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Sindicalismo en Asturias: escayolado y a trabajar Por Carmelo de Samalea
Cuando fue a llevar los papeles a la empresa, el encargado le cogió por banda y le dijo que de quedarse de baja nada, que ya le buscaría un puesto de trabajo compatible, compatible con la mano escayolada. El muchacho lo comentó con la familia, con la novia y con los colegas, les contó lo que le había pasado. Después de pensárselo, dijo que no, que mientras estuviera con la mano escayolada que no iba a trabajar, que para eso se pagaba a la Seguridad Social, a las mutuas y demás. Lo que
más le ayudó a tomar la decisión fue lo que le soltó
su abuelo, antiguo metalúrgico, cuando se lo contó: No fue, pero a los diez días recibió la carta de despido. Consignas de las células negras de la patronal. Al decírselo
al abuelo, que había sido del jurado de empresa y de Comisiones
en vida de Franco, exclamó perplejo y asombrado: Era el mes de Agosto y, al parecer, el sindicalismo es ya como la clase política y la funcionarial, en Agosto, cerrado por vacaciones. Hubo que revolver Roma con Santiago para que alguien con conocimientos de legislación laboral le dijera a dónde ir y qué hacer. No ocurrió
en una empresilla de tres al cuarto, sino en una subcontrata de un astillero
que había sido un baluarte del sindicalismo revolucionario o, por
lo menos, reivindicativo.
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