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¡Viva Franco! ¡Arriba España! Y la muerte
de un electricista.

Por Carmelo de Samalea.


Cuando un joven trabajador de 22 años muere electrocutado en una columna eléctrica, la tragedia del accidente se resume unos renglones en el apartado rincón que para estos menesteres tienen asignado los medios de comunicación.

Con su correspondiente orden de trabajo y su equipo reglamentario, este joven de una subcontrata de HC Energía se puso a manipular los cables en el convencimiento de que ya se había cortado la tensión en la línea. Su muerte, perfectamente evitable, una muerte absurda y gratuita donde las haya, habrá obligado, como mucho, a una reunión del comité de seguridad: corbatas y burócratas sindicales.

Daniel González Menéndez, de 22 años, fue enterrado en el cementerio de Robledo de Tainás, parroquia de Cangas de Narcea: No hubo príncipes, ni ministros, ni directores generales, ni presidentes autonómicos, ni consejeros, ni secretarios sindicales, ni presidentes de empresa, ni consejeros delegados… Ni cámaras de televisión, ni micrófonos, ni unos segundos en un telediario.

La inaceptable muerte de este trabajador no fue contestada con una huelga, ni con un paro parcial, ni con una denuncia, ni con un comunicado por parte de la burocracia sindical. Después de todo, Daniel pertenecía a una subcontrata. Era, pues, como un criado de la aristocracia obrera de la empresa principal.

Casi al mismo tiempo, dos militares españoles morían en Afganistán en un ataque con coche bomba. De inmediato, para allá salió un avión con la ministra Chacón, la jefatura militar y un pelotón de periodistas. Visita de inspección y promesas de nuevas y mayores inversiones en seguridad y material. Funerales de estado, primera plana en las televisiones y páginas y páginas en los periódicos.

Dejando al margen todo lo relacionado con Afganistán y con la presencia de soldados españoles allí, lo que ya es mucho dejar, hay que resaltar una cosa que de tan evidente que es da vergüenza tener que escribirlo:

España funciona todos los días gracias a trabajadores como Daniel González, que reparan las líneas eléctricas para que con cualquier tiempo y situación el suministro eléctrico no se interrumpa o se restablezca en el menor tiempo posible.

Esa clamorosa diferencia de trato ha puesto de relieve la mentalidad que subyace en gobernantes, dirigentes, sindicatos, gerentes, medios de comunicación y periodistas: el trabajo y los trabajadores les importan un comino.