A
los españoles.
Por
Miguel de Unamuno.
Hojas Libres, Marzo de 1929.
Nos están robando, españoles.
Una banda de forajidos que se ha apoderado del poder
público para saquear a mansalva a la patria.
Y creo que tenemos derecho a creer que el rey cobra
su quiñón del botín, según
uso de cruzada. Por algo dijo más de una mala
vez que el sería rey destronado, pero no tronado.
Y de aquí esa indecente comedia de hallarse secuestrado
por la dictadura y de no tener con que sustituir a sus
reales bandoleros de tanda. Mas él tendrá
que rendir cuentas de que no le redime el pasar por
sus dedos febriles las del rosario en un ataque de atrición
cobarde. Y en último caso que se vuelva contratado
a Deauville.
Nos
invitan a discutir y con moderación sobre principios,
pero cuando unos salteadores nos están desvalijando
la casa no hemos de ponernos a discutir con ellos del
derecho de propiedad y lo que es el robo. Lo que apremia
es arrojarlos y a poder ser por el balcón abajo.
Las discusiones después.
Miente el
doctor eso por causa de deshonor, castizo profesional
de la uña sucia y de la boca aun más sucia
de mentira, miente como un estafador que es, cuando
dice que obedecemos a prejuicios doctrinarios de liberalismo.
No invocamos la libertad, ni la Constitución,
ni los derechos del hombre ni los mandatos de la conciencia
universal y si nos mueve pasión es la de la justicia.
Cuando
el señor Sánchez Guerra desembarcó
en Valencia, de lo que habló fue de
la fortuna que había fraguado en el ministerio
con el chanchullo de los saltos del Alberche el duque
de Tetuán, socio meritísimo de la banda
de salteadores, todos a escote de granjería criminal.
Ante esa
bajuna Asamblea a la que han ido a deshonrarse ciertos
ciudadanos, algunos con hambre de notoriedad siquiera
infame –otros, más advertidos, se han retirado
a tiempo- no osó negar el cabecilla de la banda
y caballero de industria, sus depredaciones. Dijo, refiriéndose
a la de los teléfonos, que los generales –insultando
así a los que no lo son de la banda- no tienen
porque entrar a examen de los términos de un
contrato. Y él, entonces, ¿por qué
hizo encarcelar al Sr. Ossorio y Gallardo después
de haberle atajado una carta privada que dirigió
a don Antonio Maura? Ya para entonces se había
él entrevistado con cierto personaje cubano,
Orestes Ferrara, que trató con él del
contubernio telefónico.
Las
cosas están tan claras ya hoy, españoles,
que el que se confiese de la llamada Unión Patriótica,
no es persona honrada; no lo es. Hay que negarle hasta
el saludo. Es encubridor, sino cómplice, de ladronería.
O es tonto de remate y menos lo merece, pues como tonto,
comido de envidia y de odio a toda excelencia natural.
Son la hez de los fracasados. Y los que abjurando de
esa unión colaboran como sea con la tiranía
depredatoria, peor que peor. Ni para criticarla bajo
censura permite la honradez colaborar con ellos. No
se le puede dejar al reo que presida el tribunal que
ha de juzgarle. Ni se puede consentir que ejerza de
poder ejecutivo el ejecutor.
Y no invoque
la banda la Patria blasfemando. La patria no son ellos
ni la persona. Como ladrones: traidores. Y de esto les
acusamos, de ladrones, traidores ladrones. Nos
están saqueando, españoles, y deshonrando
a España ante el mundo civil y civilizado.
Y, encima, el inri de las zafias y groseras majaderías
del Primo ese. El pus mancha tanto como la sangre y
nuestra España está manchada. Hay que
limpiarla a raspa de legra.
En Hendaya,
al entrar en el sexto año en que fui arrancado
de mi hogar por haber querido redimiros, españoles,
de la infamia.