Agosto
de 1914. Los cañones rugieron primero en el Mar
Mediterráneo
Por
Marcelino Laruelo.
Al
amanecer del día 4 de Agosto de 1914, apenas
unas horas después de que Alemania declarara
la guerra a Francia, los cruceros alemanes Goeben y
Breslau, al mando del almirante Souchon, aparecían
entre las brumas del alba frente a las costas orientales
de la Argelia francesa. Y cañoneaban los importantes
puertos de Phillippeville (actual Skikda, tercer puerto
del país) y Bône (actual Annaba).
Cuando
arreciaron los vientos que anunciaban la tormenta de
la guerra continental europea, la Marina de guerra alemana
ya tenía destacadas en el Mediterráneo
a dos de sus mejores unidades: el crucero de batalla
Goeben, en el que izaba su insignia el contralmirante
Wilhelm Anton Souchon (Leipzig, 1864; Bremen, 1946)
y mandaba la división, y el crucero ligero Breslau,
que la completaba. Habían partido de Kiel rumbo
a Costantinopla (actual Estambul) el 4 de Noviembre
de 1912, el Goeben al mando del capitán de navío
Phillip, que en Abril de 1914 sería relevado
por el del mismo rango Richard Ackerman (relevado en
Enero de 1918 por el c. de n. Albert Stoezel). El Breslau
al mando del capitán de fragata Paul Kettner,
que tiene entre los oficiales a sus órdenes al
flamante teniente de navío Karl Dönitz,
futuro gran almirante durante la II G.M. Souchon, descendiente
de hugonotes franceses exiliados en Alemania, había
recibido el mando de esta División del Mediterráneo
a finales de Octubre de 1913, en Trieste. Desde entonces,
Souchon se había dedicado a navegar intensamente
por el Mediterráneo para familiarizarse con sus
costas, islas y puertos. Había enseñado
el pabellón germano y había trabado una
tupida red de contactos en muchos países. En
caso de conflicto, estaba claro que su tarea sería
atacar y desorganizar el tráfico mercante enemigo.
Nadie podía imaginar que, cuando estallara la
guerra, su objetivo principal iba a ser otro absolutamente
insospechado.
El crucero
de batalla Goeben, de la Armada Imperial Alemana,
llevaba el nombre en honor del general de infantería
prusiano
August Karl von Goeben. Llevaba a bordo una tripulación
de 43 oficiales y 1.010 marinos.
El crucero ligero Breslau, de la clase Magdeburg,
con una dotación de 18 oficiales y 336 marinos.
Los
hechos largamente esperados suelen coger a todo el mundo
por sorpresa cuando se producen. En apenas seis fatídicos
días, entre el veintiocho de Julio y el cuatro
de Agosto de 1914, los gobiernos y los estados mayores
de las grandes potencias europeas se dieron maña
para arrastrar a Europa a la hecatombe de la guerra.
Una guerra que, según sus optimistas cálculos,
preveían que se acabara en unas semanas, “antes
de que cayeran las hojas de los árboles”
en el próximo otoño, pero que duraría
más de cuatro años. Una guerra que fue
una carnicería humana con un afán sin
límites de mutua destrucción y que terminó
en un gigantesco fracaso, pues tampoco abrió
paso a un mundo mejor.
En
virtud de lo estipulado en los acuerdos secretos elaborados
tiempo atrás entre los estados mayores francés
y británico, la flota francesa se había
concentrado en el Mediterráneo y había
dejado la tarea de la defensa del Canal de la Mancha
y de la costa Atlántica a la Royal Navy. Enarbolaban
el pabellón tricolor dieciséis acorazados,
seis cruceros y veinticuatro destructores cuya principal
misión consistía en proteger a los transportes
de tropas y al tráfico mercante entre los puertos
de las colonias francesas del norte de Africa y la metrópoli.
Los ingleses, con sus bases de Alejandría, Malta
y Gibraltar, disponían de tres modernos y veloces
cruceros de batalla de 18.000 toneladas, de la clase
Indefatigable, armados con 8 cañones de 12 pulgadas
(30,4 cms.) y 16 de 4 pulgadas (10,1 cms.); otros cuatro
cruceros de 14.000 toneladas, cuatro cruceros ligeros
y 14 destructores.
La
Marina italiana permanecería neutral, pues a
pesar de su acuerdo con Austria, consideraba que la
guerra de ésta con Serbia era una guerra ofensiva
que la liberaba de participar a su lado. La Marina austriaca
la formaban cuatro cruceros tipo Tegetthoff y otros
buques de guerra, pero quedaría embotellada en
el puerto adriático y base naval de Pola (hoy,
Pula, Croacia) a consecuencia de la Barrera de Otranto,
establecida en 1915 entre la costa de Italia y la de
Albania por las marinas aliadas, que solamente los submarinos
alemanes y austriacos serían capaces de superar.
