Una visita al país de los soviets en la primavera
de 1923(II).
Los
directores obreros.
Por José Loredo Aparicio
Abogado
y periodista. Presidente
de las Juventudes Socialistas asturianas,
Junto con Isidoro Acevedo fue uno de los
fundadores del Partido Comunista.
(Publicado en el periódico
asturiano El Noroeste)
En la orilla izquierda del Moskova, enfrente
del Kremlin y del blanco Palacio de los Sindicatos,
se levanta la Gran Central de Energía Eléctrica
de Moscú. Sus dimensiones son una nota discordante
entre las cúpulas de las iglesias y las torres
rojas o verdes de los palacios. Esta es la industria
mimada del comunismo; sabido es el gran plan de electrificación
proyectado por Lenin y que los técnicos han comenzado
ya a realizar, como prueba esta fábrica
que hoy produce 300.000 kilovatios, y está montando
la gigantesca maquinaria que llevará la energía
hasta la última aldea del gobierno de Moscú.
Se alimenta de nafta, conducida desde los depósitos
a las calderas por una larga tubería. Es el ejemplo
típico de la industria moderna, limpia, brillante,
donde los obreros no parecen diablos y pueden trabajar
con la ropa de la calle. ¡Lástima que no
pueda quitarse el ruido, porque la mayor parte de las
explicaciones que se nos dan las llevan las dinamos!
El director –un joven obrero comunista-
nos muestra entusiasmado los motores, las ruedas, las
excavaciones donde han montado las nuevas instalaciones.
“¡Esta es nuestra obra!”, dice. En
diez años habremos trazado las líneas
generales del plan de electrificación de Rusia.
¿Será posible? Debe de tenerse en cuenta
que Lenin, su autor, no es ningún utopista; su
característica es el realismo y el no perderse
nunca en las vaguedades de la teoría; de la organización
de este plan se han encargado técnicos que han
estudiado y publicado, detalle por detalle, la obra
a realizar. Lo cierto es que se está
comenzando aún, pero se ha llevado ya la luz
eléctrica y el pequeño motor a aldeas
lejanas, que la llaman “la luz de Lenin”,
según nos dice el director, al mismo tiempo que
nos enseña la colección fotográfica
de una central levantada en otro lejano gobierno, alimentada
con turba y entorno a la cual se levantan las casas
de los obreros, la escuela, el club y el teatro.
Una de las cosas que más sorprenden en
la Revolución es el director obrero. Más
del 50 por 100 de los directores de la industria rusa
son obreros, comunistas o sin partido. Bajo su dependencia
están los ingenieros o los técnicos, y
él es, por tanto, el responsable de la buena
marcha de la empresa. Para conocer los resultados de
este régimen, la “Pravda” organizó
un concurso entre los obreros sobre el mejor y el peor
director de industria. Bajo el régimen
de la nueva política económica este concurso
tenía que ser muy interesante. Las nueve décimas
partes de la industria están bajo la dirección
del Estado obrero, y como ha sido necesario hacer concesiones
al capital privado, el valor de los directores
de las empresas nacionalizadas es un factor muy importante
de la concurrencia entre el Estado y los capitalistas.
La “Pravda” fijó en todas las fábricas
grandes carteles invitando a los obreros a decir todo
lo que pensaran de sus directores. No poco trabajo costó
vencer la pusilanimidad de éstos, que temían
las represalias. Pero en cuanto llegaron y se publicaron
las primeras cartas, llovieron misivas sobre la redacción.
La popularidad del concurso aumentó al conocerse
sus consecuencias políticas. Varios directores,
tachados de malos, fueron revocados inmediatamente.
Las revocaciones, sin embargo, no se hicieron a tontas
y a locas. Hubo necesidad de tomar medidas
contra la malevolencia, la calumnia, la adulación.
El contenido de muchas correspondencias, antes de ser
publicado, fue comprobado en el punto de origen mediante
el concurso de los núcleos comunistas y de los
sindicatos.
El cuestionario incluía estas preguntas:
¿Ha conseguido vuestro director aumentar la producción?
¿Se preocupa de los intereses del personal?
¿Qué relaciones sostiene con la masa de
los trabajadores?
¿Cuál es su actitud para con el partido
y el sindicato?
¿Qué labor realiza por la previsión
social?
Publicaron contestaciones referentes a 132 directores,
aunque las recibidas se referían a 350. El jurado
se componía de delegados del Partido Comunista
Ruso, del comité de la sección de Moscú,
del ejecutivo de los Sindicatos, Consejo superior de
la Economía, redactores de “Pravda”
y “La vida económica” y tres elegidos
por las fábricas. Este jurado calificó
de buenos a quince directores. A los obreros que los
designaron se les premió con un abrigo de invierno,
un juego de ropa blanca, un paquete de libros y la suscripción
a “Pravda”.
Oukhonor, director de la fábrica de máquinas
eléctricas “Dynamo” de Moscú,
fue calificado como el mejor. Daremos una idea de sus
méritos: al hacerse cargo de la fábrica,
la encontró en completa ruina; los obreros con
las piezas pequeñas de la maquinaria hacían
encendedores que vendían; se carecía de
materias primas y de instrumentos importantes. En pocos
meses de dirección inteligente, la producción
superó en el diez por ciento al plan que se había
previsto. Oukhanor tiene en la fábrica gran autoridad
y es querido por los obreros. Es uno de los
que primero ha introducido en las costumbres rusas el
contrato colectivo. Después de la nueva política
económica, ha fundado una cooperativa, una casa-cuna
con treinta camas y una escuela de aprendices para sesenta
alumnos; como el calzado es caro, organizó un
taller de reparaciones. Oukhanor es comunista, mucho
tiempo militante ilegal y voluntario en la lucha contra
los insurrectos de Cronstad.
Otro de los buenos directores, sin partido, es el químico
Eichman, que de simple obrero ha pasado a la categoría
de sabio. Dirige la fábrica de materias colorantes
de Derborensk. Ha organizado en Rusia la producción
de fenol, y es uno de los pocos que han logrado producir
tanto como antes de la guerra.
El director rojo, el obrero jefe de industria, es un
producto de la Revolución, formado en sus múltiples
escuelas: los comités de fábrica, los
sindicatos, los consejos, el partido, los soviets, y
que ha pasado por el temple de la guerra civil. De su
eficacia hablan las estadísticas. A la vista
tenemos las referentes a la producción del primer
semestre de este año: la producción continúa
aumentando, y en algunas ramas, como la nafta, supera
a la de 1913. Se han hecho nuevos descubrimientos de
petróleo, y lo que es más importante,
habiéndose observado en una localidad del gobierno
de Moscú una desviación considerable de
la aguja magnética, se envió una comisión
a estudiar el fenómeno; el cual fue el más
estupendo yacimiento de hierro que se conoce; en adelante
Rusia tendrá más importancia que el Rhur.
Y las calles se engalanan, no con banderas rojas,
sino con el blanqueo y reconstrucción de las
casas, con las calderas del asfalto, con las alcantarillas
y cañerías del agua que se descubren para
repararlas. Es una fiebre de trabajo, pero es también
una lucha sorda del Estado obrero contra el capitalismo
de la Nep (como se llama a la nueva política
económica), es la segunda fase de la revolución
y, por lo menos, si el socialismo fuera vencido, se
habría llegado a la democracia más honda
que se ha conocido en el mundo.