Los
errores del gobernador.
Por
Juan Francisco Martín Seco.
Público.es
Es una mala costumbre de los gobernadores del Banco de España
preocuparse de aquello que no les concierne, al tiempo que abandonan
sus cometidos. El actual gobernador se ha pasado dos años pontificando
acerca del mercado de trabajo, exigiendo la reforma del sistema de pensiones,
abogando por la reducción de los salarios –desde luego,
no el suyo que, amparándose en la tradición, se resistía
a hacer público– y reclamando la reducción del déficit
público, pero se ha olvidado de sanear el sistema financiero.
Del mismo modo que se negó la crisis, se han ocultado
también los problemas de nuestras entidades financieras;
no obstante, la prueba de su existencia es que el crédito durante
todo esto tiempo no ha llegado adecuadamente a las empresas y a los
particulares. El Gobierno cambió la normativa concursal con el
fin de que promotoras y constructoras no tuvieran que reconocer pérdidas
potenciales y el Banco de España ha permitido a las entidades
financieras mantener en el balance sin provisionar determinados activos
contabilizados a un valor muy inferior al real. Se dio lugar
así a que surgieran empresas y bancos zombis, entidades con graves
dificultades económicas que sólo mantienen una apariencia
de normalidad, pero que no pueden funcionar correctamente y que han
estrangulado a la economía.
El gobernador del Banco de España, tan duro con trabajadores,
pensionistas y funcionarios, ha sido incapaz de oponerse a los intereses
de las sociedades inmobiliarias, de los banqueros y de las élites
políticas de las comunidades autónomas.
En este momento, con dos
años de retraso –se ha perdido un tiempo precioso–,
no tiene más remedio que obligar a las entidades financieras
a sanear sus cuentas, con lo que muchas de ellas, parece ser que principalmente
cajas, tendrán que mostrar su auténtica situación
y ser reflotadas por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria
(FROB); es decir, con el dinero de todos los contribuyentes.
Ahora bien, si son saneadas con recursos del Estado, deberían
permanecer en el Estado formando una gran banca pública cuya
necesidad ha quedado patente en esta crisis, en la que el Gobierno
ha tenido que echar mano de un organismo como el ICO, absolutamente
incapacitado para los fines que se le pretendían asignar. Hay
que temer, sin embargo, conociendo la ideología del señor
gobernador, que los planes sean otros y que se pretenda más bien
convertir a las cajas en bancos para que pasen cuanto antes
a manos privadas.