Alemania
tenía en 1914 la segunda flota de guerra más
potente del mundo. El Goeben, botado en los astilleros
hamburgueses en 1911, de 25.000 toneladas, segundo de
la clase Moltke, con 28 nudos de andar, montaba 10 cañones
de 28 cms., 12 de 15 cms. y 12 de 8,8 cms. Era un crucero
de combate similar en dimensiones a un acorazado y tal
vez mejor armado, más protegido y más
veloz que sus similares ingleses de la clase Indefatigable,
y claramente superior a los franceses. El Breslau era
un crucero ligero de 4.550 toneladas, botado en 1911
en los astilleros de Stettin (Pomerania, Prusia), con
doce cañones de 10,5 cms., tubos lanzatorpedos
y sistemas de minado. Ambos fueron comisionados al Mediterráneo
a finales de 1912 a consecuencia de las guerras balcánicas
y formaban la División Mediterránea, bajo
el mando del contralmirante Souchon.
El contralmirante
Souchon recibió la alta condecoración
alemana Pour le Mérite.
El
Goeben, después de tanto tiempo en la mar, necesitaba
entrar en dique para llevar a cabo operaciones de mantenimiento
y limpieza de fondos. Sus calderas no podían
rendir toda su potencia debido a las pérdidas
de vapor en las conducciones, lo que le privaba de una
de sus ventajas frente a sus rivales: la de su superior
velocidad. El Almirantazgo alemán tenía
previsto que el Goeben abandonara las aguas mediterráneas
a finales de verano rumbo a Kiel y que viniera a sustituirle
su gemelo el Moltke, primero de la serie y que daba
nombre a los cruceros alemanes de esta clase. La aceleración
de los acontecimientos europeos en Julio, tras el atentado
de Sarajevo, obligaron a un cambio de planes. El Goeben
se dirigió entonces a los astilleros de la base
naval austriaca del Adriático, en Pola. Durante
dos semanas y media de “trabajos forzados”,
utilizando todos los brazos disponibles y todas las
horas posibles, se llevaron a cabo las reparaciones
más imprescindibles, pero antes de que estuvieran
finalizadas, Souchon recibió órdenes de
sacar a mar abierta al Goeben ante el riesgo de quedar
bloqueado en el Adriático.
El
uno de Agosto, fondeado frente a Brindisi, los italianos
se negaron, alegando el mal estado de la mar, a proporcionarle
carbón, por lo que se dirigió hacia el
golfo de Tarento para reunirse con el Breslau. Dos calderas
del Goeben seguían perdiendo vapor, por lo que,
en caso de guerra, su marcha hacia aguas del Atlántico
rompiendo el bloqueo aliado y causando el mayor daño
a los transportes franceses se hacía casi imposible.
Ese
mismo día, los ingleses habían reunido
a su flota en Malta. Estaba bajo el mando del almirante
sir Archibald Berkeley Milne, hijo y nieto de almirantes
de la Royal Navy (1855/1938), y la formaban tres cruceros
de combate de la clase Invincible mejorada: Indomitable,
Inflexible e Indefatigable, que integraban la segunda
escuadra de cruceros de batalla. Esta escuadra estaba
destacada en el Mediterráneo y llegó a
Malta procedente de Alejandría, siendo el Inflexible
el buque insignia. El almirante Milne tenía a
sus órdenes también a la segunda flota
de cruceros ligeros, con el Defence, Black Prince, Warrior
y Duke of Edimburg, otros cuatro cruceros y catorce
destructores, al mando del contralmirante sir Ernest
Troubridge, hijo y nieto de almirantes, su bisabuelo
había luchado junto a Nelson en Trafalgar (Hampstead,
Inglaterra, 1862; Biarritz, Francia, 1926).
Los mandos ingleses en la Flota del Mediterráneo:
el almirante Milne (izq.) y el contralmirante Troubridge
(dcha.).
Ante
la inminencia de la guerra, Churchill, al mando de la
marina inglesa como Primer Lord del Almirantazgo, en
el gobierno de Asquith, ya había ordenado al
almirante Milne que mantuviera a sus barcos en máxima
alerta, con la misión de proteger el tráfico
entre el norte de Africa y Francia, y también
la de buscar a los alemanes, pero evitando “emprender
ninguna acción con fuerzas superiores”.
Churchill, al dictar esta orden, estaba pensando en
una hipotética acción conjunta de los
cruceros austriacos de la base naval de Pola, en el
Adrático, y los germanos, pero el almirante Milne
y el contralmirante Troubridge lo interpretarían
más tarde en otro sentido.
