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La Francmasonería.- Escarceo histórico.- Ojeada internacional
                                                por Eduardo Barriobero y Herrán
 


Sobre el origen de la Francmasonería se han escrito muchas insensateces
. El afán apologético de sus adeptos los llevó poco menos que a sostener que Adán fue masón, o que la Orden es de institución divina.

Sociedades secretas, formadas por hombres de espíritu selecto, por hombres audaces o por hombres disconformes con el espíritu de su época, las hubo siempre, y es indudable que todas tuvieron sus ritos y sus ceremonias iniciáticas; pero no es en esta enredada madeja en donde se debe buscar el hilo histórico de la Francmasonería.

Es ésta una Sociedad tan diferente de las demás, por sus fines, por su modalidad intrínseca y por su modalidad extrínseca, que invita a inquirir para ella un origen más especifico.

El nombre de "masón" (albañil) no debió ser adoptado caprichosamente. Lo más probable es, como han apuntado algunos autores franceses, que en los primeros tiempos no hubiera distinción ni línea divisoria entre el albañil y el masón simbólico.

En los comienzos de la Edad Media, la Iglesia, enriquecida ya con la llamada "Donación de Constantino", comienza a cantar y escribir sus fastos, sirviéndose para ello de la Arquitectura, que, como ha observado Novalis, es la música petrificada. (Mucho se ha discutido sobre la "Donación de Constantino", que es el origen del poder de la Iglesia y lo que le hace cambiar de "régimen" en el siglo IV. En la referencia hay una parte verdadera y otra comprobadamente falsa. Se dice que este Emperador era leproso y lo curó el Papa Silvestre por medio del bautismo. Para, corresponder a esta singularísima gracia, le otorgó poder imperial sobre Roma y sobre toda Italia y lo instituyó árbitro en asuntos de fe. Así consta en un documento apócrifo del siglo VIII, que tuvo por objeto apoyar las pretensiones de poder temporal del Pontificado sobre Italia. Se sabe que el falsificador fue el famoso Isidoro Mercator o Pecator, que también habíalo sido de unas "Decretales". Lo que hay de cierto en la Donación de Constantino es que este soberano, después de haberse convertido al cristianismo, mató a su mujer y a su hijo. Le sobrevino sin duda un arrepentimiento sincero, con los consiguientes propósitos de la enmienda y dolor de corazón y no se sabe si Silvestre el Papa o Eusebio de Nicodemia lo absolvieron con todos los pronunciamientos favorables. Bien por agradecimiento, bien por penitencia, Constantino regaló entonces a la Iglesia objetos del culto y alhajas que pesaban seiscientas ochenta libras de oro y doce mil doscientas cuarenta y tres de plata, además de una fabulosa cantidad de diamantes, esmeraldas y otras piedras preciosas. Así, catorce siglos después, cerrando los ojos a los parricidios, pudo escribir el P. Enrique Flórez: "Constantino, grande en el nombre, mayor en el ánimo, máximo en la piedad, y en todo mayor que las alabanzas que le dieres." La Iglesia hasta entonces había vivido en un régimen comunista; pero desde que tuvo quintales de oro y de plata, diamantes y esmeraldas, a la vista está el cambio.)

En aquella época no había técnicos ni facultativos; el peón puede ser arquitecto, después de haber pasado por la línea serial de categorías que comienza con la de aprendiz. Cada categoría hubo, necesariamente, de formar un grupo, y aun dentro de éstos parece inevitable la clasificación y !a selección por aficiones y por capacidades.

De otra manera, se hubieran perdido los grandes secretos de orden práctico, precursores de los sistemas científicos, que hicieron posible la edificación de tanta maravilla.

Como la alegoría y el símbolo eran imprescindibles en aquellas construcciones, dado el destino de ellas, tuvieron que buscarlos en la leyenda bíblica, que aún hoy es la médula del rito masónico.

Y no pudo menos de ocurrir, como sucede hoy, que los grandes artistas (arquitectos, pintores, escultores, decoradores, metalistas, vidrieros, ceramistas, tiradores de oro, joyeros, etcétera), al terminar su jornada, se reuniesen para concertar la obra y dotarla de unidad y armonía, y que en sus tertulias fueran recibidos y admitidos filósofos, literatos, historiadores, hombres, en una palabra, de selección y altura mental, que los ayudasen con su consejo o que los alentaran con su consciente aplauso.

