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Un socialdemócrata cordial.

Por Carmelo de Samalea.


Es lo que yo diría del presidente José Luis Rodríguez Zapatero después de visto lo visto en el debate de investidura: es un socialdemócrata cordial. No es mucho, pero no es poco. Porque mirando para atrás, que es una de las posibilidades que hay para comparar, podría uno preguntarse ¿nos hubiera ido mejor, a los trabajadores y a la gente corriente en general, si en vez de González hubiéramos tenido a Zapatero?

Zapatero no nos hubiera sacado de la OTAN ni habría rebajado la costosa operación de rearme del ejército español para mayor beneficio de las empresas aeronáuticas estadounidenses, que hasta ahí no llega, pero quizás no habría sido tan entreguista como el otro en las negociaciones para la entrada en la CEE.

Me parece improbable que ZP hubiera llegado tan lejos como el sevillano en los continuos ataques a los derechos de los trabajadores y, desde luego, no es fácil de imaginar a ZP enfrentándose y persiguiendo al secretario general de la UGT. “El que me echa un pulso, lo pierde”, proclamaba desafiante el de Suresnes. A Rodríguez Zapatero se le nota un nulo interés por los pulsos y una inclinación grande por llegar a acuerdos.

Con Rodríguez Zapatero en vez de González habríamos tenido en España menos GAL y tal vez la situación en Euzkadi no se hubiera envenenado y podrido tanto, sin que me atreva a decir que se habría terminado con el terrorismo, pues se sabe de sobra que con los que piensan que “cuanto peor, mejor” hay poco que hacer.

No creo que a ningún ministro de ZP se le ocurriese decir aquello de que el que no se enriquecía en nuestro país es que era tonto. El capitalismo español y el extranjero asentado en nuestro país hubieran continuado con sus beneficios desproporcionados y su intrínseca falta de moral y decencia, pero me parece a mí que habría habido menos “beautiful people”, menos sarasates, menos negocietes y menos chanchulleo en las reprivatizaciones, y hasta es posible que Ramírez y Gutiérrez continuaran hoy escribiendo del nuevo gobierno en Diario 16.

Se le atribuye al cineasta Ken Loach la frase, que comparto, de que “nada perjudicó tanto a la clase obrera como la socialdemocracia y el estalinismo”. Hay algo tan malo o peor para los trabajadores: los cuentistas. Llamo cuentistas a esa gente sin principios y sin escrúpulos cuyo único objetivo en la vida es satisfacer su egoísmo personal. Con un socialdemócrata puedes llegar a un acuerdo, con un cuentista, no. Y tiene que ser uno muy cordial para soportar estoicamente a un Acebes, para aguantar a un Erkoreka, para sufrir a un Llamazares o para tomar “un caldito” con el embajador del Vaticano en Madrid.