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Por Carmelo de Samalea.
No es probable que con la vivienda en España vaya a ocurrir ahora algo parecido a lo que aconteció en los Países Bajos, hace unos cuantos siglos, con la que fue conocida como la crisis de los tulipanes, pero crisis va a haber. Muchos ya están en crisis. Se considera que la publicidad no ha de estar sujeta ni al rigor ni a la exactitud, pues no va dirigida a la inteligencia, sino a los sentidos. España está en campaña electoral, período en el que toda la actividad política es publicidad. Así que hasta allá por abril, cuando los de siempre hayan efectuado, como siempre, el reparto del poder según los resultados electorales, no se sabrá con certeza ni cual es la situación real de la economía española ni las medidas que se vayan a aplicar. No seré yo, simple mortal, humilde y anónimo peatón en las grandes avenidas de la economía globalizada, quien afirme o niegue, quien exagere o minimice la situación por la que marcha el país. Y mucho menos desde que la contabilidad, como la fotografía, haya perdido su credibilidad por culpa del “fotochó” y sus retoques, filtros y efectos. Según las cifras de que dispongo, ignoro si pasadas por el “fotochó” y corregidas o no en opacidad, la construcción genera en España el veinticinco por ciento del crecimiento económico y el cuarenta por ciento del crecimiento del empleo. Como todo el mundo sabe, durante estos últimos años se han construido en España más viviendas, unas ochocientas mil en 2005, que en Francia, Alemania y Gran Bretaña juntas; los precios se han más que duplicado, la superficie útil de los pisos ha disminuido y los beneficios de los constructores han crecido de forma desorbitada. Detrás de cada vivienda que se construye hay mucha gente trabajando, pero detrás de cada vivienda que se vende hay también una entidad financiera que hace un negocio, y hay una autonomía, un ayuntamiento, una notaría, etc., que perciben importantes ingresos. Desde la lavadora al felpudo de la puerta, la lista de aparatos, muebles y demás cosas que se precisan para hacer habitable una vivienda es enorme y, sean nacionales o de importación, se adquieren en el país. Y cada vivienda es un nuevo cliente de electricidad, gas y telefonía. Los ricos quiebran y a los pobres les embargan o les meten en la cárcel. No ha sido un pobre hipotecado, aunque fuera californiano, el que ha provocado la situación actual. Desde que se compran los terrenos hasta que se entregan las llaves de las viviendas a los compradores suelen pasar unos cuantos años. Una parte muy importante de inmigración masiva que recibió España en los últimos tiempos está ocupada en este sector de la construcción, con un grado de protección social y familiar muy débil. En muchas regiones españolas, el porcentaje de viviendas construidas y no vendidas es ya muy elevado. Créditos insondables,
dimisiones, negociaciones, desplomes bursátiles. En el año 2006, se produjeron 141.817 divorcios en España. Hasta hace poco, era fácil, y hasta un buen negocio, vender el piso tras el divorcio o la separación de hecho. ¿Qué repercusiones tendrá a partir de ahora el elevado número de divorcios en la actual coyuntura inmobiliaria? ¿Qué consecuencias tendrá que importantes sectores de inmigrantes llegados en estos últimos años se queden sin trabajo, sin protecciones sociales y sin núcleo familiar que les acoja? Estamos en buena época
para plantar tulipanes y, si los plantamos escalonadamente, los veremos
dar flores hasta después de las elecciones.
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