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Esta expresión clamorosa de una aspiración colectiva de la sociedad gijonesa merezca desde la instancia política concernida, cuanto antes, una respuesta diligente, razonada y siempre satisfactoria desde el punto de vista de los intereses de Gijón

Elogio de un manifiesto

Por José Antonio Rodríguez Canal.
(5-11-2018)


Sin incurrir en el vicio de la exageración, el manifiesto reivindicativo de la ejecución del plan de vías de Gijón, hecho público hace cinco días, merece sinceros elogios y la calificación de impecable. Cualquier vecino de Gijón con sentido común y deseos de progreso para el municipio en que reside podría firmarlo sin poner reparo alguno. Se intuye que el texto, ponderado y razonable, es la plasmación escrita del consenso alcanzado como resultado de la negociación. Consiste en la expresión de una aspiración colectiva, y la forma y fondo de su contenido lo hacen válido para que lo suscriba también cualquier grupo político, sin menoscabo de su posición particular ante la situación planteada.

Por eso al documento no le falta la rúbrica de los seis partidos representados en la corporación municipal gijonesa, si bien en el caso de la delegación más conspicua de alguna de esas formaciones haya sido sobrevenido el interés por asunto capital para Gijón como el que constituye objeto de reivindicación, a lo que se añade un conocimiento limitado, difuso, de la evolución y vicisitudes de la cuestión de que se trata, realidad impepinable que el quídam pretende disimular con el afoguín por salir en la foto.

Probablemente el afán de notoriedad en casos aislados, añadido a algunas opiniones, que con amabilidad cabría definir como folclóricas, emitidas por bienintencionados residentes en la inopia, es el peaje que hay que pagar para que llegue a buen fin la reclamación.

Lo importante, sin embargo, es que la exquisita neutralidad del manifiesto lo instala en el pragmatismo; su asepsia, desde el punto de vista de la adscripción política, demuestra que se han vencido los deseos, si los hubiera habido, de convertirlo en una muestra de mistificación histórica, tan frecuente al abordar los avatares de la integración ferroviaria en Gijón durante lo que va de siglo. En este orden de cosas, sería absurdo negar que la descripción de los hechos ocurridos en estos años ha padecido no pocas veces llamativas deformaciones producto de olvidos, de interpretaciones interesadas y, en abundancia de ocasiones, de la ignorancia aliada con la locuacidad imprudente. El manifiesto, en cambio, elude referencias concretas sobre la responsabilidad de quienes no hicieron lo que se podría haber hecho o de quienes con sus ocurrencias causaron parálisis y retrasos, y tiene la necesaria altura de miras para sobrevolar miserias propagandísticas o falsificadoras. Su contenido es, al dictado del sentido común, el reflejo de la determinación ciudadana, la postura firme de Gijón entero, sin distinciones ideológicas, ante una cuestión vital para el concejo.

Todo ello hace que esta expresión clamorosa de una aspiración colectiva de la sociedad gijonesa merezca desde la instancia política concernida, cuanto antes, una respuesta diligente, razonada y siempre satisfactoria desde el punto de vista de los intereses de Gijón. Compete ahora la respuesta a quien es ministro de Fomento desde hace cinco meses menos dos días, José Luis Ábalos, y en el futuro, más próximo que lejano, probablemente, a quienes le sustituyan en esa cartera ministerial.

Sería también argumento convincente por parte gijonesa que, como un nuevo paso adelante en el camino reivindicativo emprendido, ya propuesto aquí hace un mes y cuatro días, el manifiesto fuera el punto de partida para la gran manifestación cívica, multitudinaria, de todo Gijón, que lo revalidase. Con vistas a esa expresión de la voluntad popular, tal vez no esté de más advertir de antemano que en ocasión tan significada no sería aceptable la participación en primera fila de representaciones subalternas, o, peor aún, ausencias, como en el acto de presentación del manifiesto. La firma no es suficiente. Lo exigible es la participación de manera activa de los primeros espadas de asociaciones, corporaciones y entidades diversas; de sindicatos, todos, con sus secretarios generales al frente, y de la patronal (los cabezaleros de Asprocon y de Femetal, en primera línea). Y de organizaciones culturales, deportivas y ciudadanas de toda clase y condición, con sus presidentes agarrados a la pancarta. Ninguna excepción. Que suscriban el manifiesto no basta. Es su deber insoslayable salir también a la calle y participar en la magna manifestación en carne mortal.