El
dos de Agosto, el Goeben se reunió con el Breslau
en aguas del golfo de Tarento. Su presencia fue detectada
inmediatemente por el cónsul inglés, que
telegrafió a Londres para advertirlo. Churchill
ordenó entonces que dos cruceros de combate siguieran
al Goeben como si fueran su sombra y que se aumentara
la vigilancia en el Adriático con cruceros y
destructores para prevenir una posible salida de la
Flota austriaca. Pero el almirante Milne ya había
enviado a sus dos cruceros con el resto de la Flota
a vigilar el Adriático, por lo que cuando supo
la nueva situación del Goeben y el Breslau, y
el nuevo rumbo que habían tomado, ordenó
al crucero ligero Chatham que saliera de Malta y pusiera
rumbo al estrecho de Mesina, donde esperaba encontrarlos.
Los
dos buques de guerra alemanes, efectivamente, llegaron
a Mesina y ante la reiterada negativa italiana a facilitarles
combustible, el almirante Souchon ordenó que
requisaran el barco correo alemán General, perteneciente
a la compañía Líneas Alemanas del
Africa Oriental, que se encontraba en aquellas aguas,
del que consiguieron trasbordar unas dos mil toneladas
de carbón. Esa tarde, Alemania y Francia habían
entrado en guerra. En las primeras horas de la madrugada
del tres de Agosto, el Goben y el Breslau ponían
rumbo al Sur con el objetivo de cañonear los
puertos franceses de Bône y Philippeville para
destruir las instalaciones y dificultar el traslado
a Francia del XIX Cuerpo de ejército galo. La
conflagración ya había estallado en Europa,
pero en esa fecha Inglaterra aún no estaba en
guerra ni con Alemania ni con Austria, mientras que
Italia había declarado que se mantendría
neutral.
Winston Churchill,
Primer Lord del Almirantazgo,
y el almirante John Fisher, Primer Lord del Mar, en
sustitución
del príncipe Luis de Battenberg, obligado a dimitir
por
sus orígenes germánicos.
Churchill,
que estaba convencido de que se iba a apuntar la importante
victoria de hundir a los dos cruceros alemanes en las
primeras horas de guerra, seguía apretando al
almirante Milne y, en una nueva orden, le recalcaba
que aunque tenía que seguir con la vigilancia
del Adriático, bloqueo casi se podría
decir, su objetivo principal era el Goeben, al que no
debía de perder de vista y tener permanentemente
vigilado para actuar contra él tan pronto como
se declarara la guerra, lo que parecía inminente.
Sin embargo, cuando el almirante Milne recibió
esta orden los buques a sus órdenes habían
perdido al Goeben y al Breslau, y su estado mayor se
equivocaba al creer que se dirigían rumbo al
Oeste. Porque los británicos estarían,
en estos días cruciales, convencidos de que los
buques de guerra alemanes intentarían ganar las
aguas abiertas del Atlántico para escapar de
la aplastante supremacía de las escuadras inglesa
y francesa. En consecuencia, se ordenó al Indefatigable
y al Indomitable que abandonaran su tarea en el Adriático
y se dirigieran hacia el Mediterráneo occidental
en busca de los alemanes. Mientras, la Flota francesa
zarpaba de Toulon con rumbo Sur, hacia los puertos argelinos.
El almirante Auguste Boué de Lapeyrère
(Castéra-Lectourois, Midi-Pyrénées,1852;
Pau, 1924; antiguo ministro de Marina), aparte de proteger
a sus mercantes y las comunicaciones con el Norte de
Africa, tenía en esos momentos cruciales otras
grandes preocupaciones: localizar a los cruceros alemanes,
prevenirse de la posible entrada de Italia en la guerra
junto a los imperios centrales y saber si la Royal Navy
lucharía a su lado o se mantendría neutral.
El almirante De Lapeyrère, comandante en jefe
de las fuerzas navales aliadas en el Mediterráneo,
que enarbolaba su insignia en el acorazado Courbet,
había sido ministro de Marina en los gobiernos
de Aristide Briand. Dimitió del mando tras el
hundimiento del crucero Gambetta por un submarino austriaco
en la barrera de Otranto (684 muertos, 137 supervivientes).
En
la tarde noche del día tres de Agosto, en la
radio del Goeben se recibió un breve mensaje
cifrado: Francia y Alemania estaban ya oficialmente
en guerra. El almirante Souchon ordenó a sus
barcos que se pusieran a toda máquina. Cuando
despuntaban las primeras luces, se encontraban ya delante
de la costa africana. Como un ardid de guerra, los dos
buques enarbolaban la bandera rusa para despistar a
la vigilancia costera gala. El Goeben se situó
frente a Philippeville y el Breslau ante el puerto de
Bône, izaron el pabellón alemán
en el último momento e inmediatamente comenzaron
un cañoneo breve e intenso. Solamente la artillería
de costa de Phillippeville tuvo tiempo a reacionar,
pero sin consecuencias.
