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Atlántica, los amos de la Asturias cableada,
reformar el capitalismo y
la masa crítica.


Por Carmelo de Samalea.


Nuestros colegas de la revista Atlántica han dedicado su primer número a “Los dueños de Asturias” y al cableado de intereses, a esa red clientelar que, como en toda España, se ha desarrollado con la interesada promoción del sistema de partidos vigente. Puede afirmarse que la tercera restauración borbónica ha traído, de igual forma, su caciquismo moderno y renovado, de tercera generación.

La Asturias cableada es la del reparto del poder y sus prebendas entre los tres partidos políticos, accionistas mayoritarios de la gran bicoca donde se genera la energía que alimenta los enchufes, pero donde también se fraguan las venganzas y castigos que se dictan contra los desafectos y contrarios, y que los chequistas de esos partidos se encargan de ejecutar.

Es un ambiente por todos conocido y ningún estamento se libra: de la Universidad a la judicatura: o conmigo o contra mí, y al enemigo, ni agua. Por eso extraña bastante, o no, depende como se mire e interprete, que el artículo de portada del primer número de la revista Atlántica se le encargue al corresponsal perpetuo en Asturias del diario socialfelipista por antonomasia: El País.

Y es que los amos de Asturias no son los Masaveu, los Alvargonzález, los Orejas o los Cosmen; ni, mucho menos, otros de menor cuantía que en dicho artículo se citan: influyentes, poderosos, nadie lo puede negar, pero… El actual amo de Asturias es el presidente Alvarez Areces y su gabinete negro político-financiero-mediático-judicial. Ahí es donde hay que entrar, pero donde no se puede entrar.

Quizás hubiera sido mejor haber sido más humildes, menos ambiciosos, tratar un solo tema: uno de los tentáculos del pulpo, por ejemplo, Cajastur. Y escribir de HC-EDP y sus problemas con las cuentas del balance (económico, ambiental y de personal); y de Beyos y Ponga y la recompra de La Talá… O se podría haber escogido el tentáculo industrial-sindical: Mittal, que compra aviones supersónicos para su uso particular y apaga altos hornos; Du Pont, que propone “vacaciones” sin sueldo, que no sé si será equivalente al paro sin paro, que todavía no se le ocurrió a Aznar; de los astilleros en liquidación permanente. O el tentáculo de la construcción: Sogepsa, Asprocón, Cuota y cía.

Porque de los Masaveu, más que las pomaradas que compran o dejan de comprar, lo que interesaría saber de verdad es lo que pagaron a la Hacienda asturiana por la herencia de doña Cristina: si pagaron algo, si fue en contante y sonante, o en vinos, como antes lo fue en cuadros.

¿Y que decir de lo de reformar el capitalismo del otro ínclito? Si aceptamos que el fundamento del capitalismo no es la ideología, sino los negocios y el beneficio, entonces… El capitalismo no se reforma, se adapta para sobrevivir y sigue a lo suyo. No fue una tal Europa, en abstracto, la que impuso la economía neoliberal vigente, sino la socialdemocracia que dominaba sus instituciones, que gobernaba en varios países, que controlaba poderosos sindicatos. El gran neoliberal español fue Felipe González, “luz y guía” de los pequeños neoliberales ex (o nunca) socialdemócratas que mandaban y mandan en autonomías y ayuntamientos. Keynesiano fue el Caudillo, sin leerlo, sin saberlo, con su Seguridad Social, sus jubilaciones, sus pantanos, sus ensidesas, sus planes de desarrollo y sus barriadas obreras, que sentaron las bases de la actual España de propietarios.

Propietarios, hijos de propietarios, con buenos sueldos y cómodos trabajos, influyentes y agasajados, embotados por la buena vida: ¿qué sabrán ellos de crisis y de paro? ¿Cómo van a querer acabar con el capitalismo, que tanto sufrimiento ha causado y causa a la humanidad? Lo único que quieren realmente es que no les time un Madoff y que la chusma no salga a la calle y les queme el coche.

Y no una masa, sino una minoría crítica es lo que hay en Asturias. Una minoría superviviente de la laminación franquista y del cableado socialfelipista, es verdad, pero de la que habría que descontar al numeroso grupo de los maridos engañados, envidiosos, rencorosos y otros osos.