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Bernard Thibault, líder de la CGT francesa.


Por Anthony Torres.
Wsw.org

Las acciones de los sindicatos franceses durante las recientes huelgas y movilizaciones contra la reforma de las pensiones del presidente Nicolás Sarkozy, han centrado la atención de los trabajadores en el jefe de la Confederación General del Trabajo (CGT), Bernard Thibault.

A pesar de la hostilidad popular masiva contra el jefe de Estado, Thibault insistió en el hecho de que la consigna de huelga general era "abstracta" y "abstrusa". Dejó a su suerte a los huelguistas de los puertos, refinerías y depósitos de petróleo, negándose a movilizar a la clase obrera contra la intervención de las fuerzas de seguridad que terminaron con los bloqueos. Insistiendo en el hecho de que quería negociar con Sarkozy, propuso días de acción no sirvieron para nada.

Esto refuta la creencia convencional de que Thibault dirige una central sindical contestataria. La reorientación política de los trabajadores de cara a las futuras luchas, que no pueden desarrollarse más que independientemente de los sindicatos, exige una apreciación del papel histórico y teórico de Thibault. Pertenece a una capa social históricamente aliada con la burguesía contra la clase obrera, pero que da una imagen combativa frente al gobierno para encubrir su papel en la política del Estado.

Bernard Thibault nació el dos de Enero de 1959 en París y desde 1999 es secretario general de la CGT. Después de cursar estudios de mecánica general, entró en 1976 en la SNCF (la Renfe francesa), en el depósito de Paris-La Villette. En 1977 se afilió a la CGT, y se convirtió en responsable de la comisión de juventud del sindicato. En 1980, fue elegido delegado sindical en su centro de trabajo, y a los 24 años, fue designado por su compañeros ferroviarios para el puesto de secretario de su sindicato en la zona de París-Este.

En 1987, entró en el estalinista Partido Comunista Francés (PCF) y pasó a formar parte del comité federal de los ferroviarios de la CGT.

Thibault entró en la política en un período de transición entre la Guerra Fría y la época post-soviética. Su decisión de brujulear para alcanzar cargos en la CGT y el PCF, habida cuenta de las derrotas sociales infligidas a los trabajadores de estas organizaciones durante este período, significa que se cree destinado a hacer carrera en los entramados sindicales y políticos del estado.

El PCF en los años 1970-1980 sirvió como instrumento de la socialdemocracia francesa para romper huelgas y desorientar a la clase obrera. En 1972, el PCF adoptó el programa común de gobierno con el PS, y en 1976 abandonó el "modelo soviético" y pasó a declararse a favor de la economía nacional. Si el partido ya había demostrado su valía al servicio del capitalismo, al traicionar, especialmente, las huelgas generales de 1936 y 1968, sus declaraciones de la década de 1970 marcaron oficialmente su conversión en defensor del orden establecido.

El Partido Comunista se convirtió en un partido de gobierno al lado del Partido Socialista (PS). El PCF participó en 1981 en el gobierno de Mitterrand con cuatro ministros comunistas. En 1983 llegó el turno de la disciplina y, un año después, la dimisión de los ministros comunistas.

En este período se vieron grandes ataques sociales contra los trabajadores, incluyendo el cierre de plantas en el sector del automóvil, en Renault y en Citroën, y en la industria pesada, tal que en la siderurgia del norte, en Longwy.

En 1991, la burocracia estalinista restauró el capitalismo en la URSS, con consecuencias devastadoras para la clase obrera en la URSS y en todo el mundo. Los análisis de Trotsky sobre la URSS resultaron ser correctos. Trotsky había dicho respecto al porvenir de la URSS: “El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia, que cada vez es más el órgano de la burguesía mundial en el estado obrero, invierte las nuevas formas de propiedad y vuelve a llevar al país al capitalismo, o la clase obrera aplastará a la burocracia y abrirá un camino al socialismo."

Más claramente que antes de la caída de la Unión Soviética, la CGT y el PCF funcionan como instrumentos del Estado, hostiles a los trabajadores y enfeudados a las necesidades de los bancos. Esto no impidió la ascensión de Thibault en el interior del aparato estaliniano. De 1990 a 1993, fue secretario general adjunto; después, de 1993 a 1999, secretario general de la federación ferroviaria de la CGT. Por último, en enero-febrero de 1999, en el 46º congreso, sucedió a Louis Viannet a la cabeza de la confederación.

Después de la caída de la Unión Soviética, la CGT abandonó la Federación Sindical Mundial (FSM, bajo la influencia stalinista) y se unió a la Confederación Europea de Sindicatos -dominada por los sindicatos pro-capitalistas, como la CFDT (Confederación Francesa Democrática del Trabajo). La sumisión de la CGT capitalismo no es, ciertamente, nueva, pues la CGT ya fue el brazo derecho del PCF cuando éste traicionó las huelgas generales de 1936 y 1968. Sin embargo, bajo la dirección de Bernard Thibault, la CGT está desempeñando un papel cada vez más importante en la formulación de la estrategia del Estado.

