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Entre Repúblicas
República y hostias.
                                                

 

República y hostias.

Por Eduardo Barriobero y Herrán.
Febrero de 1911.

 

 

No es mío el título. República y hostias pide uno de los tipos de la caricatura publicada por Nakens, con gran éxito. Ahora, eso sí, yo grito con el de la caricatura: ¡República y hostias! O, mejor: ¡Hostias y República! Porque convendría que nos dieran o diésemos unas cuantas a los que toleramos las actuales vergüenzas o a los que las realizan a calzón quitado y con la capa puesta, que en el campo republicano hay gente para todo, hasta para tocar el acordeón y ayudar a misa. ¡República y hostias!

Con las elecciones provinciales hemos puesto de relieve todas nuestras ridiculeces. Hemos acudido a las antevotaciones como las estudiantinas al concurso de la Pradera: por grupos y grupitos, en los que no faltaba un apreciable panderetólogo y a los que acompañaban las bandas de postulantes de anteelectores. Grande fue la agitación y animado el movimiento. El pueblo republicano trabajador, requerido por el pueblo republicano... electoral, abandonó un día de trabajo y de haber para acudir solícito a la tonsura y consagración de unos cuantos padrecillos.

Iba a exclamar de nuevo ¡República y hostias!, pero se me ocurre preguntar antes: ¿Vale un diputado provincial todos estos sacrificios? Según como sea, me contestarán los sesudos homes de comité o junta. Aun cuando sea de oro y brillantes, les replico yo, y cierro el diálogo. ¿Qué puede hacer por la República? Nada. Repartir cuatro credenciales que le toquen en los cuatro años de mando. Meter en el hospital cuatro “calandrias”. Nombrar a cuatro conspicuos de distrito “amas de cría”. Esto es todo. Y para cada una de las mencionadas canonjías tendrá cuarenta pretendientes, y con ello habrá fomentado le empleomanía en el partido de tal manera que los trabajadores de ayer sean los aspirantes y los pretendientes de hoy y los cesantes de mañana.

La gravedad de esto se advierte con sólo considerar que en España hay dos categorías sociales a quienes ni por casualidad se les ocurre pensar que el trabajo es un manantial por lo menos de garbanzos, ya que no de monedas de oro, que ese, en nuestro país, es del Banco y de la Iglesia.

La categoría de los pretendientes y la de los cesantes. Cuando a mí me dicen por la calle: “Señorito, una limosna, que estoy cesante desde el año 90.” Suelo contestar: “Mejor la merezco yo, que nunca fui empleado, tenga la bondad de dármela.”

Y de lo útil que es para el partido republicano tener destinos del Estado, yo podría decir muchas cosas. Recordaré sólo a los que, cuando no quieren servir, dicen: “Nosotros tenemos que dar ejemplo” y a los guardias de Orden público, que tratados de cerca son todos republicanos y luego en las manifestaciones tumultuosas pegan como carlistas.

Invertida la energía que el partido republicano gasta en hacer diputados provinciales, en deshacer, esto es, en suprimir la soberanamente inútil Diputación provincial, ya lo habríamos conseguido.

Y esto sí que hubiera sido más honrado, más útil, más práctico y más republicano que fabricar “amas de cría”, “calandrias” y peones camineros. Pero, ¿quién se mete en honduras?

Gritemos a pleno pulmón: ¡República y hostias!