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Greenpeace y la ampliación del puerto de El Musel.


Por
Carmelo de Samalea.


Cormorán de La Cantábrica esperando sentado a que vengan los de Greenpeace a arrimar el hombro para defender la bahía gijonesa.

El director (y) ejecutivo de Greenpeace en España ha estado hace unos días en Mieres, invitado por los amigos de Radio Parpayuela, para dar una conferencia sobre el cambio climático. No se tiene noticia de que haya dicho una palabra sobre el puerto de El Musel y su polémica y sobrecostosa obra de ampliación, a pesar de ser El Musel el puerto español por donde se importa el mayor volumen de carbón, que solamente por eso algo tiene ya que ver con el cambio climático. Y no digamos ya con los planes grandilocuentes de los promotores de la obra, que aspiran a convertirlo en el mayor puerto carbonero de Europa.

A Juantxo López de Uralde, donostiarra él, le conocimos Braulio y yo cuando andaba de grumete en el Sirius y atracaron en El Musel, precisamente. ¡Qué tiempos aquellos! Nosotros andábamos pegando carteles por ahí contra la incineración marina y contra el cementerio nuclear del Atlántico. Sí, quién se acuerda ya que a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, los gobernantes ingleses, holandeses y belgas dieron órdenes de meter los residuos radiactivos de sus centrales nucleares en bidones y tirarlos a la mar a unos centenares de millas de Finisterre. Miles y miles de toneladas al fondo del mar. ¡Y viva la virgen!

Cuando Braulio, yo y otras decenas de tipos/as como nosotros pegábamos carteles y hacíamos manifestaciones, no vimos ni oímos a ningún ejecutivo, técnico o científico del kilovatio nuclear decir que aquello era una barbaridad, porque les parecía bien. Y en esto llegaron a El Musel los de Greenpeace que eran ecologistas y tenían un barco al que el gobierno de Suárez o de Calvo Sotelo habían prohibido que atracase en ningún puerto español.

Fuimos muchos a recibirlos al Musel y allí vimos a Juantxo (es de Donosti) de grumete y hablamos con él, y les ofrecimos casa, cama y comida, aunque notamos que a ellos no les gustaba nada que saltáramos a cubierta. Braulio, como siempre, les llevó cinco kilos de miel y se los entregó a una holandesa muy guapetona que vio por allí. En nuestro inglés de bachillerato de instituto (público), le dijo que la miel (honey) era de su propia colmena (own production, que no sabíamos ni sabemos cómo se dice colmena en inglés), una colmena republicana, porque no había “reina”, sino “presidenta”. La holandesa ni sonrió; no nos entendería, pero, eso sí, cogió la miel y desapareció por una escotilla. A lo mejor, era monárquica, o ya tenía novio, que fue lo que yo le dije a Braulio.

Que yo recuerde, se pidió ayuda a Greenpeace cuando el naufragio del Castillo de Salas y el del Vakis, contra los vertidos al mar sin ninguna clase de tratamiento de las aguas residuales de todos los pueblos y ciudades asturianas, contra las urbanizaciones de adosados en la costa y algunas otras cosas más. Ni la más mínima ayuda, ni un comunicado de prensa, nada de nada. Eso sí, amenazaban a los socios de Greenpeace con la expulsión si osaban participar como tales en campañas y movilizaciones ecologistas. Eran los tiempos de Xavier Pastor como jefe máximo de la sección española de Greenpeace, cuando el socio ni podía votar, ni elegir a la directiva, ni decidir los objetivos de las campañas, ni conocer las cuentas de la organización. Pagar y callar. O sea, un comportamiento antidemocrático y anticonstitucional que toleraban los gobiernos de Felipe González, ellos sabrán por qué. A Pastor le debía de gustar navegar, pero no por el Cantábrico, que tiene mal clima y peor mar, sino por el Mediterráneo, y dicen que hasta se había gastado 200 millones, de Greenpeace, por supuesto, para comprar un edificio para sede oficial en Mallorca. Posidonia, posidonia.

Habrá que invitar a Gijón, o a la Facultad de Biología y Geología de la Universidad de Oviedo, a Juantxo López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace, para ver qué dice y qué no dice sobre la obra de ampliación del puerto de El Musel y sobre la destrucción de los fondos marinos de la bahía gijonesa con la mayor extracción submarina de arenas realizada en España. Es muy fácil: hay que llamar al 91 444 14 00; que es la centralita, y pedir que te pongan con Juantxo. Claro que si no se pone al teléfono, siempre se puede llamar a José Bono, a Las Cortes, que cuando era presidente de Castilla-La Mancha cenaban juntos, y que haga el favor.