Por
Francisco Pi y Margall
y Francisco Pi y Arsuaga.
El día
primero de Julio, a las siete de la noche, llamados
por el Almirante los jefes que suscriben, dio lectura
de los telegramas cruzados con el General en Jefe desde
La Habana, en los cuales aquél dispone que a
pesar de las observaciones hechas sobre el desastre
que espera a la escuadra a la boca del puerto, salga
ésta a viva fuerza y a todo evento en caso de
ser inminente la pérdida de Santiago de Cuba.
Seguidamente dio noticia de las operaciones militares
verificadas en el día de hoy, en que
el enemigo se ha apoderado del pueblo del Caney y de
la meseta de San Juan, y preguntada
la opinión de los jefes de referencia sobre si
consideraban que era llegada la ocasión en que
dicho General en Jefe dispone la salida, manifestaron
por unanimidad absoluta que consideraban que había
llegado la ocasión en que el General
en Jefe dispone la salida; pero que para ello es absolutamente
imposible intentar la salida sin embarcar la gente que
está en tierra defendiendo la plaza, que es hoy
más de las dos terceras partes de la marinería
y que al mismo tiempo, y según oficialmente ha
manifestado el jefe de este cuerpo de ejército,
no puede prescindir de este socorro, pues carece en
absoluto de reservas y de fuerzas con que relevarlos
en la extensa línea que defiende. Como consecuencia
de lo anteriormente expuesto, entienden, que para coadyuvar
con la mayor eficacia y condiciones de éxito
para la defensa de la plaza sería conveniente
obstruir la entrada del puerto.
José
de Paredes.- Juan B. Lazaga.- Fernando Villaamil.- Víctor
M. Concas.- Antonio Eulate.- Emilio Díaz Moreu