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Ya lo advertían en 2007: La izquierda no debería silenciar los enormes problemas del régimen bolivariano

Venezuela: lecciones de la derrota para la izquierda (en 2007)

Por Pablo Stefanoni


Publicado en Le Grand Soir.info.
http://www.legrandsoir.info/article.php3?id_article=5789
http://www.pulsobolivia.com/


La derrota “parcial, microscópica, por un pelo, pero derrota de todos modos” de Hugo Chávez no puede leerse de manera lineal. Paradójicamente, reafirmó el carácter democrático de un gobierno bajo el fuego de numerosas críticas y le insufló una buena dosis de credibilidad al sistema del voto electrónico y, sobretodo, al poder electoral; esta derrota legitima de hecho las nueve victorias anteriores de Chávez. Al mismo tiempo, “la amenaza socialista” creó un consenso inhabitual alrededor de la Constitución de 1999, a la cual la oposición también se había opuesto entonces. Por último, esta derrota debilita a la derecha dura y golpista, y refuerza a una nueva oposición abierta al diálogo. En cualquier caso, no hay que eludir la cuestión del revés electoral diciendo que Chávez perdió pero no perdió, tanto más cuanto que el presidente bolivariano presentó las cosas como una elección entre “Chávez o Bush”.

La izquierda no debería silenciar los enormes problemas del régimen bolivariano: corrupción, concentración del poder, construcción de un partido-Estado burocrático (le PSUV, Partido Socialista Unido de Venezuela), el carácter plebiscitario del régimen (¿no es criticable, por ejemplo, el hecho de que no haya habido una Asamblea constituyente y que hubiera que votar en bloque cosas que no tenían nada que ver entre sí?), la constitución de una nueva burguesía “bolivariana” que se pasea sin recato por Caracas al volante de sus Hummers, la enorme ineficacia en la gestión pública (un chavista se preguntaba en la web Aporrea cómo puede ser posible que en nueve años de revolución no se haya conseguido garantizar la seguridad alimentaria con la cantidad de recursos petroleros que se dispone y que al día de hoy haya colas “a la cubana” para comprar leche”).

La izquierda no debería tampoco caer en las explicaciones conspirativas que proliferan como champiñones en internet y creer que el pueblo es un sujeto propicio para todo tipo de manipulaciones diabólicas. Tampoco hay que consolarse con la “dignidad” de Chávez al asumir su derrota. Ni pensar, como ciertos compañeros de ruta de la revolución bolivariana, que se trata de un “problema de comunicación”.

Sencillamente, hay que continuar las (auto) críticas que están surgiendo del interior de las filas bolivarianas. ¿Por qué tres millones de votantes de Chávez en las elecciones presidenciales de diciembre de 2006 no han apoyado al presidente y se abstuvieron o votaron No? ¿Por qué el total de votos por el Sí es menor que el número de afiliados del nuevo Partido Socialista Unido? ¿Habrá, por casualidad, tres millones de traidores?, se preguntó un lector de Aporrea. ¿Estará la respuesta en el hecho de que la gente no quiso votar por un socialismo impreciso que nadie, “incluso los cuadros del chavismo”, sabe en qué consiste y, todavía menos, en qué se diferencia del socialismo burocrático y autoritario del siglo veinte? ¿Por qué no pensar que la gente no quiso votar a favor ni en contra de Chávez y expresó una opinión sobre lo que realmente se preguntaba? ¿Se puede obligar a la población a leer, discutir y hacer pasar en un uno o dos meses toda una nueva Constitución que cambia el modelo económico, político e incluso territorial del país?

¿No hubiera pagado el Sí un precio elevado por la arrogancia de los burócratas que se jactaban de que a “Chávez le basta el pueblo” como para tener que preocuparse de los aliados que “se pasaron al otro lado”, como el partido de centro-izquierda “Podemos” y que decían, como cuando el general Baduel (todo un símbolo de la revolución) se fue a la oposición, que era mejor que los “traidores” se fueran por así se clarificaban las cosas? ¿Debe la izquierda apoyar a cualquiera que quiera permanecer en el poder “hasta 2050”? ¿Lo que pasó en Cuba no nos enseña nada? ¿Se puede continuar con la lógica (mayoritaria en el seno de la izquierda durante la guerra fría) de no criticar para no hacer el juego al enemigo? ¿Acaso por casualidad el silencio ayuda a pensar en una transición progresista en Cuba y un cambio de rumbo en Venezuela? ¿Se ha olvidado lo sucedido en la URSS y en la Europa oriental, donde la falta de debate, la construcción de un subjetivismo cínico y el “olvido” de lo que es la acción colectiva condujeron a un situación sin resistencias contra la versión más salvaje del capitalismo?

Es utópico pensar que en la América latina de hoy es posible imponer unos socialismos desde arriba, unas visiones únicas de lo que debe ser un proyecto de emancipación o los liderazgos “para 50 años”. El desafío es cómo construir una democracia radical, opuesta al statu quo actual, pero pluralista en términos de actores y de ideologías populares.