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Un argayu y el Gran Gestor.

Por Samuel Zapico.

 

 

Aquí, el autonómico presidente Alvarez Areces fue aupado a la alcaldía de Gijón por los villaverdes, sanjurjos, zapicos (no somos familia) y ensidesos con el bombo de que era un “gran gestor”.

Las grandes gestiones de Alvarez Areces no debieron de ser las que concluyeron en Perlora, sino, al parecer, la construcción de escuelas en Asturias cuando, trabajando ya para el (él) PSOE, disfrutaba el cargo de inspector regional de Enseñanza.

Las escuelas, claro estaba y está, no las levantaba el señor Alvarez Areces, sino los afanes de los nuevos ayuntamientos elegidos por votación popular. Era una época, finales de los setenta, comienzos de los ochenta, en la que se empezaba a labrar la paramera educacional y cultural franquista. Todo era desvivirse por trabajar por la cultura popular, desde las nuevas bibliotecas a las nuevas escuelas y universidades (populares).

¡Qué fácil ser entonces inspector de Enseñanza! Y ya se sabe lo de la buena fama y el echarse a dormir (o a presumir de).

Descrito sucintamente el origen de la “gran gestión”, queda lo del argayu. Y el argayu no es otro que el que a finales de noviembre de 2008 afectó a los túneles de Riaño, en la Autovía Minera.

Un año, día tras día, ha necesitado el gobierno asturiano de Alvarez Areces para solucionar el problema originado por un temporal: ¡Un año para un argayu!

Pero no es solamente la cuestión del argayu. Más bochornoso resulta, si cabe, la gran gestión arecista en esta autovía. Fue el gobierno presidido por Sergio Marqués, del PP, el que diseñó, promovió y construyó la Autovía Minera en sus cuatro años de mandato.

Sergio Marqués no estaba reconocido como un gran gestor, pero en cuatro años hizo la autovía. Alvarez Areces, gran gestor de reconocido prestigio, desde 1999 para acá no ha sido capaz de completar los enlaces de la Autovía Minera. Caleyas es lo que hay para conectar con Pola de Siero, Noreña y demás.

Unos cardan la lana y otros hacen lo que Alvarez Areces. Como dicen los de Gijón: ¡hay que tragalu!