asturiasemanal.es
laboral ecología cultura opinión política etcétera
   
con tacto
   

La energía nuclear en el mundo.

Por Ladislao Martínez.
Portavoz de AEDENAT-FOE
El Independiente. Marzo 1990

 


Casi todos los tópicos favorables a la energía nuclear han muerto. Hoy nadie puede describirla como una fuente de energía limpia, segura y “tan barata que no será necesario cobrarla”. Sin embargo, la mayoría de la población piensa en ella como una energía “con futuro”.

En las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía Atómica del año 1975 puede leerse que “la energía nuclear suministrará un 50 por ciento de las necesidades mundiales de electricidad en el año 2000”. Se pensaba para ello que la potencia nuclear mundial sería para entonces de 4.500.000 Mw, es decir, el equivalente a 4.500 grandes reactores. Cuando el tiempo que resta para el fin del milenio es menor que el necesario para construir una central nuclear, se puede ver lo disparatado de este pronóstico.

A mitad de 1989 funcionaban en el mundo 429 grupos nucleares con una potencia de 311.000 Mw y se construían 105 nuevos grupos con casi 35.000 Mw más. El porcentaje de la electricidad producida fue ligeramente superior al 15 por ciento en 1988. Por tanto, en el año 2000 la potencia instalada será once veces menor que lo previsto hace quince años y sólo en torno al 10 por ciento de la electricidad mundial se producirá por esta fuente. Un análisis de tendencia de los países más avanzados arroja resultados aún más claros. Sólo dos países económicamente punteros (Japón y, sobre todo, Francia) siguen apostando por esta fuente de energía. Por el contrario, seis países de la CE no la usan. Entre éstos están Dinamarca, que además de poseer la renta per cápita más alta de la CEE produce energía más barata, e Italia, que consume 1,5 veces la energía de nuestro país y que cerró sus centrales en 1987 tras un referéndum nuclear. No son casos únicos, Austria, Noruega, Australia y Nueva Zelanda tampoco tienen. Los restantes países avanzados parecen oscilar entre programas de cierre acelerado de sus instalaciones, siguiendo el modelo sueco, o por concluir los proyectos muy avanzados y esperar a que las centrales acaben su vida útil, pero sin iniciar nuevas plantas (como será probablemente el caso español). De alto valor simbólico son los casos de EE. UU. y Reino Unido. En el primero, no se solicita ninguna nueva planta nuclear desde 1979 y el número de proyectos abandonados (110) supera al del que funcionan. En el segundo caso, Reino Unido, la privatización del sector eléctrico hizo concebir esperanzas a los pronucleares. Esperanzas que se vieron frustradas cuando los nuevos propietarios se negaron a hacerse cargo de las centrales nucleares existentes e hicieron público su deseo de no construir ninguna nueva.

De todo lo expuesto se deduce que la energía nuclear es una pesadilla del pasado.