Una
vez finalizado el ataque, Souchon ordenó poner
rumbo noroeste hasta quedar fuera de vista desde la
costa, y luego de reunirse con el Breslau, arrumbar
de nuevo al puerto de Mesina para carbonear de los mercantes
alemanes allí fondeados. Souchon, unas horas
antes de iniciar el ataque contra los puertos franceses,
había recibido órdenes cifradas del gran
almirante Alfred von Tirpitz (Küstrin, Prusia,
1849; Ebenhausen, Baviera, 1930) informándole
de que un acuerdo secreto se había firmado con
Turquía y que debería dirigirse con los
buques a sus órdenes hacia Costantinopla.
La
Flota francesa recibió el aviso del bombardeo
naval de los puertos argelinos nada más iniciarse
éste. El almirante De Lapeyrère ordenó
a sus barcos más veloces que forzaran las máquinas
con la esperanza de cortarles el paso al Goeben y el
Breslau en la ruta que suponía tomarían
hacia el Atlántico y, posiblemente, hacia Palma
de Mallorca, donde los servicios de información
navales habían situado a un mercante alemán
que podría suministrarles carbón. Nadie
imaginaba que se dirigían de vuelta hacia Mesina.
Sería en ese rumbo en el que los alemanes se
cruzarían, a la vista, con el Indefatigable y
el Indomitable, pero, en esta ocasión, los cañones
permanecieron en su posición de seguro de navegación.
Aún no eran enemigos. Inglaterra había
enviado un ultimátum a Alemania una vez que las
tropas germanas habían entrado en suelo belga
violando la neutralidad de este país. El ultimátum
vencía a las veinticuatro horas de ese día.
Los
dos cruceros pesados ingleses dieron media vuelta y
se pusieron a seguir a los alemanes. Los británicos,
a los que se les había unido el crucero ligero
Dublín, tenían también problemas
con las máquinas. El almirante Souchon ordenó
forzar máquinas y que maquinistas y fogoneros
trabajaran a destajo auxiliados por el resto de la tripulación
libre de servicio. Era un ambiente de elevadas temperaturas,
polvo de carbón, fugas de vapor y explosiones
de tuberías, en turnos de dos horas. Cuatro marineros
perdieron la vida. Pero, navegando a veinticuatro nudos,
pudo ir distanciándose de sus perseguidores.
A última hora de la tarde, bordeando la costa
norte de Sicilia, el último perseguidor británico
que mantenía a la vista al Goeben y al Breslau,
el Dublín, los perdía entre las neblinas
del anochecer.
Los cruceros
de batalla ingleses de la clase Invincible (mejorada),
de izq. a dcha.: HMS Inflexible (1908-1922 desguazado);
HMS Indefatigable (1911-1916, hundido en la Batalla
de Jutlandia por el crucero alemán Von der Tann,
sólo sobrevivieron dos marinos de los 1.019 de
la tripulación); HMS Indomitable (1908-1921 desguazado).
Finalmente,
Inglaterra y Alemania estaban ya en guerra, pero el
Almirantazgo, siguiendo instrucciones del gobierno,
había ordenado al almirante Milne que, para evitar
cualquier incidente de consecuencias imprevisibles,
sus barcos respetasen estrictamente la neutralidad italiana
y se mantuvieran a más de seis millas de la costa,
aunque oficialmente eran tres las millas de aguas territoriales
internacionalmente reconocidas. El condicionante auto
impuesto les impedía entrar en las aguas del
estrecho de Mesina, que en su parte más angosta
tiene dos millas de mar. En consecuencia, el Inflexible,
con el almirante Milne a bordo, acompañado del
Indefatigable, se situaron al Oeste de Mesina, mientras
el Indomitable recibía órdenes de dirigirse
a Bizerta a repostar. El crucero ligero Gloucester fue
enviado a patrullar por la salida oriental del estrecho.
Trasbordar
carbón desde las bodegas y carboneras de los
mercantes alemanes al Goeben y al Breslau era una tarea
sumamente penosa. Mucho más bajo el sol siciliano
de Agosto. La abundante cerveza, la música de
la banda de a bordo y las arengas de los oficiales no
bastaban para revitalizar a los marineros nórdicos.
Además, los italianos, celosos del cumplimiento
estricto de las normas de la neutralidad, en las que
se estipulaba que ningún buque de guerra de los
países beligerantes podía permanecer en
puerto neutral más de veinticuatro horas, apremiaban
al almirante Souchon para que partiera. Al final, con
mil quinientas toneladas de carbón más
a bordo, el almirante ordenó que los barcos estuvieran
listos para zarpar a las cinco de la tarde del día
seis de Agosto, consciente de que no tenía suficiente
combustible para llegar a Constantinopla. No obstante,
la situación había cambiado en las últimas
horas. Las autoridades turcas más proclives al
mantenimiento de la neutralidad se habían impuesto
en la Sublime Puerta y no autorizaban el paso de los
cruceros alemanes por los Dardanelos, protegidos por
densos campos de minas. Puestos al corriente por los
informes enviados por el embajador alemán, los
almirantes Von Pohl y Tirpitz habían desaconsejado
la visita a Costantinopla y dejaban en libertad al almirante
Souchon para que actuara como le pareciera más
conveniente. Cuando se hicieron a la mar los navíos
germanos, todo el mundo pensaba que el combate entre
las dos flotas sería tan inevitable como decisivo.
