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La impunidad de las industrias contaminantes en Gijón

Por Carmelo de Samalea

 

Gijón lleva casi treinta años gobernada por el PSOE con o sin apoyo de IU. En esos treinta años no han sido capaces…; capaces, no; no han querido controlar la contaminación atmosférica que provocan las grandes industrias asentadas en el concejo, Arcelor-Mittal, Hidroeléctrica del Cantábrico-EDP, Cementos del Cantábrico y los polígonos industriales.

Hará un par de años, viajaba el que esto escribe en autobús por la autopista que une Oviedo con Gijón. Desde varios kilómetros antes, se podía percibir en dirección a Gijón una gran nube parduzca. Al pasar por el viaducto desde el que se divisa la siderúrgica citada, de la acería se expulsaba a la atmósfera una cantidad enorme y continua de un humo denso y rojizo, que era el que daba el color pardo de la gran nube que cubría todo el cielo. De otras chimeneas e instalaciones salían humos y gases de igual o peor aspecto. Cogí el movil y llamé al 112 de Emergencias para denunciar el caso y que, por lo menos, los cogiesen in fraganti y les echasen una multa. En el 112 no se quisieron hacer cargo y me dieron el teléfono de la Guardia Civil, del Seprona. Me atendieron muy amablemente, pero me dijeron que nada podían hacer, pues en anteriores ocasiones habían tratado de intervenir, pero no había nada que hacer, por tratarse de la empresa que era.

No hacía falta que el satélite Envisat señalase a Asturias como uno de los puntos negros de la contaminación mundial, porque a la vista está de todo el mundo, pero si la Guardia Civil reconocía su impotencia para atajar el incumplimiento de la ley que provoca el envenenamiento del aire que respiramos, imaginémonos qué harán los funcionarios encargados de verificar el estado del medio ambiente. No estamos hablando de hechos puntuales, sino de la continua y permanente emisión a la atmósfera de toda clase de contaminantes por encima de los límites permitidos.

Ante esa situación, la actual alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, dice que la culpa de la contaminación la tiene el tráfico rodado. Con eso trata de exculpar a los grandes criminales de la contaminación y culpabilizar a los propios ciudadanos que la padecen.

La alcaldesa de Gijón no es sensible al hecho cierto de que a más contaminación mayor número de muertes por cáncer: los tumores malignos aumentaron en Asturias un sesenta por ciento en veinte años. Por eso disculpa, tolera y ampara a los grandes criminales de la contaminación y promociona la instalación en el concejo de más industrias sucias: biodiésel, grupos térmicos, regasificadoras, etc. Nada de todo ello me parece que se pueda considerar como propio de una ciudad saludable.

Que el tráfico rodado es un gran contaminante, nadie lo duda, pero tampoco las autoridades municipales están en este asunto a la altura de las circunstancias: la pésima regulación semafórica de la ciudad es, con toda seguridad, un factor determinante de que los coches provoquen una mayor contaminación, pese a las innovaciones tecnológicas en sus motores. Arrancar y parar cada cincuenta metros, comprobar que respetando los límites los semáforos se cierran, pero si se va a mayor velocidad se cogen todos en verde, es una muestra palpable de la incompetencia municipal; ver que esas situaciones se mantienen año tras año, es la evidencia de la desidia.