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Alvarez Areces presidirá, por fin, el cierre
de los astilleros gijoneses.


Por Carmelo de Samalea.


Después de más de un cuarto de siglo persiguiendo, con tenacidad, el cierre de los astilleros gijoneses, parece que será ya cuestión de pocos meses ver cómo desaparece esta actividad tradicional de la bahía gijonesa: cía babor, boga estribor.

Si no fuera por todo lo que remaron unos cuantos, este cierre se hubiera producido ya hace decenios. Porque ni Solchaga, ni Majó, ni Aranzadi… Ni De Silva, ni Trevín, ni Areces pensaron nunca en otra cosa que no fuera la desaparición de la construcción naval de Gijón. Decían que no eran rentables y que nunca lo serían. Hablaban de la insuperable competencia desleal de los astilleros coreanos y, cómo no, de la crisis mundial. ¡Son ya tantas crisis las que hemos visto! Pero crisis que sufren siempre los mismos y que a otros no les toca nunca ni de refilón.

Lo que no tengo claro es si ese afán de acabar con una actividad que daba empleo a miles de personas era porque querían pulverizar el principal baluarte de la Corriente Sindical de Izquierda o por simple y manifiesta incompetencia. En este último caso, me parece demasiada persistencia en la ineptitud, incluso tratándose de un ministro o un presidente de la autonomía asturiana.

Decían que La Constructora y Naval Gijón nunca serían rentables, pero visto lo visto, lo que hay que decir es que esos dos astilleros nunca serían rentables mientras esa tropa los estuviese mangoneando desde los ministerios y las autonomías. Porque se puede comprobar lo bien que les va a otros astilleros en Asturias, como Gondán y Armón, pese a que, por decirlo claramente, no les llegaban a la suela de los zapatos a los de Gijón. Pero es que aún hay más: en pleno auge de la construcción naval a nivel mundial, los astilleros gijoneses permanecían vacíos por… ¡falta de pedidos! Más claro, agua. No merece la pena citar el fiasco de la entrega de Constructora a Vulcano, ¿para qué?

También han ido, sistemáticamente, prejubilando y apartando no solamente al personal más cualificado y valioso, sino, de igual modo, a los sindicalistas más concienciados y despiertos. Somos muchos los que creemos que de estar Redondo al frente de la CSI y Morala y Carnero en activo, trabajando en Naval Gijón, ni el astillero ni la prensa ni las calles estarían así. Pero Redondo está jubilado y Morala y Carnero también, y bajo amenaza de ejecución de sentencia de cárcel, toda vez que el famoso indulto lo deben de estar todavía redactando en sánscrito los escribas con agrafia del majarajá de Kampurtala. Y luego queda el pasarlo al español.

Cierran los astilleros de Gijón. Alvarez Areces, el “gran gestor”, tan agudo y perspicaz, debería organizar, para la ocasión, un gran evento de esos que tanto le gustan: traer a todos los ex ministros, ex presidentes y al batallón nacional de Inauguraciones y Festejos, y en medio del frus frus y el tachín tachín, descubrir una placa en chapa de clase naval A con esta leyenda:

“De la construcción naval a la construcción residencial. 1982-2009”