Bordeando
la bota italiana, el Goeben y el Breslau hicieron rumbo
Norte, hacia el Adriático, dando a entender que
se dirigían a la base austriaca de Pola. Pero
el almirante Souchon no quería echarse en brazos
de los austriacos y embotallarse en Pola. La Flota austriaca,
que no estaba en guerra todavía con Inglaterra,
se había resistido a acudir al rescate de los
cruceros alemanes en Mesina. Souchon sabía también
que sus barcos no estaban en las condiciones óptimas
de navegabilidad para enfrentarse a ingleses y franceses
con alguna probabilidad de éxito para lograr
forzar el paso por el estrecho de Gibraltar. Así
que, al poco de iniciar la decisiva navegación,
enseguida fueron avistados por el Gloucester que les
siguió incansablemente a una distancia de seguridad
y que informaba permanentemente por radio del rumbo
que tomaban. Los ingleses seguían convencidos
de que los alemanes solamente tenían dos destinos
posibles: Pola o Gibraltar, por lo que el almirante
Milne mantenía el despliegue previsto por su
estado mayor.
HMS Gloucester,
crucero ligero de la clase Town, (1910-1921, desguazado),
estaba al mando de Howard Kelly que llegó al
almirantazgo.
Sin
poder despegarse del Gloucester durante la noche, a
pesar de enviar al Breslau a tratar de ahuyentarlo,
el almirante alemán, acuciado por las limitaciones
de combustible, no pudo demorarse más y cambió
rumbo al Este. En las costas griegas le esperaba otro
mercante alemán con más carbón.
La escuadra del almirante Troubridge que vigilaba el
Adriático recibió el aviso y trató
de colocar a sus cuatro cruceros: Defence, Black Prince,
Warrior y Duke of Edinburgh, y a sus ocho destructores
en una posición favorable para combatir contra
el Goeben. Al no localizarlo antes del amanecer, Troubridge
desistió de la persecución, ateniéndose
a su interpretación de las órdenes recibidas
de Londres de no enfrentarse contra fuerzas superiores.
El Goeben, con sus cañones de mayor calibre y
alcance, superior blindaje y velocidad, era claramente
superior, por lo menos teóricamente, a sus cruceros
y Troubridge, que tampoco había recibido órdenes
en contrario de su jefe, el almirante Milne, temía
que el Goeben, maniobrando con su mayor velocidad y
manteniéndose fuera del alcance de sus cañones,
pudiera ir hundiendo a sus barcos uno a uno.
El
Gloucester, combatiendo y haciendo rumbos evasivos,
continuó la persecución de los alemanes,
hasta que, cuando estaba a la altura del cabo Matapán,
en el extremo sur de Grecia, recibió órdenes
del almirante Milne a media tarde del día siete
de cesar la persecución. El almirante Souchón,
en cuanto se vio libre de su tenaz perseguidor, se dirigió
directamente a reunirse con el mercante alemán
que le esperaba en una posición acordada de antemano.
Inmediatamente, dieron comienzo las operaciones para
transbordar el preciado carbón de las bodegas
del mercante a las carboneras de los cruceros.
El
almirante Milne, por su parte, abandonó Malta
en las primeras horas de la madrugada del día
ocho de Agosto y se dirigió hacia el Este con
sus tres cruceros, acompañados por el crucero
ligero Weymouth. Navegando sin prisas y a velocidad
económica, se encontraba a mitad de camino de
la costa griega, cuando un malentendido entre el ministerio
de Exteriores británico y el Almirantazgo provocó
que desde este último se le enviara un mensaje
cifrado anunciándole que Austria había
declarado la guerra a Inglaterra. El almirante Berkeley
Milne ordenó a su escuadra de cruceros detenerse
y al contralmirante Troubridge que se dirigiera con
la flota a sus órdenes a reunirse con él.
Había que analizar la nueva situación
y establecer nuevos planes frente a la hipótesis
de un ataque de la Armada austriaca, así como
la necesidad de garantizar las comunicaciones entre
las tres bases británicas en el Mediterráneo,
especialmente con Malta, que podía ser la más
amenazada en caso de una salida de los cruceros austriacos.
