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Entre Repúblicas
El viaje a Rusia de un cenetista.


¡A Rusia!
(VI)

El viaje de regreso.


Por Jesús Ibáñez.

 

Cabina en el "Tren Imperial". Conversación. Lectura. Apetito... Voy sacando lo que nos pusieron para el camino: un pernil de cecina de "perro siberiano", un pescado ahumado del Volga, una hogaza de pan muy negro...

Maurín lee, esperando la ración, mientras voy marcando y cortando, lento..., lento... No sé qué es lo que me invade, pero sé que respiro como a empujones y que estoy tragando algo que quiere ser un sollozo...

Maurín levanta los ojos del libro y me pregunta:
—¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?
—¿Cómo te diría yo... ? Quien no haya recibido de manos de su madre una misérrima "merienda", para un largo viaje de problemática vuelta; quien no haya oído decir a esa madre : "¡Es todo lo que tengo, hijo mío!", jamás podrá abrir el corazón a los sentimientos que experimento en este instante...

Y, ahora, no razono... Ahora, sólo siento una especie de mezcla de amor filial, de agradecimiento y de piedad infinitos. Y todo esto hace gritar a mi conciencia, contra todo mi espíritu crítico, descontentadizo: "¡Aunque la revolución, proletaria me hunda, como es seguro que me hundirá un día, igual que a Volin y a otros, estaré cerca de ella para defenderla desinteresadamente, hasta su consolidación! ¡Y para tratar de contribuir a orientarla, si puedo, en la medida de mis fuerzas!"

Esta carne de perro siberiano, este pan negro y duro y este pescado apestosa me lleva a considerar todas las penalidades los incalculables sacrificios que el pueblo ruso (¡y sus dirigentes!) ha tenido que imponerse (para llegar a tan poca cosa...” como decía la "compañera" anarquista ruso-yanqui que nos miraba en el Congreso de Moscú por entre sus impertinentes de oro...); me lleva a recordar la titánica lucha que han debido sostener unas "bandas" de soldados hambrientos, descalzos y desnudos, contra las potencias capitalistas coaligadas...; me lleva a pensar en aquel ingeniero, viejo bolchevique, que se desmayó de hambre (¡sí de hambre!), viéndome a mí devorar las cortezas de pan negro que la enamorada Ñura me traía a la habitación del hotel. ¡Y con qué dignidad rechazaba aquel héroe de la revolución el bocado que le ofrecía!

Nos encontramos en el barco con un ruso-argentino de los “Universalistas” que, aprovechando el viaje y la estancia gratis en Rusia, llegó, más que a otra cosa, a visitar a sus... pasaporte español, extendido en Alicante...

Maurín y yo comentamos. Este mismo barco lo tomaran Casanellas, Nicolau y "La Rubia", para dirigirse a Rusia y ponerse a salvo...