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Hacia un nuevo urbanismo


Publicado en 1982

en el folleto del avance del PGOU de Gijón,
dirigido por Ramón Fernández Rañada y
editado por el Ayuntamiento de Gijón.

 

Como antes se apuntaba, la situación económica, política y urbanística cambió radicalmente. Al margen de la crisis mundial general, la etapa del «despegue» económico español, que permitió salir del subdesarrollo, quedó superada hace años. Ahora, el modelo económico es otro muy distinto.

En España disminuyen las perspectivas de crecimiento. Esto supone, urbanísticamente, el fin de la expansión de las ciudades. En los grandes núcleos industriales españoles se modera el incremento de población: durante los últimos años, Madrid, Barcelona, Hospitalet, Bilbao, Vigo, etc., aumentaron sólo ligeramente y, como se verá después, Gijón siguió la misma pauta. Se trata de una nueva etapa económica que da prioridad al bienestar en vez de al crecimiento. Y que necesita, lógicamente, un urbanismo diferente.

Este nuevo urbanismo viene también potenciado por el actual sistema político. La democracia exige una mayor pluralidad y, de hecho, son muchos los Ayuntamientos que están adoptando criterios progresistas al revisar sus planes de ordenación. EI planeamiento se enfoca de otra manera. Los planes son aparentemente más modestos, pero mucho más realistas: hay que resolver, sobre todo, los problemas inmediatos de la ciudad, solucionar la vida cotidiana; los plazos de programación son mucho más limitados; el bienestar, el derecho a vivir con comodidad, se valora muy por encima de los aspectos cuantitativos; se encauzan las acciones dispersas de la iniciativa privada y se deja paso a un mayor control del desarrollo urbano por la Administración municipal; y se promueve la participación pública en la elaboración de los planes, para que estos puedan aglutinar y canalizar las aspiraciones populares.

En esta línea se sitúa el nuevo Plan de Ordenación de Gijón: se trata de organizar el espacio de vida y trabajo de los gijoneses, de hacer una ciudad agradable para todos. Su meta, por tanto, es que las grandes inversiones se dirijan fundamentalmente a todo aquello que mejore las condiciones de habitabilidad y la calidad de vida. Más adelante, al exponer la política del Plan, se insistirá sobre este tema.

Realismo y democracia

Conviene señalar muy claramente las principales características del nuevo Plan:

Es, obviamente, un Plan de Ordenación y sirve, por lo tanto, para ordenar y calificar el suelo. Se trata de planear las calles, los edificios, las viviendas, los medios de transporte, los equipamientos, etc., del municipio de Gijón para un plazo de 8 años. La solución de los problemas económicos -por ejemplo, programación de las inversiones, promoción industrial o política de desempleo- no pasa por el planeamiento urbanístico ni por el poder de la Administración local. El plan prevé las inversiones del Ayuntamiento durante estos 8 años pero no obliga a otros organismos públicos. En este aspecto, pues, su papel es únicamente el de no estorbar las medidas de reactivación económica de los organismos regionales y/o estatales y el de programar las municipales.

Es un plan realista, porque se propone metas alcanzables y posible porque se podrá realizar con los recursos económicos, técnicos y humanos de que dispone -o dispondrá- el Ayuntamiento, y en el tiempo para el que está fijada la programación.

Finalmente, es un Plan democrático, porque plantea la participación pública de todos los gijoneses, entendiendo que quienes mejor conocen los problemas cotidianos son aquellos que los viven día a día. Esto no significa que se puedan atender absolutamente todos los intereses, que muchas veces resultan divergentes y hasta contradictorios. Pero la participación de todos en la confección del Plan -es decir, en la construcción de la ciudad- es una garantía de respeto a la mayoría de los ciudadanos. Y la única forma de aglutinar y encauzar sus principales reivindicaciones.