De acuerdo con René Mouriaux (politólogo e historiador), Thibault habría sido una de las principales figuras de los movimientos de 1995 y se convertiría en un símbolo de la renovación de la CGT, lo que le permitió volver a la dirección confederal en 1997.

En 1995, el gobierno de Juppé (RPR) quería atacar los logros de la clase obrera. Un poderoso movimiento de los trabajadores, concentrado en la huelga de los ferroviarios, desbordó a los sindicatos. Después de haber recuperado el control de las manifestaciones, los sindicatos ahogaron el movimiento huelguístico. Bernard Thibault negoció en 1995 un acuerdo con el ministro de Trabajo, que aceptó no tocar a los ferroviarios, al mismo tiempo que programaba ataques sociales contra el resto de la clase obrera.

Pretender que este acuerdo representó una victoria es una ilusión, pues se mantuvieron la mayoría de los ataques del plan Juppé contra el sistema de seguridad social, y el resto de la carrera de Thibault consistió sobre todo en negociar las reformas para equiparar las pensiones de los trabajadores a la baja. En una serie de sucesivas reformas - en 2003, 2008, y ahora en 2010 - los gobiernos de derecha llevaron la edad de jubilación a igualar hacia abajo las condiciones de los diferentes sectores de la clase obrera.

Desde 1997 a Octubre de 2001, Thibault fue miembro del Consejo Nacional (ex Comité Central) del PCF. Dejó sus responsabilidades nacionales en el PCF en 2001 para marcar el final del concepto de sindicato como correa de transmisión del partido. Esta es una etapa importante. Haciendo pasar a un segundo plano los lazos históricos que la unían al PCF, la CGT aprovechó la oportunidad para colaborar con las fuerzas abiertamente pro-capitalistas, al servicio del estado.

En un artículo de 2007, "¿Por qué Sarkozy quiere salvar a la CGT y a Bernard Thibault," el semanario Marianne detallaba las relaciones forjadas en 2004 entre Sarkozy (entonces ministro de Hacienda) y Thibault, durante la reforma de EDF-GDF (la empresa estatal francesa de gas y electricidad) para preparar su privatización.

Con la amenaza de revelar "la gestión del tesoro de las obras sociales del comité de empresa", es decir, los fondos proporcionados por EDF-GDF y que CGT utilizó como caja negra, Sarkozy descubrió que Thibault prefería "una concesión limitada". Después de "unos meses de conflictos bien controlados, se encontró un "modus vivendi": el estatuto de la empresa cambió, pero... se hizo la promesa (¡traicionada después!) de que el estado sería siempre el accionista mayoritario de EDF-GDF”.

La llegada al poder de Nicolas Sarkozy en 2007 marcó una profundización de las relaciones entre el poder y la CGT. El congreso de finales de 2009 tuvo como objetivo confirmar la política de colaboración estrecha entre Thibault y el presidente Nicolas Sarkozy, continuada desde el inicio del mandato de este último.

En un artículo en Le Monde, titulado "Por unos sindicatos fuertes", publicado en abril de 2008, Nicolas Sarkozy, explicaba la lógica de su colaboración con los sindicatos: "Tengo la íntima convicción de que, para explicar y llevar a buen término las reformas que nuestro país necesita, debemos hacerlo en estrecha colaboración con aquellos que representan los intereses de los asalariados y de las empresas ... "

Esta colaboración contra los trabajadores ya estaba establecida desde hacía tiempo, según Sarkozy: "Justo después de las elecciones presidenciales e incluso antes de ocupar el Elíseo, tenía interés en recibir a los sindicatos y a los empresarios para escuchar y recoger sus posiciones sobre las primeras acciones que yo contaba emprender. Desde entonces, continuo recibiendo regularmente a cada uno de sus representantes. Los conozco bien, a veces tenemos diferencias, pero el diálogo siempre es franco."

Y agregó: "Estoy pensando, por ejemplo, en la reforma de los regímenes especiales de jubilación, que ha podido ser bien resuelto en el otoño gracias al intenso período de concertación a nivel nacional y a las negociaciones en cada una de las empresas implicadas."

En ese momento, la CGT y la CFDT establecían un acuerdo titulado "Posición Común", con la asociación de empleadores y estado. El acuerdo incluía medidas destinadas a aumentar la influencia de los sindicatos más importantes, dando al Estado una burocracia más centralizada para hacer de policía entre la clase obrera.


A pesar de la amplia oposición popular, la CGT y Sarkozy hicieron aprobar leyes durante el verano de 2008, lo que marcó un giro significativo en las relaciones de clase en Francia: prolongación de la semana laboral, reducción de las prestaciones por desempleo, el cambio de leyes que rigen los sindicatos y las huelgas, e importantes regalos hechos a las grandes empresas y las finanzas.