado para comenzar una hoguera que, a menudo es la única fuente de calor para protegerse del frío y cocinar un poco de arroz. Como los otros, él dijo que hay poco trabajo para los jornaleros, y que no tiene dinero para el alquiler de una habitación.

En este contexto, agrega Henríquez, la Reforma Migratoria tiene mucho que ver para ayudar a estos trabajadores a salir no solo de las sombras de la ilegalidad, sino también de los bosques.

"Hago un llamado a los inmigrantes que son ciudadanos, a que se involucren no necesariamente dando comida o ayudas pasajeras, sino a luchar por una reforma migratoria justa que, a largo plazo, beneficiará a todos. Como inmigrantes es lo que menos podemos hacer", declaró Henríquez.