No sé si lo que acabo de escribir cae dentro o fuera de la ortodoxia masónica, ni me interesa dilucidarlo. Escribo con la mayor objetividad y con la más pura independencia, y bajo mi responsabilidad expongo esta teoría sobre el origen de la Orden, aunque se disgusten los que creen que la fundó Dios Padre.

Cónsteles, para su desenojo, a mis supuestos contradictores que, si Dios la hubiese creado, lo habría hecho a ciegas y condenándola a vivir en las tinieblas durante un cuarto de siglo, que es lo que tarda en llegar a la Tierra la luz del Sol.

Dicho esto, vamos a concretar una brevísima reseña histórica, documentada con aportaciones de los autores de más crédito.

Es corriente dividir en dos épocas la historia de la Francmasonería, fijando los comienzos de la segunda en los del siglo XVIII.

En cuanto a la primera época, acaso por que nadie pusiera interés en registrar sus anales, acaso porque tuviera otro concepto y otra interpretación más rígidos y severos el secreto masónico, no se ha podido establecer bien la ilación. Funcionan masónicamente, como diríamos hoy, las colectividades que colaboran en las artes de la edificación, tan importantes por su cifra y por su rendimiento, que influyen en la vida del Estado y alcanzan privilegios de los soberanos.

En períodos críticos, los intelectuales perseguidos buscan y obtienen el amparo de estas colectividades, conviven con ellas y, acaso sin proponérselo, van poco a poco imprirniéndoles carácter, hasta hacer del rudo trabajo de "labrar la piedra bruta" el símbolo de la perfección intelectual por la educación y la cultura.

La selección dentro de estas colectividades se advierte ya a mediados del siglo XIV, en que comienza a llamarse "Franc-masón" o "Free-stonemasón" el que adorna la piedra con su trabajo, a diferencia del "Rough-masón", que es el que simplemente la desbasta. (La primera vez que aparece el nombre "Freemason" es en 1050; en 1077, cuando aún se hablaba el latín, el aprendiz se llamaba "cementarius" y en 1212 se encuentra la denominación de "scultores lápidum cementarius".)

En INGLATERRA, la Francmasonería, con sus características modernas, están conformes todos los historiadores en que aparece el año de 1717, en que se funda la Gran Logia por la alianza de cuatro entidades que hasta entonces habían funcionado aisladamente.

El propulsor de esta alianza fue el sabio doctor Desaguillers, de la Real Academia de Ciencias, y predicador y asesor de la Corte.

A la Gran Logia naciente y a las Logias que la componían siguieron perteneciendo obreros manuales, como el carpintero Lambalí, que fue elegido Gran Inspector; pero se abandonaron las prácticas y enseñanzas del arte de la construcción, conservando sólo la terminología, los signos y los símbolos.

Al fijar sus normas la Gran Logia, estableció el respeto para todos los credos y confesiones y afirmó como principios fundamentales la tolerancia, el amor a la justicia, al bien y a la cultura, el libre examen y la emancipación de las conciencias del poder teocrático.

Ampliando estos conceptos, en las "Constituciones" de aquella Gran Logia se consigna: "El Francmasón está, por su carácter, obligado a observar la ley moral, y, si comprende bien sus deberes, jamás se trocará ni en estúpido ateo ni en hombre irreligioso y libertino. Aunque en otros tiempos estaban los Francmasones obligados a practicar la religión de su país, cualquiera que fuese la forma de ésta, hase estimado más conveniente en nuestros días no imponer otra religión que aquella en que se hallan de acuerdo todos los hombres indistintamente, dejando a cada uno la plenitud de sus convicciones personales. Deben los Francmasones ser hombres buenos y leales y hombres de honor, y respetar en todos los casos la justicia, sea cual fuere en lo demás la divergencia de los partidos políticos o de sus ideas religiosas. De este modo se hará que sea la Francmasonería el centro de unión y el medio de establecer una sólida amistad entre gentes que, fuera de ella, hubieran vivido constantemente separadas."

Este libro de las "Constituciones" data de 1723 y en su discusión y aprobación tomaron parte las 25 Logias que desde 1717 se habían organizado en Inglaterra, con tal fe y entusiasmo, que en 1724 pueden ya fundar la Comisión de Beneficencia y el Instituto de Caridad, con fondos para socorrer a los hermanos desgraciados y a sus viudas y huérfanos. Hoy el Instituto, a los doscientos diez años de su creación, cuenta, para sus fines benéficos, con una renta de más de cien mil libras esterlinas.

