Los ancianos que
padecen enfermedades como el alzhéimer y otras similares
agrupadas bajo la generalización de “demencias seniles”
están tan indefensos como los niños pequeños.
Las burocracias estatal, autonómica y municipal se han aliado
para conseguir privatizar el tratamiento y la atención requerida
por estos hombres y mujeres que han tenido la desgracia de contraer
estas graves y crueles enfermedades en los últimos años
de su vida. Una vida que, para la mayoría, ha estado llena
del esfuerzo y sacrificio con el que contribuyeron a que se levantara
este país desde las ruinas de la posguerra.
En los estadios avanzados del alzhéimer y las demencias,
los enfermos requieren estar ingresados, pero las burocracias antes
citadas no se han preocupado de crear los hospitales necesarios.
Les ha sido más fácil y barato que las residencias
de ancianos, públicas o privadas, acojan a estos enfermos
y se hayan ido transformando en una suerte de manicomios encubiertos
y de pago.
Bicicleta, cuchara, manzana. Así titularon el documental
en el que el ex presidente de la Generalitat, Pascual Maragall,
muestra cómo se enfrenta al alzhéimer que padece.
Pero la realidad de los enfermos corrientes más bien la habría
que titular: Bicicleta averiada, cuchara vieja, manzana podre. Tal
es el abandono y desinterés con que se les trata.
Pero los ancianos enfermos de alzhéimer y “otras demencias”
tienen sus derechos. Y habrá que defenderlos y pelear por
ellos. Máxime en esta época de derrumbe, de abusos
e injusticias generalizadas. Porque si nosotros no defendemos a
los nuestros, ¿quién lo va a hacer?
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