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Los políticos y banqueros españoles tienen antecedentes.

Por Carmelo de Samalea.

 

Si en ningún banco o caja de ahorros darían el más humilde puesto de trabajo a una persona que hubiera robado o estafado, ¿cómo se atreven ellos a pedirnos confianza con los pésimos antecedentes que tienen?

Políticos y banqueros españoles, banqueros y políticos: llevan decenios tejiendo juntos la misma red de intereses, en perfecta simbiosis. Los partidos políticos les deben a los bancos miles y miles de millones. Los bancos les ponen intereses muy bajos y cada cierto tiempo les condonan parte de la deuda. ¿Qué no ocurrirá en las cajas de ahorros donde son los propios partidos políticos los que las mangonean?

Hubo una vez un señor llamado Ruiz Mateos que tenía 19 bancos y miles y miles de empleados. El gobierno de González y Boyer se los intervino un día de Febrero de 1983. Los sanearon con cientos de miles de millones de pesetas y luego, como dijo un destacado dirigente de la UGT del sector, “se los regalaron a sus amigos a cambio de favores y contrapartidas”.

Según cuenta la leyenda, la banca Garriga Nogués era la filial catalana del Banesto y estaba capitaneada por un tal Javier de la Rosa. En 1985 se descubrió un agujero colosal, pero los jefes de Banesto prefirieron ocultarlo debajo de una alfombra. Cuando en 1988 llegó Mario Conde, se abrió una investigación que determinó que el agujero alcanzaba los 98.500 millones pesetas. Mario Conde no puso entonces denuncia en los juzgados, pero unos años después fue él el que acabó en la cárcel.

Por esa época, al que fuera primer ministro de Economía del felipismo, Miguel Boyer, lo ficharon los primos de la gabardina para ponerlo al frente del resultante de la operación de fusión del Central y del Banesto que preparaban, pero que no les salió bien porque apareció Mario Conde.

Erase una vez un señor apellidado Ibarra que presidía el BBV y otro llamado Tomás Ramón Fernández que era consejero del Banco de España. En vísperas de la intervención de Banesto por el Estado, se apresuraron a vender las acciones que tenían. El señor Ibarra, además, había propuesto y difundido el Código de Estilo del BBV, destinado a los empleados. Así que lo de la información privilegiada no debía de ir con ellos ni con la CNMV.

En el romancero popular ha quedado recogida la historia de un gobierno socialista que retiró un recurso presentado en el Tribunal Supremo contra La Caixa. En versos mal rimados se cuenta como Vilarasau, presidente de La Caixa, habló con Roca, que habló con Serra, vicepresidente del gobierno, que habló con… Emilio Jiménez Aparicio era el director general de los servicios jurídicos del Estado y tuvo que dar por escrito la orden de la retirada a Agustín Puente, jefe de los servicios jurídicos del Estado en el Tribunal Supremo.

La Caixa y sus libretas PTI y sus primas únicas, todo opaco a Hacienda, que a finales de los ochenta se estimaba en más de un billón. En 1994, intervino Solbes para rebajar importes: de deudas y sanciones pendientes con Hacienda. También ese año dimitió Abelardo Delgado, director de la Agencia Tributaria.

¿Primas únicas?, ¿cesiones de crédito? Esto me recuerda unos pliegos de cordel que por las calles los ciegos cantaban. Hablaban de cuando la jueza Palacios de la Audiencia Nacional con el señor Botín se escribía. Unas 45.000 operaciones y unos 400.000 millones de pesetas danzaron en la opacidad, con cuentas a nombres de muertos, de humildes jubilados e incluso de párrocos de recoletas aldeas. Contaban los ciegos que cada vez que la jueza se citaba con el banquero un camión blindado lleno de fajos de billetes daba vueltas al edificio por si hubiera esponsales y fianza. Pero el ministerio fiscal y el abogado del Estado solicitaron el sobreseimiento en innumerables ocasiones…

¡Ah, el señor Botín! Su proverbial generosidad la cantaba un gallardo trovador que, acompañado de una cítara, recordaba a Amusátegui y Corcóstegui, dos humildes directivos del BCH que por colocar una S entre la B y la C, y dejar las poltronas libres recibieron 43,8 millones de euros, uno, y 108,1 millones, el otro.

Banqueros y políticos. Políticos y banqueros. Erase una vez un señor que firmaba los billetes de la moneda de un país llamado España. Gobernaba el Banco de España y con Ibercorp trabajaba y por teléfono decía:
-¡Manolo, prepárame dos talones!

Hay que tener confianza porque todos, banqueros y políticos, políticos y banqueros, se han puesto de acuerdo para que, como siempre, “dinero no falte, y trampa adelante”.