En los años que transcurren hasta 1738 nacen numerosas Logias en el País de Gales, Irlanda y Escocia, y todas adoptan las "Constituciones" de la Gran Logia de Londres, aunque no todas se someten a su obediencia.

Sin duda, ésta no consideró indispensable el secreto, fuera de lo referente a la recepción e iniciación de sus adeptos, porque en 1737 organizó una manifestación pública, con emblemas e insignias, para acudir al domicilio del Conde Damley con el fin de felicitarle por haber sido elegido Gran Maestre.

Un año después, las Logias de Escocia realizan un acto semejante para colocar la primera piedra de un Hospicio. Y más tarde, en 1771, solicita del Gobierno la Masonería inglesa su reconocimiento oficial, que le fue otorgado por la Cámara de los Comunes y denegado por la de los Lores.

A partir de 1740, además de crear importantes instituciones benéficas, se ocupa de imprimir a la Orden un carácter universal, dado que tiene ya Logias organizadas en la India desde 1728 y en África desde 1735. Y, en efecto, logra ejercer, no su poderío, puesto que no lo pretende, sino su benéfica influencia en Francia, España, Portugal, Alemania, Bélgica, Suiza, Holanda, Rusia, Dinamarca, Suecia, Estados Unidos, Italia y Polonia.

A partir de los debates sobre la existencia oficial de la Masonería inglesa, sostenidos en 1771, toma en todo el mundo gran incremento, comienzan a ingresar en ella miembros de la dinastía real y altos dignatarios, y ejerce tal influjo en el país, que logra refrenar el fanatismo de todas las sectas religiosas, haciendo de Inglaterra la nación más libre y progresiva del mundo y la más acogedora, puesto que ofrece hogar, libertad y pan a todos los perseguidos por las tiranías de toda índole.

En la actualidad, Inglaterra, entre la metrópoli, colonias y países de protectorado, cuenta con más de 12.000 instituciones y entidades de carácter masónico.

EN ALEMANIA sigue la Francmasonería la misma trayectoria que en Inglaterra. Desde el reinado de Enrique el Hechicero (siglo XIII) hay colectividades de artesanos y agricultores que adoptan la disciplina masónica y los ritos y emblemas de la Orden. Pero las primeras Logias de matiz moderno se constituyen bajo los auspicios de Inglaterra, y se multiplican y adquieren gran esplendor a raíz de la iniciación de Federico el Grande, en 1738. Esta prosperidad culmina en el momento en que se instala en Berlín en 1744 la Gran Logia de los Tres Grados. En el mismo año se instala también la Gran Logia "El Sol", en Beyreuth.

Las encarnizadas persecuciones de Francisco II contra la Francmasonería alemana le aquistaron el favor de la opinión, pues para demostrar la injusticia definió públicamente sus cordiales relaciones con el protestantismo, su carácter benéfico y mutualista y la prohibición que sus "Constituciones" tenían establecida de intervenir en política y de combatir la Iglesia católica.

Cuando estalló la guerra Europea había en el territorio alemán 800 Logias con cien mil afiliados, aproximadamente.

En AUSTRIA, a pesar de haber sido iniciado en Inglaterra José I a principios del siglo XVIII, no hizo la Francmasonería grandes progresos, a causa del ascendiente que la Iglesia católica tuvo siempre sobre el Trono; pero alcanzó una gran expansión en las comarcas irredentas, como Bohemia, hoy centro y alma de la República checoeslovaca, en donde la Orden está organizada mucho mejor que en el resto de Europa y América.

En RUSIA existe la Francmasonería desde 1730, y se ha desenvuelto prósperamente, a pesar de las persecuciones de todos los Zares, excepto Catalina II, que mostró por ella viva simpatía. En los años de 1905 y 1909 tuvo necesidad de salir a la calle para reñir sangrientos combates en defensa de las libertades ciudadanas.

En PORTUGAL la introduce también Inglaterra, en 1736: sostuvo denodada lucha con todos los Reyes, y desde el advenimiento de la República tuvo vida oficial y fue considerada como una de las instituciones más importantes del país.

