La política y los periódicos.
Por
Javier Bueno.
Los
reporters políticos son hombres que creen en
la trascendencia de sus funciones y en la trascendencia
de la política. La política para
ellos es algo tan grande y tan importante, que un periódico
moriría por falta de lectores, si no dedicase
a la política un gran espacio. Yo, en
cambio, creo que si en España no hay periódicos
con millones de lectores es por culpa de los reporters
políticos.
Aquí,
en cuanto el Sr. Canalejas dice una vulgaridad cualquiera,
y esto ocurre todos los días, el reporter político
llega jadeante a la redacción y dice:
-Esto es muy importante; son las declaraciones
de Canalejas. Ha dicho “que el gobierno cumplirá
en todo momento con su deber”.
Ya
sabemos que los gobiernos entienden sus deberes de extraña
manera. El gobierno del Sr. Maura entendió que
era un deber fusilar a Ferrer.
El redactor
político de un periódico cree que tienen
más importancia los comentarios que se hacen
en el salón de conferencias del Congreso, que
el descubrimiento de un suero contra la tisis. Si el
conde de Romanones ha agitado varias veces la campanilla,
afirman ahuecando la voz y con gran misterio, que el
conde trata de mermar los derechos del diputado.
Pero es preciso
consignar que toda la culpa no es de los reporters.
La culpa es también de la política que,
según dicen, es como las mujeres, el vino o el
tute; apasiona. Pongan ustedes al hombre más
sensato a que haga información en la Presidencia
del Consejo o en el Parlamento, y a los dos días
es tan majadero que cree en la eficacia de la “Gaceta”
y en la inteligencia de Calbetón.
En los periódicos
se llenan columnas y más columnas con los extractos
de los discursos pronunciados en el Congreso y en el
Senado. A diario leemos: “El señor X pide
con gran elocuencia que se conceda una estación
telegráfica al balneario de R.” “El
ministro le contesta que se ocupará del asunto.”
Los
reporters políticos y los periódicos conceden
gran importancia a todas las tonterías, siempre
que el que las diga ocupe un cargo público o
se siente en los escaños.