Las multas extralegales
¿Quién
se llevó mis pesetas?
Por Eduardo Barriobero.
Marzo de 1930.
Sr. D. Manuel Fondevila.
Mi querido amigo y compañero:
Leo
todos los días El Heraldo sin saltar una línea,
subyugado por su amenidad. Así, no se me escaparon
las interviús "de corpore insepulto"
que hicieron ustedes a varios amigos del que fue dictador.
En
la del Sr. Delgado Barreto encontré, además,
mi nombre y una noticia que, a tener yo fe en
el Juzgado de guardia, ya hubiese llamado a sus puertas.
Ahora
resulta que se me perdonó la multa, y, sin embargo
-ni embargo, ni retención, ni apremio de primer
grado, ni otra fórmula legal-, en nombre y representación
del Gobierno me sustrajeron el saldo de mi cuenta corriente,
unas 1.500 pesetas mal contadas, y me embargaron mis
muebles y mis libros. No anduve, pues, tan
en la luna cuando en la última junta general
del Colegio de Abogados pregunté al Sr. Vellando
cuánto le había correspondido de esta
rapiña, porque si la multa no se me impuso y
el dinero se me cobró, lógico es suponer
que se quedara en la junta de rabadanes.
Claro
está que multa, multa -para expresarlo en términos
pueblerinos-, lo que se dice multa, no fue lo que a
mí me impusieron; la multa es una sanción
que presupone falta o delito, y a mí el Tribunal
militar me absolvió; fue una substracción
de la totalidad de mi capital mientras yo estaba preso
e incomunicado.
Pero
¿a que ahora resulta que tampoco estuve preso?
Tendría gracia el que después de haberme
pasado más de un año paralítico
y con fiebres periódicas como consecuencia del
trato que sufrí en la cárcel, resultara
que no estuve preso.
Lo
malo es que aquella libertad y aquella salud no puedo
optar a que me las restituyan, como las pesetas sustraídas
de mi cuenta. Ahora bien: como Delgado Barreto, que
tiene motivos para estar bien enterado, asegura que
el dictador dispuso que no se me sustrajera el dinero
y se me sustrajo, ¿quién lo tiene?
Lo
malo es que aquella libertad y aquella salud no puedo
optar a que me las restituyan, como las pesetas sustraídas
de mi cuenta. Ahora bien: como Delgado Barreto, que
tiene motivos para estar bien enterado, asegura que
el dictador dispuso que no se me sustrajera el dinero
y se me sustrajo, ¿quién lo tiene?
Encargue,
amigo Fontdevila, al diligente compañero Aldecoa
que se lo pregunte de nuevo a Barreto, y vamos con el
autor de la sustracción, pero directamente
y sin Juzgados, puesto que en éstos opinan que
asesinar a un preso es una facultad que al alcaide concede
el reglamento.
Siempre
su afectísimo amigo y compañero,
E. Barriobero y Herrán.