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Al hijo le pagan la mitad del sueldo que al padre
(y todos contentos)

Por Carmelo de Samalea

 

Desde hace años, se viene produciendo un fenómeno laboral que refleja bien el tipo de sociedad en que hemos ido a dar. Ocurre principalmente en las grandes empresas, sean estas públicas o privadas, y en él participan los empresarios, los directivos y mandos, y los sindicatos; o sea, todos los que tienen influencia en la empresa.

Primero, se negocia la cantidad de personal que se va a prejubilar; a continuación, se le añade el número de empleados que causaron baja en la empresa por otros motivos, y, por último, se establece el número de plazas que se van a cubrir con nuevo personal.

A veces, da la impresión que el reparto es a tres partes iguales; en otras ocasiones, todo se vuelve más confuso, como si en cada grupo de influencia se peleasen entre ellos. En no pocos casos, todo se camufla bajo unas pruebas de selección en las que la entrevista personal y final resulta la decisiva para la obtención del ansiado puesto de trabajo. Con esto ya sería de por sí suficientemente grave, pero lo peor está aún por decir.

Suele ser práctica común en estas grandes empresas el tener diferentes convenios o diferentes condiciones, de salario y horario, para el personal antiguo y para el que se incorporó en los últimos años. Por no mencionar a la cantidad creciente de personal que está fuera de convenio porque aceptaron las condiciones individuales que la empresa le ofreció.

Así que cuando, por fin, el hijo consigue entrar en la empresa y el padre se marcha prejubilado para casa, el balance socioeconómico suele ser el siguiente: el hijo tiene una jornada mayor y peor pues, por ejemplo, le quitan la jornada intensiva, la de verano y le hacen ir a trabajar algún sábado; su sueldo es la mitad del que cobraba su padre y se queda sin otras ventajas sociales que daba la empresa, y como está más preparado que su padre, le aumentan la intensidad y responsabilidad del trabajo a desempeñar. Mientras, el padre se marcha para casa con ciecuenta y pocos años y, sin trabajar, gana el doble que su hijo trabajando.

A veces, lo único que consigue el padre es meter a su hijo en una subcontrata de la empresa. Entonces, ya no merece la pena comparar las condiciones laborales, económicas y sociales del "heredero".

La empresa recurre al fondo de pensiones que tiene constituido y al INEM para financiar la operación. Gana a un trabajador joven, sumiso, voluntarioso, con preparación teórica superior y dócil, además de salirle a mitad de precio.

¡Gracias, papá!