Veinticuatro horas habrían de pasar antes de
que llegara el mensaje con la rectificación:
Austria no estaba todavía en guerra con la Gran
Bretaña. La poca fiabilidad de las comunicaciones
por radio, los errores en las operaciones de cifrado
y descifrado, incluso la redacción confusa, serían
la fuente de multitud de situaciones equívocas,
como la citada.
Cuando
el almirante Milne dio de nuevo orden a los cruceros
de reanudar la marcha con rumbo Este, el Goeben ya les
llevaba dos días de ventaja. Los británicos
no estaba muy preocupados, pues consideraban que, poco
a poco, iban alejando el peligro, cerrando el cerco
sobre sus presas y empujándolas hacia el Norte
del mar Egeo, un cul de sac. Los estados mayores del
Almirantazgo y los de la Flota de Milne estudiaban los
diferentes rumbos de escape que pudieran elegir los
navíos germanos, convencidos siempre de que,
tarde o temprano, intentarían abrirse paso hacia
el Oeste, sin descartar un ataque al canal de Suez.
Mientras,
el Goeben y el Breslau se dirigían por aguas
del Egeo hacia el Norte, efectivamente, ignoraban que
los británicos habían suspendido momentáneamente
la persecución. Otro mercante alemán,
camuflado con bandera griega, les esperaba en la isla
de Danusa para suministrarles más carbón.
La lenta y penosa operación de trasbordo, que
se alargaba durante horas y horas, se realizó
adoptando todas las precauciones posibles. Vigías
en lo más alto de los mástiles oteaban
el horizonte y una pequeña dotación que
había desembarcado en la playa, hacía
lo propio desde la cima de la colina más próxima.
Las calderas de los cruceros estaban listas para que
pudieran reiniciar la marcha en pocos minutos ante la
presencia de humos sospechosos en el horizonte.
El
almirante Souchon para llevar a cabo sus planes de cruzar
los Dardanelos necesitaba la autorización del
gobierno turco. Precisaba que las autoridades le facilitaran
un práctico que guiara a sus buques de guerra
entre los campos de minas con los que los turcos habían
cerrado el paso libre de los estrechos. El almirante
alemán era consciente de que no podía
utilizar la radio si no quería ser localizado
por la Flota inglesa que le perseguía. Había
dado instrucciones al buque correo General para que,
navegando por un rumbo más al Sur, se reuniera
con él en un punto determinado del Egeo. Cuando
le tuvo a la vista, le ordenó que se dirigiera
al puerto turco de Esmirna, a unas ciento cincuenta
millas del lugar en el que habían estado repostando
carbón. En el mensaje que debía transmitir
al agregado naval alemán en Constantinopla, se
le pedía que consiguiera permiso del gobierno
turco para cruzar los Dardanelos, alegando que tenían
órdenes de llevar a cabo operaciones militares
contra los rusos en el Mar Negro. El almirante Souchon
dejaba claro en su mensaje que en caso de no conseguir
el permiso de los turcos, intentaría el paso
a viva fuerza.
Misión
militar alemana, al mando del general Otto Liman
von Sanders (en el centro), a punto de salir para Turquía
en Diciembre de 1913.
Izq., Ismail Enver Pasha (1881-1922) ministro turco
de la Guerra.
Dcha., Hans Freiherr von Wangenheim (1859-1915), embajador
alemán en Constantinopla (1912-1915), donde falleció
a finales de Octubre.
En
la madrugada del día 10 de Agosto, al no haber
recibido ninguna respuesta y conocer que la Flota inglesa
acaba de entrar en el Egeo, el almirante Souchon ordenó
a sus dos cruceros que se pusieran en marcha, con rumbo
Norte y navegando a 18 nudos. Poco después, se
recibió el esperado mensaje; en él se
le ordenaba que entrase en los estrechos, que obligara
a rendirse a los fuertes que los defendían y
que capturara a un piloto turco para que le condujera
con seguridad a través de los campos de minas.
En las primeras horas de la tarde, el Goeben y el Breslau,
con su tripulación en zafarrancho de combate,
se adentraron en los Dardanelos. A la vista de la fortaleza
de Chanak, con sus cañones apuntando a las baterías
turcas, aquí, donde una milla separa la costa
asiática de la europea, el almirante alemán
ordenó izar la banderola pidiendo práctico.
En
Constantinopla, la Marina alemana gozaba del favor de
la población. Estaba muy reciente la voluntariosa
participación de doscientos marineros de la dotación
de estos cruceros, que se encontraban en la rada, para
ayuda a apagar un gran incendio de unos cuarteles; cuatro
marineros habían perecido y varios más
habían resultado heridos. Dos asesores alemanes
se encontraban presentes en el despacho del ministro
turco de la Guerra, Ismail Enver Pasha, líder
de la revolución de los Jóvenes Turcos
de 1908, cuando llegó el mensaje urgente del
comandante militar de Charnak pidiendo instrucciones
para autorizar o no el paso de los buques de guerra
alemanes. Enver Pasha, sin consultar ni con el sultán
y califa, Mehmed V, ni con el propio gobierno, dio su
autorización inmediata. Guiados por un destructor
turco, que les precedía, el Goeben y el Breslau
pasaron delante de las silenciosas fortalezas y fueron
sorteando los sucesivos campos de minas sin novedad.
