Sobre el origen de la Francmasonería se han escrito
muchas insensateces.
El afán apologético de sus adeptos los
llevó poco menos que a sostener que Adán
fue masón, o que la Orden es de institución
divina.
Sociedades
secretas, formadas por hombres de espíritu selecto,
por hombres audaces o por hombres disconformes con el
espíritu de su época, las hubo siempre,
y es indudable que todas tuvieron sus ritos y sus ceremonias
iniciáticas; pero no es en esta enredada madeja
en donde se debe buscar el hilo histórico de
la Francmasonería.
Es ésta
una Sociedad tan diferente de las demás, por
sus fines, por su modalidad intrínseca y por
su modalidad extrínseca, que invita a inquirir
para ella un origen más especifico.
El nombre
de "masón" (albañil) no debió
ser adoptado caprichosamente. Lo más probable
es, como han apuntado algunos autores franceses, que
en los primeros tiempos no hubiera distinción
ni línea divisoria entre el albañil y
el masón simbólico.
En los comienzos
de la Edad Media, la Iglesia, enriquecida ya con la
llamada "Donación de Constantino",
comienza a cantar y escribir sus fastos, sirviéndose
para ello de la Arquitectura, que, como ha observado
Novalis, es la música petrificada. (Mucho se
ha discutido sobre la "Donación de Constantino",
que es el origen del poder de la Iglesia y lo que le
hace cambiar de "régimen" en el siglo
IV. En la referencia hay una parte verdadera y otra
comprobadamente falsa. Se dice que este Emperador era
leproso y lo curó el Papa Silvestre por medio
del bautismo. Para, corresponder a esta singularísima
gracia, le otorgó poder imperial sobre Roma y
sobre toda Italia y lo instituyó árbitro
en asuntos de fe. Así consta en un documento
apócrifo del siglo VIII, que tuvo por objeto
apoyar las pretensiones de poder temporal del Pontificado
sobre Italia. Se sabe que el falsificador fue el famoso
Isidoro Mercator o Pecator, que también habíalo
sido de unas "Decretales". Lo que hay de cierto
en la Donación de Constantino es que este soberano,
después de haberse convertido al cristianismo,
mató a su mujer y a su hijo. Le sobrevino sin
duda un arrepentimiento sincero, con los consiguientes
propósitos de la enmienda y dolor de corazón
y no se sabe si Silvestre el Papa o Eusebio de Nicodemia
lo absolvieron con todos los pronunciamientos favorables.
Bien por agradecimiento, bien por penitencia, Constantino
regaló entonces a la Iglesia objetos del culto
y alhajas que pesaban seiscientas ochenta libras de
oro y doce mil doscientas cuarenta y tres de plata,
además de una fabulosa cantidad de diamantes,
esmeraldas y otras piedras preciosas. Así, catorce
siglos después, cerrando los ojos a los parricidios,
pudo escribir el P. Enrique Flórez: "Constantino,
grande en el nombre, mayor en el ánimo, máximo
en la piedad, y en todo mayor que las alabanzas que
le dieres." La Iglesia hasta entonces había
vivido en un régimen comunista; pero desde que
tuvo quintales de oro y de plata, diamantes y esmeraldas,
a la vista está el cambio.)
En aquella
época no había técnicos ni facultativos;
el peón puede ser arquitecto, después
de haber pasado por la línea serial de categorías
que comienza con la de aprendiz. Cada categoría
hubo, necesariamente, de formar un grupo, y aun dentro
de éstos parece inevitable la clasificación
y !a selección por aficiones y por capacidades.
De otra manera,
se hubieran perdido los grandes secretos de orden práctico,
precursores de los sistemas científicos, que
hicieron posible la edificación de tanta maravilla.
Como la alegoría
y el símbolo eran imprescindibles en aquellas
construcciones, dado el destino de ellas, tuvieron que
buscarlos en la leyenda bíblica, que aún
hoy es la médula del rito masónico.
Y no pudo
menos de ocurrir, como sucede hoy, que los grandes artistas
(arquitectos, pintores, escultores, decoradores, metalistas,
vidrieros, ceramistas, tiradores de oro, joyeros, etcétera),
al terminar su jornada, se reuniesen para concertar
la obra y dotarla de unidad y armonía, y que
en sus tertulias fueran recibidos y admitidos filósofos,
literatos, historiadores, hombres, en una palabra, de
selección y altura mental, que los ayudasen con
su consejo o que los alentaran con su consciente aplauso.
No sé
si lo que acabo de escribir cae dentro o fuera de la
ortodoxia masónica, ni me interesa dilucidarlo.