En HOLANDA se adelanta a la influencia inglesa, pues funcionan Logias con el carácter moderno desde 1725. A pesar del ingreso en ella del Príncipe de Orange, tuvo que sostener grandes luchas contra el Altar y el Trono, que no lograron abatirla. Actualmente goza de gran vitalidad e influencia, y no hace mucho ha publicado una "Declaracíón de principios" en la que recuerda sus "Constituciones" de 1717, por las que reclama y exige la obediencia a todas las leyes del país y en las que hace constar que "cultiva la tolerancia, ejerce la justicia, alienta el amor al prójimo, busca los lazos que unan a los hombres y a los pueblos, se esfuerza por eliminar lo que separa los espíritus y los corazones y edifica una inteligencia superior, despertando la consciencia de una fraternidad que abraza el mundo entero".

En SUIZA funciona con gran prestigio desde 1738, y sólo en estos últimos tiempos se ha intentado contra ella persecuciones que, indudablemente, no lograrán efecto alguno. (La Francmasonería en Suiza acaba de sortear un gravísimo peligro. Las fuerzas fascistas y nazistas, moviendo al efecto sus grandes elementos de propaganda, venían solicitando la reforma constitucional en el sentido de proscribir la Francmasonería del territorio suizo. No había para ello motivo ni pretexto, pues los 5.000 masones organizados en aquella República, antes de que el movimiento reaccionario se iniciara, habían declarado "ser fieIes amantes de la patria, de sus leyes y de sus instituciones; que las Logias suizas jamás habían perseguido ningún fin subversivo o peligroso para el Estado y que su actividad desarrolla el civismo, el valor moral del individuo, el espíritu de sacrificio y la práctica de la caridad". Se ha convocado, con arreglo a las leyes del país, un plebiscito para resolver sobre la pretensión antimasónica; eran precisas 50.000 firmas, y los promotores lograron reunir 56.700; pero el Gobierno, que había recibido numerosas quejas sobre la forma en que se había hecho el plebiscito, ha sometido las firmas a comprobación, con lo que fácilmente ha descubierto falsedades y suplantaciones que tal vez lleguen a un cuarenta por ciento. Claro está que el fin justifica los medios; pero éstos no han servido para burlar la ley.)

En ITALIA la acoge Florencia en 1733 y se extiende rápidamente por Nápoles, Milán, Verona, Venecia y Padua. La combaten los Dux y los Papas; padece singularmente bajo la tiranía de los Borbones; pero ni un instante se interrumpe su vida ni se apagan sus alientos y sus bríos. Hoy, los masones italianos, presos en las cárceles del país, desterrados o fugitivos, conservan encendida la lámpara de su fe, y cuando pueden y en donde pueden trabajan fervorosamente por la reconquista de las libertades italianas.

En BÉLGICA existen ya Logias de tipo moderno en 1721. El Gran Oriente Belga, tal y como está hoy organizado, cuenta un siglo de existencia. Siempre han pertenecido a él personalidades de alto relieve, y en la opinión pública goza de gran consideración. La Iglesia lo ha combatido, como en todas partes, singularmente a partir del Congreso Católico de Malinas, en el que se acordó fundar y se fundó una Liga Antimasónica y Boletín Antirnasónico, que viven y funcionan; pero nada más que para dar fe de la ingenuidad de sus factores.

En FRANCIA existe la Francmasonería con carácter esporádico desde el último tercio del siglo XVII. Durante la ruda represión iniciada pocos años después del suplicio de Carlos I emigraron a Francia muchos ingleses perseguidos, y acaso para buscar el contacto entre los que profesaban el mismo ideal o para favorecerse y auxiliarse, comienzan a organizarse masónicamente y atraen a sus organizaciones muchos franceses hospitalarios y de buena voluntad.

En 1721 comienza la Gran Logia de Inglaterra a fundar filiales en muchas poblaciones francesas; la Orden es bien acogida en todas partes, porque a la muerte de Luis XIV se siente la necesidad de luchar por impedir que su heredero continúe la tiranía y el despotismo del Rey Sol. Así, cuando, con el consentimiento de Inglaterra, se funda en 1743 la Gran Logia de Francia, tiene adeptos en todo el territorio nacional.

