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Apostatar
del capitalismo. Editorial de Rojo y Negro.
El estallido de la crisis financiera ha servido para evidenciar la auténtica naturaleza del capitalismo realmente existente. Episodios como la ocupación-rapiña de Irak, la invasión genocida de Afganistán, el gulag de Guantánamo, el sabotaje del Tribunal Penal Internacional y el sistemático incumplimiento del protocolo de Kyoto habían mostrado ya de lo que su estado mayor era capaz para mantener sus privilegios. Pero ahora, con la frustrada Operación Rescate, diseñada como un ejercicio militar por la clase dirigente norteamericana para evitar su descalabro a costa del contribuyente, no quedan dudas sobre el calibre de su impostura. Hoy, la ilegitimidad
del capitalismo neoliberal y sus representantes es total y absoluta. Convirtieron
la Democracia en una farsa, el Estado de Derecho en Estado Canalla, y
ahora incluso se revela que la teología del mercado libre era un
engaño con el que los ultracapitalistas intentaban ocultar la explotación
más despiadada. Cuando lejos de disminuir, la desigualdad
avanza y, a pesar de disponer de los mayores recursos tecnológicos
de la historia, una parte de la humanidad sufre el flagelo de la hambruna,
contemplar la última escaramuza de los amos de la tierra sin reaccionar
sería aceptar que las campanas doblan por nosotros. Dicho lo anterior, hay que dejar bien claro que no vale tirar balones fuera. Razonar que la crisis es sólo cosa de ellos y que a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga, es ver sólo la botella medio llena. Como ha demostrado la siniestra Operación Rescate de Bush y Cía., mientras no se modifique sustancialmente la actual relación de fuerzas mediante una movilización general de la sociedad civil, las crisis económicas, por activa o por pasiva, siempre se estrellarán en la misma crisma: la de los trabajadores y sus familias. La actual recesión, con raíces en Wall Street pero con un efecto mariposa que alcanzará a todos los confines del mercado, no será diferente. Traerá más paro, despido más barato, salarios más bajos, créditos al consumo más escasos, nuevas privatizaciones sociales, mayor desigualdad, inflación, rebaja de impuestos para el capital (en la línea justificativa de la liquidación del impuesto del patrimonio, cuando cerca del 85 % de lo que Hacienda recauda procede del IRPF y se acaba de limitar la inspección fiscal al gran defraudador a sólo un año), desdicha a manos llenas y empobrecimiento general. Esto en el plano económico. En el político, asistiremos a la programación de un significativo aumento de la inseguridad para contribuir a la desestructuración ciudadana criminalizando a la inmigración (la vergonzosa Ley del Retorno es sólo el aperitivo), rebrote del terrorismo etarra y hasta (como sucedió durante la “modélica” transición, vaya usted a saber por qué) puede que contemplemos la irresistible ascensión de la extrema derecha para que, acojonados, busquemos refugio en las faldas de los partidos de orden que nos han canibalizado. Y todo ello con el objetivo de forzar, sin rendición de cuentas, la necesidad de un nuevo Pacto de La Moncloa que permita a la oligarquía nacional seguir con su rentable expoliación masiva. Éste es el mapa, pero no el territorio. Las cosas pueden y deben cambiar. La nula credibilidad del sistema, que ha llegado a hacerse trampas a sí mismo negando sus orígenes, le hace sumamente vulnerable y ofrece una gran oportunidad para iniciar una marcha que termine en su refutación total. Démosle satisfacción: hagamos, más que un paréntesis del libro, un punto final. ¡Apostatemos del capitalismo! Hay que hacer pedagogía sobre la realidad de esa banda de malhechores que acapara el poder. En la calle, en el tajo, en la oficina, en las fábricas, en el campo, en la mina, en la universidad, en las familias, y allá donde la solidaridad y la interacción entre libres e iguales lo permita. Sin desmayos ni renuncias. Paso a paso, palmo a palmo, con la contundencia de una gota malaya. La vista puesta en un horizonte donde el consumo embrutecedor y el crecimiento ecocida no sean la ley de la gravedad de la sociedad. Hasta crear una masa crítica que favorezca una alternativa humanista y emancipadora. Gota malaya y marcha verde.
Porque llevamos un mundo nuevo en los corazones.
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