Escribo con la mayor objetividad y con la más
pura independencia, y bajo mi responsabilidad expongo
esta teoría sobre el origen de la Orden, aunque
se disgusten los que creen que la fundó Dios
Padre.
Cónsteles,
para su desenojo, a mis supuestos contradictores que,
si Dios la hubiese creado, lo habría hecho a
ciegas y condenándola a vivir en las tinieblas
durante un cuarto de siglo, que es lo que tarda en llegar
a la Tierra la luz del Sol.
Dicho esto,
vamos a concretar una brevísima reseña
histórica, documentada con aportaciones de los
autores de más crédito.
Es corriente
dividir en dos épocas la historia de la Francmasonería,
fijando los comienzos de la segunda en los del siglo
XVIII.
En cuanto
a la primera época, acaso por que nadie pusiera
interés en registrar sus anales, acaso porque
tuviera otro concepto y otra interpretación más
rígidos y severos el secreto masónico,
no se ha podido establecer bien la ilación. Funcionan
masónicamente, como diríamos hoy, las
colectividades que colaboran en las artes de la edificación,
tan importantes por su cifra y por su rendimiento, que
influyen en la vida del Estado y alcanzan privilegios
de los soberanos.
En períodos
críticos, los intelectuales perseguidos buscan
y obtienen el amparo de estas colectividades, conviven
con ellas y, acaso sin proponérselo, van poco
a poco imprirniéndoles carácter, hasta
hacer del rudo trabajo de "labrar la piedra bruta"
el símbolo de la perfección intelectual
por la educación y la cultura.
La selección
dentro de estas colectividades se advierte ya a mediados
del siglo XIV, en que comienza a llamarse "Franc-masón"
o "Free-stonemasón" el que adorna la
piedra con su trabajo, a diferencia del "Rough-masón",
que es el que simplemente la desbasta. (La primera vez
que aparece el nombre "Freemason" es en 1050;
en 1077, cuando aún se hablaba el latín,
el aprendiz se llamaba "cementarius" y en
1212 se encuentra la denominación de "scultores
lápidum cementarius".)
En INGLATERRA,
la Francmasonería, con sus características
modernas, están conformes todos los historiadores
en que aparece el año de 1717, en que se funda
la Gran Logia por la alianza de cuatro entidades que
hasta entonces habían funcionado aisladamente.
El propulsor
de esta alianza fue el sabio doctor Desaguillers, de
la Real Academia de Ciencias, y predicador y asesor
de la Corte.
A la Gran
Logia naciente y a las Logias que la componían
siguieron perteneciendo obreros manuales, como el carpintero
Lambalí, que fue elegido Gran Inspector; pero
se abandonaron las prácticas y enseñanzas
del arte de la construcción, conservando sólo
la terminología, los signos y los símbolos.
Al fijar
sus normas la Gran Logia, estableció el respeto
para todos los credos y confesiones y afirmó
como principios fundamentales la tolerancia, el amor
a la justicia, al bien y a la cultura, el libre examen
y la emancipación de las conciencias del poder
teocrático.
Ampliando
estos conceptos, en las "Constituciones" de
aquella Gran Logia se consigna: "El Francmasón
está, por su carácter, obligado a observar
la ley moral, y, si comprende bien sus deberes, jamás
se trocará ni en estúpido ateo ni en hombre
irreligioso y libertino. Aunque en otros tiempos estaban
los Francmasones obligados a practicar la religión
de su país, cualquiera que fuese la forma de
ésta, hase estimado más conveniente en
nuestros días no imponer otra religión
que aquella en que se hallan de acuerdo todos los hombres
indistintamente, dejando a cada uno la plenitud de sus
convicciones personales. Deben los Francmasones ser
hombres buenos y leales y hombres de honor, y respetar
en todos los casos la justicia, sea cual fuere en lo
demás la divergencia de los partidos políticos
o de sus ideas religiosas. De este modo se hará
que sea la Francmasonería el centro de unión
y el medio de establecer una sólida amistad entre
gentes que, fuera de ella, hubieran vivido constantemente
separadas."
Este libro
de las "Constituciones" data de 1723 y en
su discusión y aprobación tomaron parte
las 25 Logias que desde 1717 se habían organizado
en Inglaterra, con tal fe y entusiasmo, que en 1724
pueden ya fundar la Comisión de Beneficencia
y el Instituto de Caridad, con fondos para socorrer
a los hermanos desgraciados y a sus viudas y huérfanos.