Pero
Turquía
necesitaba la paz para recuperarse de las sucesivas
guerras contra rusos, griegos, italianos y balcánicos;
sus gobernantes no deseaban entrar en el conflicto europeo
y esperaban que, manteniéndose neutrales, conseguirían
más ventajas de unos y otros. Sin embargo, dos
cruceros de la Marina de guerra alemana iban a empujarles
a participar en la hoguera europea y a que contribuyeran
también a extender el mortífero incendio
por el mundo.
Los
embajadores aliados también presionaban todo
lo posible al gobierno turco para que procediera al
internamiento de los barcos alemanes. Al mismo tiempo,
en el regateo internacional, las autoridades turcas,
con la tradición milenaria en la ocultación
y la negociación sinuosa, tan apropiada para
el ámbito diplomático, iban obteniendo
cada vez mayores promesas de ventajas de ingleses, franceses
y rusos a cambio de su neutralidad. No menor era la
actividad desarrollada por los representantes de los
imperios centrales. Cogidos en esa tenaza, alguien en
el gobierno turco dio con una posible salida: que los
alemanes les vendiesen los dos buques de guerra y que
su llegada se hiciera pasar como fruto de un acuerdo
anterior. ¡Eureka! Todavía nadie conocía
que Turquía y Alemania estaban ya comprometidas
por un tratado secreto de alianza que había sido
firmado el día dos de Agosto de 1914 por el ministro
turco de Asuntos Exteriores, Said Halim, y el embajador
aleman, barón Von Wangenheim.
Turquía,
sin realizar ningún esfuerzo, vengaba también
de esta manera la afrenta que Inglaterra le había
ocasionado unas semanas antes. Resultaba que el Imperio
Otomano había encargado a los astilleros ingleses
la construcción de dos cruceros de batalla. En
1914, los dos barcos de guerra ya estaban terminados
y habían sido pagados. Con los nombres de Sultán
Evvel y Resadiye pintados en sus respectivos cascos,
las tripulaciones turcas ya estaban en Inglaterra listas
para hacerse cargo de ellos y conducirlos por el Mediterráneo
hasta aguas patrias. Winston Churchill, Primer Lord
del Almirantazgo, sin que mediase aún la guerra
de por medio y, peor aún, sin que se creyera
en la obligación de ofrecer algún tipo
de explicación al gobierno de Turquía,
propietario legal de los barcos, colocó una guardia
armada a bordo el 29 de Julio y ordenó su incautación
inmediata por la Royal Navy. Para más escarnio,
ambos cruceros habían sido pagados mediante el
dinero recaudado en una patriótica suscripción
popular tras las derrotas navales de Turquía
frente a Grecia durante las llamadas guerras balcánicas.
En la Royal Navy, fueron designados como Agincourt y
Erin.
El
16 de Agosto de 1914, el Goeben y el Breslau pasaban
oficialmente a manos del gobierno turco. Ya bajo pabellón
turco, recibieron los nombres de Yavuz Sultan Selin
y Midilli. Con las nuevas tripulaciones turcas a bordo,
fueron revistados por el Sultán en medio de grandes
manifestaciones de júbilo de la población.
Aquel crucero pesado y su inseparable acompañante,
ahora, a las órdenes de la Sublime Puerta, hicieron
que cundiera el pánico en Rusia y en toda la
costa del Mar Negro. Pero Turquía no se apresuraba
a declararle la guerra a Rusia, como querían
alemanes y austro-húngaros, y Rusia trataba,
junto con Francia, cuyo presidente “removió
cielo y tierra”, de ofrecerle ventajas y seguridades
a Turquía a cambio de su neutralidad. Pero ni
Churchill, especialmente belicoso y anti-turco, ni los
sectores galos más militaristas estaban dispuestos
a que la jugarreta de alemanes y turcos quedase impune:
había que hundir los dos cruceros a toda costa
y humillar a Turquía para que permaneciese quieta.
El
28 de Octubre, los antiguos Goeben y Breslau, acompañados
de una flotilla de torpederos turcos, bajo el mando
del almirante Souchón entraron en el Mar Negro
y cañonearon simultáneamente los puertos
rusos de Odesa, Sebastopol, Teodosia y Novorossisk,
dañando las instalaciones portuarias y los buques
atracados y hundiendo también un minador y un
destructor rusos, junto con un mercante inglés.
