Los
errores de las políticas liberales.
Por Vicenç Navarro.
Publico.es
Cuando los economistas liberales hablan de la necesidad de hacer
sacrificios con el objetivo de salir de la crisis, siempre proponen
medidas que afectan de forma predominante a las clases populares. En
realidad, tal llamada al sacrificio es una constante en la construcción
de Europa y del euro. Así, cuando se tomó la
decisión por parte de las élites políticas y mediáticas
del país de que España entrara en la UE y en el euro,
se tomaron una serie de medidas que afectaron significativamente al
gasto público, incluyendo el social, un tipo de gasto, este último,
que es especialmente beneficioso para las clases populares. Sus pensiones,
su sanidad, su educación, su vivienda social, sus servicios sociales
y muchas otras transferencias y servicios públicos del Estado
del bienestar son financiados con este gasto público.
La reducción del déficit y de la deuda pública,
exigida para que España entrara en el euro, se realizó
no a base de aumentar los impuestos de los grupos más pudientes
(que en realidad descendieron), sino a base de reducir el gasto público
social, con lo cual el déficit de tal gasto por habitante
entre España y el promedio de la UE-15 (el grupo de países
con un nivel económico más próximo al nuestro)
aumentó nada menos que un 24% durante el periodo 1995-2004.
El continuo retraso en el desarrollo del Estado del bienestar de España
(todavía hoy, a la cola de la UE-15) se agravó durante
aquel periodo. La convergencia monetaria se realizó,
pues, a costa de incrementar el déficit social de España
con el promedio de la UE-15.
Fue también durante aquel periodo cuando las rentas del
trabajo, como porcentaje de la renta nacional, disminuyeron considerablemente,
mientras que las rentas del capital crecieron significativamente,
y ello como consecuencia de la aplicación de políticas
liberales que se convirtieron en las dominantes en la construcción
de la Unión Europea y del euro. En realidad, la integración
monetaria se utilizó para que las clases populares aceptaran
hacer los sacrificios que aquellas élites liberales exigían.
Como escribió recientemente el economista liberal Xavier Sala
i Martín, “la excusa de que Europa lo requería fue
muy útil para hacer las reformas” (La Vanguardia, 17-02-10),
que naturalmente eran las reformas liberales.
Una situación idéntica se está dando ahora.
Los mercados financieros especuladores están castigando a los
países con elevados déficits (comenzando por Grecia e
incluyendo también a España), forzándoles a reducir
sus gastos públicos. Y, como era de prever, los medios
y economistas liberales están alabando y dando la bienvenida
a estos mercados, pues así disciplinarán a los gobiernos
que, con sus “exuberancias” de gasto público, están
poniendo al euro en peligro. Una vez más, se exige a las clases
populares de estos países que hagan sacrificios, reduciendo su
gasto público (incluyendo el social) para poder ahora salvar
el euro y la UE, que están en peligro debido a los excesos de
gasto de los países “periféricos”, como España.
Como era de esperar, Sala i Martín recomienda que se use el mismo
argumento, utilizando “la misma excusa”, para que las clases
populares acepten apretarse el cinturón.
Hasta aquí la sabiduría convencional liberal. El mayor
problema es que es errónea. Están proponiendo
las mismas políticas de austeridad que el presidente Hoover propuso
para resolver la Gran Depresión, cuando lo que se necesita es
precisamente lo contrario, tal como hizo el presidente Roosevelt estableciendo
el New Deal. El mayor problema que tienen España y Europa
no es el déficit o la deuda pública, sino el desempleo
y las enormes desigualdades de renta, consecuencia de las políticas
liberales realizadas en los últimos 30 años, que han creado
un enorme problema de falta de demanda interna –ver mi artículo
“La ignorada causa de la crisis” (Público, 12-02-09)–.
No es el déficit (y la deuda) del Estado el que está
creando la recesión, sino al contrario: es la recesión
la que está creando el déficit. No es la exuberancia
del gasto público lo que ha creado el déficit (en realidad,
todos los países acusados de “exuberancia” en su
gasto público social, incluyendo España, tienen el gasto
público por habitante por debajo de la media de la UE-15). Es
precisamente al revés. De ahí que la solución pase
por estimular el crecimiento económico en España y en
la Unión Europea mediante un crecimiento del gasto público
orientado a crear empleo.
Esta situación es particularmente necesaria en España,
donde históricamente el desempleo ha sido muy acentuado. Y una
de las causas ha sido precisamente el escaso desarrollo del sector público.
Si España hubiera tenido en 2006 (antes de que comenzara la crisis)
el mismo porcentaje de la población adulta trabajando en el sector
público que el promedio de los países de la UE-15 (España
tenía un 13,35% y la
UE-15 un 17,34% de población ocupada en el sector público
sobre la población activa), hubiera tenido en aquel año
una tasa de ocupación de la población en el mercado de
trabajo mucho mayor y un desempleo mucho menor (4,52%). España
tiene un enorme déficit de personal en los servicios públicos,
y muy en especial en los servicios del Estado del bienestar, de los
cuales las élites mediáticas y políticas no son
conscientes, pues utilizan predominantemente los servicios privados.
La crisis en España ocurrió como consecuencia de la desregulación
de los mercados financieros (favorecida por los economistas liberales)
y su alianza con la altamente especulativa industria inmobiliaria, una
alianza responsable de la burbuja inmobiliaria que, al estallar, determinó
la crisis económica. Las clases populares y el mundo empresarial,
que se habían endeudado hasta la médula, no pudieron conseguir
crédito, y ello provocó la ralentización económica,
el crecimiento del déficit y el aumento del desempleo. Decir
que el déficit y la deuda provocaron la ralentización
económica es una frivolidad, lo cual no es un obstáculo
para que los medios continúen promoviéndola.