Hoy el Instituto, a los doscientos diez años
de su creación, cuenta, para sus fines benéficos,
con una renta de más de cien mil libras esterlinas.
En los años
que transcurren hasta 1738 nacen numerosas Logias en
el País de Gales, Irlanda y Escocia, y todas
adoptan las "Constituciones" de la Gran Logia
de Londres, aunque no todas se someten a su obediencia.
Sin duda,
ésta no consideró indispensable el secreto,
fuera de lo referente a la recepción e iniciación
de sus adeptos, porque en 1737 organizó una manifestación
pública, con emblemas e insignias, para acudir
al domicilio del Conde Damley con el fin de felicitarle
por haber sido elegido Gran Maestre.
Un año
después, las Logias de Escocia realizan un acto
semejante para colocar la primera piedra de un Hospicio.
Y más tarde, en 1771, solicita del Gobierno la
Masonería inglesa su reconocimiento oficial,
que le fue otorgado por la Cámara de los Comunes
y denegado por la de los Lores.
A partir
de 1740, además de crear importantes instituciones
benéficas, se ocupa de imprimir a la Orden un
carácter universal, dado que tiene ya Logias
organizadas en la India desde 1728 y en África
desde 1735. Y, en efecto, logra ejercer, no su poderío,
puesto que no lo pretende, sino su benéfica influencia
en Francia, España, Portugal, Alemania, Bélgica,
Suiza, Holanda, Rusia, Dinamarca, Suecia, Estados Unidos,
Italia y Polonia.
A partir
de los debates sobre la existencia oficial de la Masonería
inglesa, sostenidos en 1771, toma en todo el mundo gran
incremento, comienzan a ingresar en ella miembros de
la dinastía real y altos dignatarios, y ejerce
tal influjo en el país, que logra refrenar el
fanatismo de todas las sectas religiosas, haciendo de
Inglaterra la nación más libre y progresiva
del mundo y la más acogedora, puesto que ofrece
hogar, libertad y pan a todos los perseguidos por las
tiranías de toda índole.
En la actualidad,
Inglaterra, entre la metrópoli, colonias y países
de protectorado, cuenta con más de 12.000 instituciones
y entidades de carácter masónico.
EN ALEMANIA
sigue la Francmasonería la misma trayectoria
que en Inglaterra. Desde el reinado de Enrique el Hechicero
(siglo XIII) hay colectividades de artesanos y agricultores
que adoptan la disciplina masónica y los ritos
y emblemas de la Orden. Pero las primeras Logias de
matiz moderno se constituyen bajo los auspicios de Inglaterra,
y se multiplican y adquieren gran esplendor a raíz
de la iniciación de Federico el Grande, en 1738.
Esta prosperidad culmina en el momento en que se instala
en Berlín en 1744 la Gran Logia de los Tres Grados.
En el mismo año se instala también la
Gran Logia "El Sol", en Beyreuth.
Las encarnizadas
persecuciones de Francisco II contra la Francmasonería
alemana le aquistaron el favor de la opinión,
pues para demostrar la injusticia definió públicamente
sus cordiales relaciones con el protestantismo, su carácter
benéfico y mutualista y la prohibición
que sus "Constituciones" tenían establecida
de intervenir en política y de combatir la Iglesia
católica.
Cuando estalló
la guerra Europea había en el territorio alemán
800 Logias con cien mil afiliados, aproximadamente.
En AUSTRIA,
a pesar de haber sido iniciado en Inglaterra José
I a principios del siglo XVIII, no hizo la Francmasonería
grandes progresos, a causa del ascendiente que la Iglesia
católica tuvo siempre sobre el Trono; pero alcanzó
una gran expansión en las comarcas irredentas,
como Bohemia, hoy centro y alma de la República
checoeslovaca, en donde la Orden está organizada
mucho mejor que en el resto de Europa y América.
En RUSIA
existe la Francmasonería desde 1730, y se ha
desenvuelto prósperamente, a pesar de las persecuciones
de todos los Zares, excepto Catalina II, que mostró
por ella viva simpatía. En los años de
1905 y 1909 tuvo necesidad de salir a la calle para
reñir sangrientos combates en defensa de las
libertades ciudadanas.
En PORTUGAL
la introduce también Inglaterra, en 1736: sostuvo
denodada lucha con todos los Reyes, y desde el advenimiento
de la República tuvo vida oficial y fue considerada
como una de las instituciones más importantes
del país.