Souchon se había hecho a la mar con una orden
escrita y secreta del ministro turco de la Guerra, Enver
Pachá, para que buscase un motivo para atacar
a los rusos sin previa declaración de guerra.
El embajador alemán le había dado también
instrucciones en el mismo sentido. Rusia declaró
la guerra a Turquía el día uno de Noviembre
y barcos de guerra franceses e ingleses cañonearon
las fortalezas de los Dardanelos dos día después,
también sin previa declaración de guerra,
que oficialmente lo fue el cinco de Noviembre de 1914.
En ese momento, la guerra se extendía a todo
el Oriente Medio y quedaban amenazados los yacimientos
petrolíferos del Pérsico y el Canal de
Suez.
Los
cruceros alemanes siguieron combatiendo contra los rusos,
escoltando convoyes de tropas y bombardeando objetivos
en la costa, como el puerto de Batum. El Goeben recibió
varios impactos y, sobre todo, el daño en su
casco producido por la explosión de varias minas.
Las necesarias reparaciones le mantuvieron inactivo
hasta primeros de mayo de 1915, cuando salió
de nuevo a la mar a cumplir más misiones. Durante
el verano de 1917, el Goeben fue sometido a una reparación
general y, a primeros de Septiembre, el vicealmirante
Souchon era relevado en el mando por el vicealmirante
Von Rebeur-Pachwitz. Unos meses después, el 16
de Diciembre, se firmaba un armisticio entre Turquía
y la Rusia bolchevique, que ponía fin a las hostilidades
en el Mar Negro.
A
finales de Enero de 1918, el Goeben y el Breslau salieron
en busca de la Marina inglesa. Trabaron combate frente
a las costas de la isla turca de Imbros, en el Egeo,
ocupada por los ingleses, donde hundieron al monitor
Raglan y alcanzaron otros buques y objetivos en tierra.
Durante estas operaciones, el Breslau, acosado por la
aviación y la artillería terrestre, chocó
con cinco minas y se hundió. El Goeben, en su
retirada, con tres impactos de minas submarinas y acosado
también por diez aviones británicos, se
dirigió a embarrancar en un banco de arena. Días
después fue remolcado a Costantinopla y reparado
en parte. El dos de Noviembre fue entregado oficialmente
de nuevo a Turquía como Yavuz Sultan Selim. Sobrevivió
como barco museo hasta 1973, cuando el gobierno turco
se lo ofreció al gobierno de la República
Federal de Alemania, que rechazó su adquisición,
siendo entonces desguazado. Fue, junto al crucero estadounidense
Texas, el gran superviviente de las flotas que combatieron
en la I Guerra Mundial.
El Goeben
varado en una playa tras los impactos
de las minas durante la Batalla de Imbros.
El
almirante Souchon, con solamente dos cruceros, el Goeben
y el Breslau, se bastó para desencadenar una
catarata de acontecimientos gravísimos. Para
empezar, sus oponentes directos, los almirantes ingleses
Milne y Troubridge, vieron truncadas sus carreras y
fueron severamente criticados por su fracaso frente
al Goeben y el Breslau. Nunca volvieron a recibir un
mando de mar. Milne se retiró y Troubridge fue
investigado y sometido a consejo de guerra, del que
salió absuelto con todos los honores; pero su
siguiente destino fue en Serbia, al mando de la artillería
naval en tierra. La entrada de Turquía en la
guerra bloqueó los puertos meridionales de Rusia
y sus importaciones y exportaciones, desviadas al puerto
ártico de Arkangelesk y a Vladivostok, en el
Pacífico, se redujeron en más del noventa
por ciento. Bulgaria, Rumanía, Grecia e Italia
se vieron arrastradas a la guerra y muchas fuerzas aliadas
tuvieron que ser destinadas al Oriente Medio. Sería,
tal vez, la batalla de Gallipoli el símbolo del
nuevo desastre que se había desencadenado. Las
fuerzas aliadas, muchas de ellas australianas y neocelandesas,
fueron contenidas en las playas después de varios
desembarcos simultáneos que tuvieron lugar el
25 de Abril de 1915. Los planes de Winston Churchill,
First Lord of the Almiralty, de arrollar a los turcos
y conquistar Costantinopla, se tradujeron en una sangrienta
y penosa derrota ante el llamado “sick man of
Europe” que obligó, tras ocho meses de
lucha encarnizada, a reembarcar las tropas y trasladarlas
a Egipto. Esa operación fallida le costó
el puesto al belicoso Winston. Pero, como diría
el gran Moustache: “Esa es otra historia”.
El Goeben, ahora Yavuz Sultan Selim, en el recién
estrenado
astillero flotante, en Gölcük, reparado bajo
la dirección de unos
astilleros franceses.
El Goeben-Yavuz durante su visita a Malta en 1936.