Al Cardenal Fleury, favorito y primer Ministro, asusta el poder de la Francmasonería: corno funciona secretamente, se pone en circulación las leyendas terroríficas de todos los tiempos, y puesto que las leyes del reino prohibían las reuniones clandestinas, hace publicar un edicto contra los "Fray Masones" (sic). En consecuencia, la Policía los persigue y logra descubrir algunos; los encierra en la Bastilla, los interroga, tal vez los somete al tormento, y confiesan todos los "secretos" y todos los "misterios". Son éstos estudiados por las más preclaras inteligencias de París, y como resultado, se devuelve a los masones su libertad, "recornendándoles" que en lo sucesivo respeten las leyes y los edictos.

En los primeros tiempos de la Francmasonería francesa, las excomuniones de los Papas y las persecuciones de la Iglesia no surten efecto. La Iglesia Gallicana tiene en la Orden muchos sacerdotes, algunos de ellos de gran altura mental, que saben a qué atenerse respecto de la infalibilidad pontificia y de la compatibilidad de la doctrina católica con la doctrina masónica.

En 1773 se crea el Gran Oriente de Francia, no como una escisión, sino para dotar a la Francmasonería francesa de algo así como un superorganismo, esencialmente democrático, que completara y corroborase la obra de la Gran Logia.

A fines del siglo XVIII, el estado de la Orden no puede ser más floreciente. Gozaba en todas partes del más acendrado respeto: los sabios, los escritores, los artistas. poblaban sus templos y los llenaban de luz con sus aportaciones magníficas, y sus instituciones benéficas y culturales excitaban la admiración de todo el país. De las Logias de aquel tiempo, la más notable era la llamada de "Las Nueve Hermanas" (Las Musas), y en ella fue donde se inició Voltaire.

Actualmente, algunos cernícalos de allende y de aquende el Pirineo, ensotanados interior o exteriormente, han dado en decir que a la Francmasonería se debe todos los horrores y toda la parte destructiva de la Revolución francesa. No hay para qué decir que la parte constructiva se obstinan en ignorarla.

Nada más lejos de la verdad. Los acontecimientos revolucionarios dispersaron a los masones más notables: no pocos de ellos subieron a la guillotina; muchos huyeron al extranjero, y durante los tres años apenas si se pudo oír hablar de Francmasoneria, salvo en alguna Logia semiperdida en alguna remota población; pero en 1795 comenzó a resurgir y en 1799 pudo mostrarse públicamente en una gran fiesta de renacimiento y de concordia.

Es respetada y a veces protegida por el primer Imperio, Luis Felipe y el segundo Imperio; únicamente los Borbones dan paso a las invectivas de Roma, que consigue apartar de las Logias a sus eclesiásticos: pero los anatemas del Catolicismo no hacen mella en la opinión ni influyen en la conducta de los Gobiernos, puesto que la Iglesia, al menos la Iglesia moderna, no puede poner un plantel de hombres eminentes en parangón con el de los que han honrado con su nombre a la Francmasonería.

Su importancia y su prestigio en la actualidad están constatados por la campaña de difamación que contra ella se mantiene y por las listas de masones franceses, lo más selecto de la gran República, que clérigos y clerigoides y mastodontes legitimistas hacen circular profusamente.

En cuanto a la Francmasonería americana, del Norte y del Sur, omito la reseña, porque allí siempre ha funcionado públicamente y no hay quien ignore su poder espiritual y sus grandes obras. (Sólo con dos detalles bastará para formar idea. El "Anuario" últimamente publicado por la "Grand Loge of Kentucky", en el que figuran las direcciones de sus organismos, consta de 700 páginas en 4º; y la Logia "Ignacio Ramírez núm. 20", de México, recopiló en una Memoria que lleva fecha de 1934, las direcciones de 1.800 talleres activos diseminados por las distintas Repúblicas de Suramérica.)

Por no hacer más extensa esta relación histórica, omito la referencia de las demás naciones europeas, pues en ninguna deja de estar perfectamente organizada la Francmasonería, así como también lo está en muchas comarcas de Oceanía, Asia y Africa. (Desde mediados del siglo XVIII existen Logias de Rito escocés en Túnez, Alejandría, Senegal, Senegambia, Cabo de Buena Esperanza y Mozambique. No mucho más tarde se crearon en Asia las del Indostán, Calcuta, Bombay, Delhi, Darjeeling y otras. Y en Oceanía, las de Java, Sumatra, Nueva Zelanda, Borneo, etc.)

Del libro: "La Francmasonería. Sus apologistas y sus detractores".
De Eduardo Barriobero y Herrán
Madrid, 1935