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Entre Repúblicas

La aristocracia española.

En 1910, Javier Bueno publicaba en El Radical, de Lerroux
una columna diaria llamada "Palabras de un salvaje"

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La aristocracia española.

Por Javier Bueno.

 

La aristocracia española es el producto de la brutalidad y de la rapiña de otros tiempos, y hoy es el conjunto de todas las imbecilidades, de todas las miserias, de todas las ridiculeces. La aristocracia española adolece de todos los males que le son inherentes, sin ningún bello gesto, como lo tuvo la francesa, y sin la generosidad y esplendidez que es proverbial en la inglesa. Los aristócratas franceses fueron valientes en la hora suprema de la Revolución, y sus salones fueron templos del bien decir y de la belleza. Aquellos Montmorency, Richelieu y los “preciosistas” se honraban con admirar a Racine y a Molière.

Nuestros aristócratas descienden de aventureros hampones, que un día se lanzaron, con la capa rota y la espada al cinto en busca de fortuna. Hoy, los hijos de los Pizarros y los Hernán Cortés, sostienen a prostitutas con el dinero que les produce la venta de las joyas que les legaron sus mayores.

Estas reflexiones me las sugieren los telegramas que llegan de Monforte. El duque de Alba ha vendido al Museo de Berlín el cuadro de la “Adoración de los Reyes”, de Van der Goes. Este cuadro es el único que del gran pintor existe en España y ahora, por un conde mercachifle, avaro e inculto, se va al extranjero. No hace mucho tiempo, otro aristócrata, cuyo nombre no recuerdo en este instante, y lo siento, pues me gustaría ponerlo con letra grande, vendió dos cuadros del Greco, existentes en la capilla de San José, en Toledo.

Esto es vergonzoso. Mientras que el Museo Británico se enriquece con los regalos de los aristócratas ingleses, y cuando el Louvre tiene sus salones llenos con obras que donaron nobles ciudadanos, nuestros aristócratas venden las mejores joyas que poseemos para comprarse calcetines de seda. Y cuando un aristócrata quiere adornarse con plumas de pavo real, nos pone en ridículo. El duque de Tovar envió desde Roma dos bustos de Bernini, y hubimos de devolverlos a Italia ante sus reclamaciones.

Nuestro gobierno no imita al gobierno italiano, y permite que salgan de España las obras artísticas que nos quedan. La aristocracia española es roñosa, sin ninguna inteligencia, cursi, sus salones son teatro de fiestas ridículas y pobres. Un noble español tiene su orgullo puesto en criar reses para el espectáculo bárbaro de las corridas de toros. Una aristocracia como la española debemos hacer que desaparezca, aunque recurramos para ello a la violencia.