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Entre Repúblicas
Blasco Ibáñez y Joaquín Sorolla condecorados
con la Legión de Honor.


El novelista Vicente Blasco Ibáñez y el pintor Joaquín Sorolla condecorados con la Legión de Honor Francesa en 1906

¡Viva Blasco Ibáñez!

Por Félix Azzati. Director de El Pueblo.
Hemoroteca Mpal. de Valencia


Cuantos han luchado al lado del Vicente Blasco, del inmortal novelista valenciano, experimentarán una honda y vivísima emoción. No quizás porque los honores que le rinde el gobierno republicano, la Francia intelectual, el pueblo más progresivo, política y socialmente, del occidente europeo, signifiquen su apoteosis, sino porque representa la exaltación de un sentimiento concebido por todos nosotros, los que creímos en él, los que desde su alborear político y artístico pusimos ciega confianza en la grandeza de sus facultades, en la magnitud de su genio.

El Heraldo de Madrid dio la noticia en la siguiente forma:
“Blasco Ibáñez en París. Nuestro querido amigo el ilustre novelista Blasco Ibáñez acaba de ser objeto de una gran demostración de aprecio de sus méritos por parte del gobierno de la República francesa, pues ha sido nombrado comendador de la Legión de Honor.
El gobierno francés, a instancias del ministro de Bellas Artes, y en atención a que las novelas de Blasco están declaradas de texto en las cátedras de español de todos los Liceos de Francia, le ha nombrado comendador de la Legión de Honor, que es la más alta distinción que puede concederse a los que no son ministros o jefes de Estado.


El embajador de España, Sr. León y Castillo, le entregó días pasados al señor Blasco Ibáñez las insignias, que son magníficas, como regalo del gobierno francés.

Con motivo de este nombramiento se le ha obsequiado a Blasco con un banquete, al que asistieron personalidades eminentes de la literatura y de la ciencia, como Max Nordau, Camilo Flammarion, etcétera.”

Trabajó en nuestra tierra, de cuyos efluvios impregnó sus novelas costumbristas de un maravilloso colorido; venció aquí, entre sus paisanos, que es la más grande victoria que se pueda conseguir, lo mismo en el arte que en la política, pues que viviendo siempre cerca de quienes ensalzan y admiran, se concita fácilmente el odio, la rivalidad de quienes por impotencia se rebelan.

Dio a su patria chica el más excelso zumo de su juventud, de su imaginación, en la que no hay detalle que adquiera proporciones gigantescas, como visiones de Dante o Miguel Angel.

El nombre de Valencia circula por el mundo, unido al del gran novelista, como se une el nombre propio al apellido de los padres. Y aquí, sintiendo en lo más recóndito de su alma los estremecimientos de la Naturaleza, inundada siempre de espléndido sol, en donde la luz y el color parecen pensamientos, ideas; donde cielo y tierra, vega y mar, entonan eternas sinfonías de divina euritmia, de inefable poesía, vivió el inmortal Vicente Blasco sus más preciadas joyas literarias, fósforo, tuétano y médula de la moderna literatura española, salomónicas columnas, sobre las que se asienta una revolución en el procedimiento, idéntica a la que en Francia realizaron Flaubert y Zola, en la forma más luminosa, más pictórica, si así se nos permite llamarla, más genial.

No queremos mezclar en la pureza de este triunfo la arraigada pasión política, que no nos quiere abandonar, ni queremos que nos abandone porque en ella, en sus odios, sus amores o su perdón vivimos y porque sin ella entendemos pobre, triste, infecunda la vida de los ciudadanos. No queremos que, aun siendo un himno soberano, resuenen entre las páginas imperecederas que trazó Blasco Ibáñez los belicosos acordes de La Marsellesa, encarnación musical de los desesperados, los anhelos de los oprimidos, las ansias de los parias que se rebelaron contra la tiranía universal y arrancaron el alma humana del poder del opresor. Al ejército de desvalidos, al proletariado de todas las amarguras, de todas las desigualdades, de todas las lacras sociales, cantó el autor de La Bodega.

Pero si nuestras pasiones políticas asomaran entre estas líneas; si nuestro pensamiento se conturbara pensando en la ira que sufrirán en el suyo sus enemigos, sus detractores, los que con todo motivo y en todo momento lo ultrajaron, dando de su valencianismo una menguada muestra, no creeríamos obedecer con nobleza lo que la imperiosa ley del perdón exige.

El triunfo corresponde por entero a Valencia, a sus paisanos, entre los cuales late el alma de Blasco Ibáñez, porque él, con el esfuerzo de su inteligencia, transformó la educación de nuestro pueblo; abrió grandes horizontes políticos y sociales a las masas populares; les infiltró el espíritu de la lucha abnegada e incesante por el ideal; dictó en un programa la renovación de la ciudad mediante reformas locales, para modernizar y europeizar la capital; organizó gigantescas batallas contra el viejo, anacrónico y mediatizado influjo reaccionario que sepultaba a esta pequeña villa-luz en las más oscuras tinieblas, y aparte de este esfuerzo, obra del luchador, del apóstol de las masas, del tribuno inspirado y fogoso, poeta de la naturaleza y de la vida, pintó en sus páginas espléndidas la fisonomía moral y social de un pueblo, trazándole su historia del porvenir.

Recuerdo la emoción que me causaba en los días de emigración en París, el ver todas las obras de Blasco Ibáñez traducidas al francés, exhibiendo sus títulos en los escaparates de las librerías, como recuerdo la atención con que escuchaba los elogios que le dirigían los contertulios del célebre académico Faguet. Hoy, que el gobierno de la vecina República ensalza el nombre de Valencia, honrándolo en Blasco Ibáñez, experimento tan viva impresión como entonces, y creyendo interpretar la aspiración de todos los amigos y admiradores del autor de La Barraca, que encarnó sus ideales en el lema Arte y Libertad, las condenso en un solo grito:
¡Viva Blasco Ibáñez!

Arte y Libertad

Casa Museo Blasco Ibáñez

Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez