asturiasemanal.es |
laboral | ecología | cultura | opinión | política | etcétera |
con
tacto |
Lucha
por el clima y anticapitalismo (III) Por Daniel Tanuro Extracto de la conferencia pronunciada el 9-09-07. Publicado en: www.legrandsoir.info |
La respuesta neoliberal está diseñándose Ante este reto, ¿qué va a hacer el sistema capitalista? Algo está cambiando. Dirigentes imperialistas toman conciencia de la gravedad y la realidad del problema del cambio climático. Tony Blair está realmente inquieto. La clase dominante británico hoy está realmente inquieta. Cuando Angela Merkel, en el G8, dice que es necesario reducir las emisiones un 50% de aquí al 2050, no se trata de un bluff, es física y conoce el informe. La posición de un Bush que rechaza obstinadamente (como Clinton antes que él) todo compromiso sobre las cifras de las reducciones ligadas a un calendario se volvió minoritaria, incluso en la burguesía americana. Hay varios centenares de ciudades en los Estados Unidos que, independientemente de las comedias de Bush y la administración americana, decidieron aplicar las normas de Kyoto. California está a la cabeza y la agrupación profesional de los productores de electricidad acaba de pronunciarse, hace algunos meses, por la contingentación de las emisiones. No hay que creer que el imperialismo
y el capitalismo van a seguir sin hacer nada -o casi nada- contra el cambio
climático y que eso va a ser el Apocalipsis, una catástrofe
formidable de la que surgirá la revolución. Van a hacer
algo. Pero, ¿qué?, ¿a qué ritmo?, ¿cómo?,
¿y cuáles van a ser las consecuencias ecológicas,
sociales y políticas? Esas son las cuestiones clave. El informe
de Nicholas Stern para el gobierno británico, en Octubre de 2006,
da unas indicaciones sobre las respuestas que el sistema podría
instaurar. El informe puede resumirse en cinco puntos. En segundo lugar, la transición será en fases durante varias décadas, dejando para lo más tarde posible las medidas más estructurales, las que afectan a la producción energética y a los sistemas de transporte en los países desarrollados. Para que este aplazamiento sea posible, deberán ir aún más lejos que hoy en la amalgama entre la reducción de las emisiones y el aumento de las absorciones de carbono por los bosques, sin lo cual no tendrán bastantes reducciones que contabilizar. Podrían, por ejemplo, decidir no sólo nuevas plantaciones de árboles, sino también inversiones destinadas a salvar el bosque tropical, que serían generadoras de derechos a contaminar. Esto se realizará inevitablemente al mismo tiempo que se produce una ola de apropiación privada de los recursos naturales, a costa de las poblaciones indígenas que viven del bosque. En tercer lugar, deberán extenderse radicalmente lo que se llama los mecanismos flexibles de Kyoto, en particular el "Mecanismo de Desarrollo Limpio" (MDL) y el intercambio de derechos de contaminar. El MDL permite a un país desarrollado adquirir derechos de contaminar realizando una inversión que reduzca las emisiones o que aumente las absorciones de carbono en un país del Sur. Este MDL da lugar a fraudes muy importantes. Por lo menos, el 20% de los derechos a contaminar adquiridos por el MDL no corresponden a ninguna reducción (sin olvidar que las absorciones por los bosques no son reducciones estructurales). En el marco de Kyoto, el MDL en general y la plantación de árboles en particular, se someten a algunas limitaciones. Stern propone suprimirlas. Así pues, en el marco de las medidas de las distintas fases, el desarrollo del Sur se volvería un gigantesco mercado para las tecnologías "limpias" del Norte. Este mercado multiplicaría por cuarenta la masa de derechos a contaminar con relación a hoy, lo que daría aún un poco de “más madera” para retrasar las adaptaciones estructurales del Norte. Lo cual multiplicaría también por 40 el fraude y los beneficios de los que negocian con los derechos a contaminar. En cuarto lugar, van a seguir jugando, quizás, a los aprendices de brujos tecnológicos desarrollando los agrocarburantes, los OGM (organismos genéticamente modificados), lo nuclear y quizás otras tecnologías peligrosas. No me extenderé al respecto aquí, pero hay que saber que todas estas opciones son completamente irracionales. Se inscriben en el continuismo de las elecciones irracionales que condujeron al sistema energético actual. Y como ellas, solamente se justifican por el imperativo del beneficio. El ejemplo de los agrocarburantes es tan obvio que las numerosas protestas que se elevan ya salen en los medios de comunicación. La batalla contra lo nuclear choca con más obstáculos, porque el lobby del átomo es muy poderoso y juega a fondo con el mito de una tecnología "cero carbono". En quinto lugar, para que su estrategia funcione, es necesario, obviamente, que el capital encuentre su beneficio y que la factura la pague el mundo del trabajo y los explotados en general. Este doble objetivo lo van a intentar alcanzar por mecanismos de mercado, en particular, dando al carbono un precio mundial que refleje, más o menos, los costes futuros de los daños climáticos. En el mundo de hoy, donde la ideología neoliberal impera en exclusiva, esta idea de dar un precio al carbono es bien acogida por numerosos medioambientalistas. No abordaré aquí el problema teórico inextricable de la evaluación del coste de los daños futuros, sobre todo cuando esos daños afectan a cosas que no tienen precio (en términos marxistas, no lo tienen), como la vida humana y los ecosistemas. Independientemente de este aspecto, está claro que un precio mundial del carbono que refleje el coste de los daños futuros, equivale a reflejar una factura del 100% sobre los países del Sur, a prorrata de lo que compren, mientras que sólo son responsables del 25% del cambio climático. Por otra parte, este precio del carbono podría, por ejemplo, servir para establecer un impuesto sobre el carbono. Como por casualidad, las propuestas que circulan consisten en utilizar el producto de este impuesto para reducir las cotizaciones patronales a la seguridad social. Y en ello hay obviamente una trampa extremadamente temible para el movimiento obrero y para nuestra protección social, porque si el impuesto carbono consigue “descarbonizar la economía", en un determinado momento, no habrá ya bastantes ingresos para la seguridad social. Nuestro papel Lo que tenemos que decir, en el movimiento para el clima, es extremadamente importante. Hay que discutir las líneas de intervención: un programa, actividades, algunas consignas que estén basadas en un análisis de clase, sobre un análisis de la responsabilidad del capitalismo en lo que está pasando. Sobre esta base, es necesario intentar encontrar vías de entrada en el movimiento obrero. Es importante porque se desarrolla hoy lo que llamo una especie de "clima de pánico" en el que se evoca el Apocalipsis, una catástrofe final debida a la actividad humana, a la presencia del hombre en la tierra. Este clima de pánico está ganando una influencia en el movimiento medioambiental y en las grandes asociaciones. Eso los pone en una situación en la que todo lo que proponen los Gobiernos y los empresarios, puesto que es en nombre de la lucha para el medio ambiente o para salvar el clima, se recibe con los brazos abiertos. Y eso los coloca en una situación en la que se oye a las asociaciones medioambientales declarar que "se puede luchar contra el cambio climático porque eso abre nuevos mercados". Intentan caminar junto a las empresas para convencerlas de lo que deben hacer, eludiendo completamente las dimensiones sociales. Ahora bien, estas dimensiones sociales son absolutamente decisivas. No se salvará el clima contra la mayoría de las personas del planeta. Es necesario pues combinar una lucha por el clima y una lucha por la mejora de las condiciones de vida de la mayoría, es una condición de éxito y tenemos un papel clave que jugar a este nivel. Transcripción:
Claude Gany
|