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Coña marinera: Por el final del encierro
voluntario de Morala y Cándido G. Carnero.

Crónica (esperpéntica y adelantada) de la grandiosa manifestación
celebrada en Gijón el 18 de Julio de 2007,
Día Internacional del Hipócrita

Por Carmelo de Samalea


A tenor de lo leído y oído, a pesar de que nadie les denunció, no obstante que nadie quería que se les condenase y, mucho menos, que ingresaran en prisión. Teniendo presente que desde todos los sectores políticos y sociales se pedía su indulto, y era ya un clamor social la demanda de su libertad. De tal modo que en Asturias nadie podía entender cómo era que seguían ocupando una celda en la prisión de Villabona. Es por lo que para terminar con tan anómala situación, la sociedad asturiana toda, como un solo hombre, como una sola mujer, se decidió a pasar a la acción.

Figurará en la historia patria este 18 de Julio de 2007, Día internacional del Hipócrita, como el gran día de la adhesión inquebrantable a los principios inmutables que sostienen a nuestra sociedad. Los luceros del alba ya anunciaron el cielo azul bajo el que se celebraría esta gran demostración patriótica, esta gran marcha de hermanamiento de todos los sectores de la sociedad.

A las doce en punto, el imponente cortejo ya estaba formado y según las estimaciones del satélite Vigilante-71, que en ese momento pasaba por la vertical, 257.631 personas aguardaban el inicio de la marcha. Antes de comenzar el desfile, el arzobispo de la diócesis, monseñor Oñoro, recurrió a San Judas Tadeo y pronunció en latín unas sentidas y profundas palabras de apoyo a la manifestación. Tras bendecir la misma, descendió del improvisado púlpito y pasó a engrosar la primera fila de autoridades.

En ese momento, se dio la orden para que la grandiosa comitiva emprendiese su andadura por las calles de la ciudad. Abría la marcha un escuadrón de la policía municipal a caballo y con uniforme de gala, seguido de una dotación de bomberos en camión descubierto. A continuación, en perfecta formación, una compañía de Infantería del Regimiento Simancas y otra de Marina del trozo de desembarco del acorazado Almirante Pita da Veiga, surto en aguas del puerto exterior.

Tras las fuerzas militares, la Banda Municipal arrancó a los sones de A las Barricadas, tan enraizados en el alma local, que fueron acompañados por decenas de miles de enfervorizadas gargantas.

Precedidos por maceros y alabarderos con sus vistosos uniformes, la primera línea de autoridades sujetaba una pancarta con el emotivo lema: “Hermanos, venid con nosotros ya”. Formaban en la misma los/las excelentísimos/as Srs/as.: Ministro de Justicia, Sr. Berdejo, que representaba al gobierno de la nación; el marqués de Oseras, representando a Su Majestad; diputado Alvaro Costa, que ostentaba el del Presidente de las Cortes; Sr. Escribano Mayor del Defensor del Estado; Presidente del Gobierno de Asturias, Sr. Aveces, al que acompañaban casi todos los miembros de su plural gobierno; el Arzobispo de Oviedo, Sr. Oñoro, y el Delegado del Gobierno, Sr Trevinovich, acompañados de deán y portaporras respectivamente; y la alcaldesa de Gijón, Sra. Farándula del Cajetín. La principesca pareja, que habían comprometido su asistencia, no pudo viajar por no tener con quien dejar a los niños. La vicepresidenta De la Ribera, que tenía previsto entrevistarse con Morala y Cándido en la cárcel de Villabona, tuvo que cancelar el viaje por una avería en la lavandería que la dejó sin ropa que poner.

En la segunda pancarta, sostenida por diputados en Cortes de casi todos los grupos políticos, se podía leer un contundente “Cerremos todas las cárceles”, consigna que fue coreada insistentemente por los señores Acedes y López Barrido que, cariñosamente cogidos del brazo, se turnaban en el uso del megáfono.

Les seguía el grupo formado por las más altas autoridades militares, judiciales, policiales, penitenciarias y universitarias, todos ellos de uniforme, incluidos los magistrados y fiscales con sus negras togas y brillantes insignias, y el rector y decanos universitarios con sus graciosos birretes. Su pancarta llevaba escrito un escueto y terminante “Todos somos Cándido y Morala”. Dos metros por delante de ellos, el juez Lino Calvo Noviembre y la fiscala Rígida Trenas, como humildes penitentes, marchaban descalzos y arrastrando cadenas mientras leían en voz alta párrafos de Martin Luther King.

En la cuarta fila, la pancarta traía este elocuente eslogan: “Nosotros no queríamos”. Portaban la misma las manos de los tenientes de alcalde y concejales de Gijón, a los que acompañaban munícipes de todos los ayuntamientos de la zona central de Asturias, destacando los de las cuencas mineras con sus camisas rojas.

A continuación, un enorme pancartón llevaba escrito blanco sobre rojo “Viva la Libertad. Viva la Justicia Social”. Integraban el numeroso grupo representantes de las federaciones patronales, de las cámaras de comercio, colegios profesionales y, por supuesto, de todas las organizaciones sindicales, tanto a nivel nacional como provincial.

Tras esta parte del comienzo de la manifestación, que podríamos llamar institucional, venía el impresionante conjunto, por lo aguerrido, que formaban los prejubilados de Asturias. Sobrepasaban con toda seguridad las quince mil personas y estaban encabezados por el grupo de cornetas y tambores de Sotrondio que interpretaba una y otra vez La Internacional. Estos quince mil prejubilados no llevaban pancarta, sino que cada uno de ellos portaba un neumático y un garrote de madera con el que golpeaban el suelo rítmicamente al caminar.

Hay que hacer constar que durante la recepción oficial ofrecida ayer por la tarde en el Ayuntamiento de Gijón a todas las autoridades llegadas de fuera, los prejubilados de Asturias hicieron entrega a la alcaldesa de Gijón, en presencia del ministro de Justicia, que levantó acta, de un cajetín chapado en oro y con componentes HQ para sustituir al que resultó dañado.

Se haría interminable describir uno por uno todos los grupos que conformaban el resto de la manifestación, sin que podamos dejar de mencionar por la enorme cantidad de personas que congregaban y el colorido que inundaba sus filas, los de las centrales sindicales y los principales partidos políticos. Fueron decenas y decenas de miles de personas las que desfilaron delante de nuestro privilegiado observatorio. Tres horas tardó la cola de la manifestación en pasar por la posición que al comienzo había ocupado la cabeza de la misma.

Dos hechos merecen ser destacados: la ausencia de incidentes y accidentes de cualquier clase, y el impresionante esfuerzo de intendencia planeado y puesto en práctica por las distintas autoridades: cinco mil echadores de sidra ofrecían sin descanso culines del refrescante y dorado néctar a los sedientos manifestantes. Seiscientas cocinas de campaña suministraban toda clase de tapas, pinchos y tentempiés para reponer fuerzas.

Solamente resta por añadir nuestro humilde ruego a Morala y a Cándido, a Cándido y a Morala para que abandonen su encierro, que se den cuenta de que si todo el mundo, desde el más alto al más bajo piden su libertad, ellos no pueden rechazarla. Y afirmar que fue esta jornada del 18 de Julio un éxito sin precedentes y un grandioso e incontestable triunfo de todos los valores que atesora nuestra hipocracia.