La aristocracia española.
Por
Javier Bueno.
La
aristocracia española es el producto de la brutalidad
y de la rapiña de otros tiempos, y hoy es el
conjunto de todas las imbecilidades, de todas las miserias,
de todas las ridiculeces. La aristocracia española
adolece de todos los males que le son inherentes, sin
ningún bello gesto, como lo tuvo la francesa,
y sin la generosidad y esplendidez que es proverbial
en la inglesa. Los aristócratas franceses fueron
valientes en la hora suprema de la Revolución,
y sus salones fueron templos del bien decir y de la
belleza. Aquellos Montmorency, Richelieu y los “preciosistas”
se honraban con admirar a Racine y a Molière.
Nuestros
aristócratas descienden de aventureros hampones,
que un día se lanzaron, con la capa rota y la
espada al cinto en busca de fortuna. Hoy, los hijos
de los Pizarros y los Hernán Cortés, sostienen
a prostitutas con el dinero que les produce la venta
de las joyas que les legaron sus mayores.
Estas
reflexiones me las sugieren los telegramas que llegan
de Monforte. El duque de Alba ha vendido al Museo de
Berlín el cuadro de la “Adoración
de los Reyes”, de Van der Goes. Este cuadro es
el único que del gran pintor existe en España
y ahora, por un conde mercachifle, avaro e inculto,
se va al extranjero. No hace mucho tiempo,
otro aristócrata, cuyo nombre no recuerdo en
este instante, y lo siento, pues me gustaría
ponerlo con letra grande, vendió dos cuadros
del Greco, existentes en la capilla de San José,
en Toledo.
Esto es vergonzoso.
Mientras que el Museo Británico se enriquece
con los regalos de los aristócratas ingleses,
y cuando el Louvre tiene sus salones llenos con obras
que donaron nobles ciudadanos, nuestros aristócratas
venden las mejores joyas que poseemos para comprarse
calcetines de seda. Y cuando un aristócrata quiere
adornarse con plumas de pavo real, nos pone en ridículo.
El duque de Tovar envió desde Roma dos bustos
de Bernini, y hubimos de devolverlos a Italia ante sus
reclamaciones.
Nuestro gobierno
no imita al gobierno italiano, y permite que salgan
de España las obras artísticas que nos
quedan. La aristocracia española es roñosa,
sin ninguna inteligencia, cursi, sus salones son teatro
de fiestas ridículas y pobres. Un noble
español tiene su orgullo puesto en criar reses
para el espectáculo bárbaro de las corridas
de toros. Una aristocracia como la española debemos
hacer que desaparezca, aunque recurramos para ello a
la violencia.