La necesidad de aunar el esfuerzo y las aspiraciones de
los anticlericales españoles, encauzando la labor aislada
de todos los individuos y colectividades que trabajan
hoy día por contrarrestar el absorbente y avasallador
influjo que el poder clerical ejerce en la vida civil
y política de nuestra Patria, nos ha inducido a fundar
la “Liga Anticlerical Española”, cuyo fin es organizar
las dispersas huestes del anticlericalismo, dirigiendo
y robusteciendo su acción, y dando coherencia y coordinación
a sus inconexas y esporádicas manifestaciones.
Ultimo
episodio de la lucha cien veces secular, la batalla que
inevitable y próximamente va a librarse en nuestro suelo
necesita del concurso de todas las voluntades libres,
a fin de sacudir de una vez para siempre los restos
de ese poder sombrío y fanático que ha pesado cruelmente
sobre los destinos del pensamiento humano, haciendo
que cada uno de sus avances fuera sellado con la sangre
de hombres gloriosamente representativos.
Herederos
del caudal con que enriquecieron nuestro patrimonio de
saber y de cultura, lo somos también, o debemos serlo,
de su abnegación insigne para combatir en todo momento,
y en éste más que en ningún otro, cuantas resistencias
y asechanzas provengan de parte de ese común enemigo que
esconde sus instintos de chacal bajo los cándidos vellones
y la mansa apariencia del cordero.
Recientes
acontecimientos de dolorosa memoria atestiguan que aún
existe en España la siniestra posibilidad de ahogar en
sangre el grito de la idea liberal, reanudando y continuando
un martirologio que creíamos relegado para siempre al
oprobio de la Historia.
La
bochornosa tutela ejercida sobre nosotros por extraños
poderes nos degrada a la condición de un pueblo intervenido.
Las innúmeras Comunidades y Asociaciones religiosas, que
con la espantosa virtud prolífica de la más terrible epidemia
corroen y desecan el organismo nacional, constituyen un
irritante caso de parasitismo, al que es necesario aplicar
remedio urgente y heroico.
Los
dos principios que son esencia de la vida moderna y postulados
de la cultura contemporánea y del espíritu europeo: la
libertad de pensamiento y la supremacía del poder civil,
en la esfera de su propia acción, no tienen en España
una existencia siquiera formal.
La
“Liga Anticlerical Española” se propone como fin inmediato
establecer una continua comunicación con análogas entidades
del extranjero, crear un nexo entre todas las colectividades
españolas, estimular a los poderes gobernantes, fiscalizar
la acción del clericalismo, siempre reaccionario, propagar
tenazmente nuestras doctrinas y, como fin remoto, separar
para siempre los dos poderes, civil y religioso, ya separados
en la conciencia de todo hombre culto, hasta llegar al
completo laicismo de la vida civil.
Para
ello, dirigimos un llamamiento a todas las fuerzas vivas
del país, tanto corporativas como individuales, convencidos
de que encarnamos las aspiraciones de todos los elementos
liberales de la nación, y de que la campaña que organizamos
no sólo obedece al más supremo imperativo de la cultura
moderna, sino que es, ante todo y sobre todo, para los
españoles, obra imprescindible de conservación nacional.
La
Comisión ejecutiva: presidente, Miguel Morayta; vicepresidente,
Luis Morote; vocales: Santiago Arimón, Augusto Barcia,
Francisco Escola, Ricardo Villamor; secretario, Eduardo
Ovejero.
Madrid,
25 de Junio de 1911.
Tomado
de “La Palabra Libre”.
Hemeroteca
Municipal de Madrid.