En HOLANDA
se adelanta a la influencia inglesa, pues funcionan
Logias con el carácter moderno desde 1725. A
pesar del ingreso en ella del Príncipe de Orange,
tuvo que sostener grandes luchas contra el Altar y el
Trono, que no lograron abatirla. Actualmente goza de
gran vitalidad e influencia, y no hace mucho ha publicado
una "Declaracíón de principios"
en la que recuerda sus "Constituciones" de
1717, por las que reclama y exige la obediencia a todas
las leyes del país y en las que hace constar
que "cultiva la tolerancia, ejerce la justicia,
alienta el amor al prójimo, busca los lazos que
unan a los hombres y a los pueblos, se esfuerza por
eliminar lo que separa los espíritus y los corazones
y edifica una inteligencia superior, despertando la
consciencia de una fraternidad que abraza el mundo entero".
En SUIZA
funciona con gran prestigio desde 1738, y sólo
en estos últimos tiempos se ha intentado contra
ella persecuciones que, indudablemente, no lograrán
efecto alguno. (La Francmasonería en Suiza acaba
de sortear un gravísimo peligro. Las fuerzas
fascistas y nazistas, moviendo al efecto sus grandes
elementos de propaganda, venían solicitando la
reforma constitucional en el sentido de proscribir la
Francmasonería del territorio suizo. No había
para ello motivo ni pretexto, pues los 5.000 masones
organizados en aquella República, antes de que
el movimiento reaccionario se iniciara, habían
declarado "ser fieIes amantes de la patria, de
sus leyes y de sus instituciones; que las Logias suizas
jamás habían perseguido ningún
fin subversivo o peligroso para el Estado y que su actividad
desarrolla el civismo, el valor moral del individuo,
el espíritu de sacrificio y la práctica
de la caridad". Se ha convocado, con arreglo a
las leyes del país, un plebiscito para resolver
sobre la pretensión antimasónica; eran
precisas 50.000 firmas, y los promotores lograron reunir
56.700; pero el Gobierno, que había recibido
numerosas quejas sobre la forma en que se había
hecho el plebiscito, ha sometido las firmas a comprobación,
con lo que fácilmente ha descubierto falsedades
y suplantaciones que tal vez lleguen a un cuarenta por
ciento. Claro está que el fin justifica los medios;
pero éstos no han servido para burlar la ley.)
En ITALIA
la acoge Florencia en 1733 y se extiende rápidamente
por Nápoles, Milán, Verona, Venecia y
Padua. La combaten los Dux y los Papas; padece singularmente
bajo la tiranía de los Borbones; pero ni un instante
se interrumpe su vida ni se apagan sus alientos y sus
bríos. Hoy, los masones italianos, presos en
las cárceles del país, desterrados o fugitivos,
conservan encendida la lámpara de su fe, y cuando
pueden y en donde pueden trabajan fervorosamente por
la reconquista de las libertades italianas.
En BÉLGICA
existen ya Logias de tipo moderno en 1721. El Gran Oriente
Belga, tal y como está hoy organizado, cuenta
un siglo de existencia. Siempre han pertenecido a él
personalidades de alto relieve, y en la opinión
pública goza de gran consideración. La
Iglesia lo ha combatido, como en todas partes, singularmente
a partir del Congreso Católico de Malinas, en
el que se acordó fundar y se fundó una
Liga Antimasónica y Boletín Antirnasónico,
que viven y funcionan; pero nada más que para
dar fe de la ingenuidad de sus factores.
En FRANCIA
existe la Francmasonería con carácter
esporádico desde el último tercio del
siglo XVII. Durante la ruda represión iniciada
pocos años después del suplicio de Carlos
I emigraron a Francia muchos ingleses perseguidos, y
acaso para buscar el contacto entre los que profesaban
el mismo ideal o para favorecerse y auxiliarse, comienzan
a organizarse masónicamente y atraen a sus organizaciones
muchos franceses hospitalarios y de buena voluntad.
En 1721 comienza
la Gran Logia de Inglaterra a fundar filiales en muchas
poblaciones francesas; la Orden es bien acogida en todas
partes, porque a la muerte de Luis XIV se siente la
necesidad de luchar por impedir que su heredero continúe
la tiranía y el despotismo del Rey Sol. Así,
cuando, con el consentimiento de Inglaterra, se funda
en 1743 la Gran Logia de Francia, tiene adeptos en todo
el territorio nacional.
Al Cardenal
Fleury, favorito y primer Ministro, asusta el poder
de la Francmasonería: corno funciona secretamente,
se pone en circulación las leyendas terroríficas
de todos los tiempos, y puesto que las leyes del reino
prohibían las reuniones clandestinas, hace publicar
un edicto contra los "Fray Masones" (sic).
En consecuencia, la Policía los persigue y logra
descubrir algunos; los encierra en la Bastilla, los
interroga, tal vez los somete al tormento, y confiesan
todos los "secretos" y todos los "misterios".
Son éstos estudiados por las más preclaras
inteligencias de París, y como resultado, se
devuelve a los masones su libertad, "recornendándoles"
que en lo sucesivo respeten las leyes y los edictos.
En los primeros
tiempos de la Francmasonería francesa, las excomuniones
de los Papas y las persecuciones de la Iglesia no surten
efecto. La Iglesia Gallicana tiene en la Orden muchos
sacerdotes, algunos de ellos de gran altura mental,
que saben a qué atenerse respecto de la infalibilidad
pontificia y de la compatibilidad de la doctrina católica
con la doctrina masónica.
En 1773 se
crea el Gran Oriente de Francia, no como una escisión,
sino para dotar a la Francmasonería francesa
de algo así como un superorganismo, esencialmente
democrático, que completara y corroborase la
obra de la Gran Logia.
A fines del
siglo XVIII, el estado de la Orden no puede ser más
floreciente. Gozaba en todas partes del más acendrado
respeto: los sabios, los escritores, los artistas. poblaban
sus templos y los llenaban de luz con sus aportaciones
magníficas, y sus instituciones benéficas
y culturales excitaban la admiración de todo
el país. De las Logias de aquel tiempo, la más
notable era la llamada de "Las Nueve Hermanas"
(Las Musas), y en ella fue donde se inició Voltaire.
Actualmente,
algunos cernícalos de allende y de aquende el
Pirineo, ensotanados interior o exteriormente, han dado
en decir que a la Francmasonería se debe todos
los horrores y toda la parte destructiva de la Revolución
francesa. No hay para qué decir que la parte
constructiva se obstinan en ignorarla.
Nada más
lejos de la verdad. Los acontecimientos revolucionarios
dispersaron a los masones más notables: no pocos
de ellos subieron a la guillotina; muchos huyeron al
extranjero, y durante los tres años apenas si
se pudo oír hablar de Francmasoneria, salvo en
alguna Logia semiperdida en alguna remota población;
pero en 1795 comenzó a resurgir y en 1799 pudo
mostrarse públicamente en una gran fiesta de
renacimiento y de concordia.
Es respetada
y a veces protegida por el primer Imperio, Luis Felipe
y el segundo Imperio; únicamente los Borbones
dan paso a las invectivas de Roma, que consigue apartar
de las Logias a sus eclesiásticos: pero los anatemas
del Catolicismo no hacen mella en la opinión
ni influyen en la conducta de los Gobiernos, puesto
que la Iglesia, al menos la Iglesia moderna, no puede
poner un plantel de hombres eminentes en parangón
con el de los que han honrado con su nombre a la Francmasonería.
Su importancia
y su prestigio en la actualidad están constatados
por la campaña de difamación que contra
ella se mantiene y por las listas de masones franceses,
lo más selecto de la gran República, que
clérigos y clerigoides y mastodontes legitimistas
hacen circular profusamente.
En cuanto
a la Francmasonería americana, del Norte y del
Sur, omito la reseña, porque allí siempre
ha funcionado públicamente y no hay quien ignore
su poder espiritual y sus grandes obras. (Sólo
con dos detalles bastará para formar idea. El
"Anuario" últimamente publicado por
la "Grand Loge of Kentucky", en el que figuran
las direcciones de sus organismos, consta de 700 páginas
en 4º; y la Logia "Ignacio Ramírez
núm. 20", de México, recopiló
en una Memoria que lleva fecha de 1934, las direcciones
de 1.800 talleres activos diseminados por las distintas
Repúblicas de Suramérica.)
Por no hacer
más extensa esta relación histórica,
omito la referencia de las demás naciones europeas,
pues en ninguna deja de estar perfectamente organizada
la Francmasonería, así como también
lo está en muchas comarcas de Oceanía,
Asia y Africa. (Desde mediados del siglo XVIII existen
Logias de Rito escocés en Túnez, Alejandría,
Senegal, Senegambia, Cabo de Buena Esperanza y Mozambique.
No mucho más tarde se crearon en Asia las del
Indostán, Calcuta, Bombay, Delhi, Darjeeling
y otras. Y en Oceanía, las de Java, Sumatra,
Nueva Zelanda, Borneo, etc.)
Del libro:
"La Francmasonería. Sus apologistas y sus
detractores".
De Eduardo Barriobero y Herrán
Madrid, 1935