asturiasemanal.es
laboral ecología cultura opinión política etcétera
  inicio
con tacto
   

El aguilucho pálido, el cuco y la crisis económica.

Por Juan Robles.

 

 


A últimos de Febrero, entre nevada y nevada, me fui de montaña y subí a un pico que debe de andar por los mil cuatrocientos metros de altura. Pisé algo de nieve, pero poca. Y disculpe el lector que oculte nombres y demás referencias geográficas, pero es que yo soy de los que cree que las guías de turismo activo, senderismo y montañismo también producen impacto ambiental. Así que ni nombres ni, mucho menos, referencias gps.

Desde la cumbre, llenándome de los horizontes quebrados de Asturias, viendo el cielo y el mar juntar sus aceros azules en la lejanía, me llamó la atención un pájaro blanco, del tamaño de un pardón o ratonero común, que volaba por debajo de mí, a un centenar largo de metros. Volaba a ras de suelo, haciendo constantes requiebros, como esas acrobacias de las golondrinas, pero a un metro y pico por encima de los arbustos. Esta ladera de la solana estaba libre de nieve y la vegetación que la cubre son árgomas, espineras aisladas y campera. Antes de que se alejase demasiado, me dio todavía tiempo a observarle con los prismáticos y me pude quedar con algunos detalles, como las puntas negras de las alas.

De vuelta a casa, busqué en una guía de aves, pero, había varios candidatos. Con unos prismáticos tirando a malos, una guía más que corriente y mis nulos conocimientos ornitológicos, poco se puede hacer. Tampoco en internet encontré mucha aclaración. Seguía la duda hasta que conecté con José Luis Beamonte por medio de su página www.pajaricos.es

Después de intercambiar varios correos con explicaciones y precisiones, y hasta con una mala foto que conseguí hacer, se llegó a la conclusión negociada de que se trataba de un aguilucho pálido, circus cyaneus, que caza mientras vuela a baja altura. Para mí fue una satisfacción poder identificar esta ave, pues ya la había visto esporádicamente en años anteriores y siempre me había llamado la atención por el color del plumaje, tan blanco, y la manera tan llamativa de volar.

Al cuco, no hizo falta verlo, bastó con oírlo para saber que era él, puntual, como todas las primaveras. Fue a mediados de abril cuando este año escuché el primer cu-cú. Inmediatamente, eché mano al bolsillo del pantalón para cerciorarme que llevaba el monedero conmigo. Dicen que si cuando oyes al cuco en primavera por primera vez llevas dinero, ese año no te va a faltar.

Aquí en la redacción, se ríen de mis presagios y se despitorran cuando les hablo, brevemente, de los principios de la heteromancia, en la que tanto creían los romanos y tan aficionados eran los hombres del medievo. Además, “año de nieves, año de bienes”; y este año nevó en la luna de octubre, “que siete lunas cubre”, y así se cumplió. Por lo menos, para los que, como yo, vivimos en la aldea, gastamos menos de lo que ganamos y somos felices con lo poco que tenemos, la crisis, podrá apretarnos, pero no ahogarnos.