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Entre Repúblicas
Cuba y la guerra con los Estados Unidos (VI)
                                                

Guerra con los Estados Unidos.
Las dos escuadras traban combate.
La suerte del crucero acorazado Almirante Oquendo.

 

Por Francisco Pi y Margall
y Francisco Pi y Arsuaga.


De lo ocurrido al Oquendo hubo de dar cuenta el teniente de navío señor don Alfredo Calandria, el más antiguo oficial de los de la dotación, que sobrevivió al combate del 8 de Julio.

Fue el Almirante Oquendo el buque más castigado en un principio, pues vino a caer en medio de la escuadra enemiga, cuando evolucionando para aproximarse se encontraba en mejores condiciones para el ataque, ventaja que aprovechó, cargando con preferencia sobre él.

Se hizo el combate sostenido por este buque, más desigual aún que el sostenido por el Teresa, porque al poco tiempo de comenzado, un proyectil enemigo entró en la torre de proa, matando a todo el personal de ella, menos un artillero que quedó muy mal herido.

A la batería de 14 cm., barrida por el fuego enemigo desde el principio, sólo
le quedaron dos cañones útiles, con los que continuó defendiéndose con una energía incomparable.

También la torre de popa quedó sin su oficial-comandante, muerto por un
proyectil del enemigo, que entró al abrir la puerta para poder respirar, porque
se asfixiaban dentro.

Hubo dos incendios: el primero, que se dominó, ocurrió en el sollado de proa, y el segundo, que se inició a popa, no se pudo dominar, porque ya no daban agua las bombas.

Los ascensores de municiones de 14 cm. faltaron desde el principio, pero no faltaron municiones en la batería, mientras que pudo batirse, por los repuestos que, a prevención, se habían puesto en todos los buques.

Cuando el comandante del Oquendo vió que no podía dominar el incendio y no tenía ningún cañón en estado de servicio, fue cuando se decidió a embarrancar, mandando previamente disparar todos los torpedos, menos los dos de popa, por si se acercaba algún buque enemigo, basta que llegado el último extremo, mandó arriar la bandera, minutos después que el Teresa y previa la consulta a aquellos oficiales que estaban presentes.

En el momento, dice en su parte Calandria, que el buque embarrancaba,
llenos de muertos y heridos las cubiertas, la artillería inútil y devorados por el incendio, el señor comandante ordenó al que suscribe arriara la bandera; pero tanto por la poca energía con que dio la orden, como por la vacilación natural en los que debían ejecutarla, no hubo lugar a que la triste orden se cumpliese; el fuego, que en aquel momento tenía grandes proporciones, quemó la driza y la bandera cayó entre las llamas.

Los comandantes segundo y tercero y tres tenientes de navío habían ya muerto. El salvamento de los supervivientes fue organizado por su comandante, que perdió la vida por salvar la de sus subordinados. Hicieron una balsa, arriaron dos lanchitas, únicas embarcaciones que les quedaban útiles, y últimamente fueron auxiliados por embarcaciones americanas.

El buque quedó varado a una distancia de 10 a 13 millas próximamente de la boca del puerto de Santiago de Cuba.