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La alcaldesa de La Muela y el dolor de muelas de
la alcaldesa (de Gijón).


Por Carmelo de Samalea.



María Victoria Pinilla es la alcaldesa de La Muela, un pueblo que está a veintitantos kilómetros de Zaragoza y pegado a una autopista. Lleva veinte años en el cargo, militaba en el Partido Aragonés Regionalista y hace unas semanas había anunciado que ésta era su última legislatura y que dejaba la política por (¿recuperar?) su vida privada. Pero, lo que son las cosas, ahora está en la cárcel de Zuera, privada, pero privada de libertad y encausada.

Salió en los telediarios y en los papeles. Es la “operación Molinos”, así bautizada por la policía y hay diecisiete imputados más. Es lo de siempre: cohecho, revelación de secretos, negociaciones prohibidas, tráfico de influencias, sobornos, prevaricación, fraude, blanqueo… Y son los de siempre: empresarios, concejales, altos funcionarios, parientes y amigos. Y es por lo de siempre: la tierra, para el que la recalifica, que dijo El Roto. Proyectos de miles de viviendas y campos de golf.

Paz Fernández Felgueroso, alcaldesa de Gijón por una gracia, no de Dios, sino del felipismo, también lo quiere dejar (supongo) y volver a la vida privada. No ha salido en los telediarios ni existe juez que la vaya a mandar a Villabona, a ella, que tanto debe saber de la vida carcelaria.

En Cabueñes, por mirar a una parte del municipio que está ahora de actualidad, al lado de la Residencia Sanitaria Gómez Sabugo, que no construyó el socialfelipismo, sino el franquismo, conviene recordar, hubo un señor que compró a los Vereterra Polo, primos de la mujer del Caudillo y grandes o ex grandes terratenientes del concejo, "un prau llanu como la palma de la mano" donde pastaban las asturianas de los valles sin un triste tendejón en el que refugiarse del temporal. Y luego, ese señor lo vendió a otros, convenientemente recalificado ya para poder construir, y se ganó más de novecientos millones de pesetas, limpios de polvo y paja, nueve veces más que lo del señor arquitecto municipal, que tantos revuelos y no sé si hasta dolores de muelas ha provocado.

Si Gijón tuviera o hubiera tenido alguna vez un ayuntamiento socialdemócrata, habría adquirido ese prau a los Vereterra y hace tiempo ya que, por poner unos ejemplos, podría estar construido un poblado de casas baratas para trabajadores o una residencia de ancianos. Pero, no, el ayuntamiento socialfelipista entiende el urbanismo como una máquina de hacer millones para unos pocos a base de ir pintando rayas y cambiando usos y volumetría según de donde sople el viento del interés y la conveniencia. Veinte años hace. ¿No tendrán bastante? ¡Y vaya ridículo el de Pedro Sanjurjo chalaneando ahora con alturas y aprovechamientos para ver si escampa!