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Breve historia de un alto horno belga, las cuotas de CO2 y Arcelor-Mittal.



Por Carmelo de Samalea.

Basado en el artículo de Daniel
Tanuro: “ Marché du carbone:
plus de quotas, pas d’emploi?
– L’affaire du haut-fourneau 6
d’Arcelor Mittal à Seraing.

 


En la ciudad belga de Seraing, cerca de Lieja, región de Valonia, hay una siderúrgica de una larga y dilatada historia que arranca en los comienzos del siglo XIX. En 1997 esta empresa fue adquirida por Usinor, que pagó 26.000 millones de francos belgas por las acciones que el gobierno valón tenía en la empresa, participación que era superior al 53 por ciento. O sea, una privatización más.

Como se sabe, en 2001 se produjo la fusión de Usinor, Arbed y Aceralia, que dio lugar a Arcelor. Pues bien, en 2005 Arcelor decidió cerrar el Alto Horno nº 6 de Seraing. Dos años más tarde, el nuevo grupo Arcelor-Mittal, debido al déficit de acero en Europa y al encarecimiento relativo de la producción en hornos eléctricos, quiso volver a poner en marcha ese mismo Alto Horno nº 6, pero…

¡Houston, tenemos un problema! En el tiempo transcurrido desde que se decidió cerrarlo hasta que se quiso ponerlo de nuevo en actividad, el gobierno regional valón había distribuido a otras empresas las cuotas de emisión de CO2 correspondientes a esta instalación.

Arcelor-Mittal, que en plan perdonavidas y por boca de uno de sus galácticos dijo que ellos no eran los que pedían la reactivación del Alto Horno nº 6, sino que solamente atendían las insistentes peticiones hechas por numerosos sectores valones. Por lo tanto, según Arcelor-Mittal, el que tenía que solucionar el problema era el gobierno regional, pero…

El gobierno regional valón querría comprar las cuotas de emisión necesarias y regalárselas, ¡cómo no!, a Arcelor-Mittal, pero el derecho comunitario en materia de ayudas públicas se lo impedía. Como tampoco se encontraron soluciones “creativas”, en Bruselas aumentó el temor porque el debate sobre el Plan de Acción del Clima en la UE, para el período 2012-2020, está próximo y hay fuerzas poderosas que ponen en cuestión todo este sistema de asignación de cuotas. No nos olvidemos que la UE, dentro de lo establecido en el Protocolo de Kioto, se comprometió a reducir un 8% sus emisiones de gases invernadero en el período 2008-2012.

Del lado sindical, dentro del clima de paz social, aumento de productividad y buena voluntad de los trabajadores, la tendencia es a llevarse bien con Mittal y a presionar a las autoridades de los distintos niveles. Sus declaraciones suelen ser coincidentes con las de los jefes galácticos de Arcelor-Mittal: el acero que no se produzca aquí, se producirá en otras partes con instalaciones más contaminantes; y se perderán empleos en la región.

El sistema de medición y control de las emisiones de gases invernadero funciona por cuotas y cada cuota equivale a una tonelada de CO2. Durante el período 2005-2007 los gobiernos negociaron con las grandes empresas contaminantes unos objetivos de emisión en base a los datos y estimaciones de la producción. Sobre esa base, y qué duda cabe que las empresas inflaron sus datos y la administración fue benevolente, se adjudicaron gratuitamente las cuotas de emisión. Al mismo tiempo, la UE ha impulsado un sistema comunitario de compra-venta de cuotas entre las empresas que no alcancen su límite de emisiones y las que lo sobrepasen. Esto ha provocado tres consecuencias: La caída del precio de la cuota/tonelada de CO2 de 30 a 10 euros; que muchas empresas hayan preferido comprar derechos de contaminación a invertir en tecnología limpia, y que las empresas con exceso de cuotas tengan un beneficio extraordinario.

A finales de 2005, la industria siderúrgica disponía de un excedente de 39 millones de Tm/Co2, cuya venta significó un beneficio de cerca de 480 millones de euros. Ni Arcelor, “que era el mejor alumno de la clase”, ni mucho menos Mittal, invirtieron íntegramente esos beneficios atípicos en investigación y desarrollo de tecnologías menos contaminantes. Ya existen tecnologías, que de aplicarse, permitirían reducir las emisiones de las siderúrgicas en un 24% de aquí a 2010. El programa de investigación europeo ULCOS (Ultra Low Carbon Steelmaking) pretende lograr un 30% de reducción de emisiones en 2020. Mittal, antes de fusionarse con Arcelor, ni siquiera formaba parte del mismo.

Arcelor-Mittal, como las demás empresas siderúrgicas, se quejan de la “competencia desleal” que les hacen los países en desarrollo, que hasta ahora no están sometidos a la obligación de reducir sus emisiones, y amenazan con cierres y deslocalizaciones si se endurece la política climática. Pero Arcelor-Mittal, como los demás, ocultan que por medio de ciertos mecanismos del Protocolo de Kioto de “desarrollo limpio” y de “puesta en obra conjunta”, las inversiones que realizan en las empresas de su propiedad en Polonia, Chequia, Rumanía, Kazajastán o Brasil les proporcionan cuotas de emisión gratuitas, que pueden vender o utilizar en la UE con gran beneficio (International Herald Tribune 3-7-07).

Por poner un ejemplo, en la factoría de Arcelor-Mittal en Tubarao, Brasil, un simple proyecto de recuperación de gases de alto horno para quemarlos y producir electricidad, ha significado que sea la primera empresa del mundo a la que se le reconociese la instalación de un “mecanismo de desarrollo limpio” por la instancia de gestión del sistema. Nadie niega el impacto positivo en la reducción de emisiones, pero una inversión que, de cualquier modo, tendrían que realizar porque supone un gran ahorro en la factura energética, también le va a permitir a Arcelor-Mittal generar un crédito de 430.000 cuotas/tms de CO2 a su libre disposición.

El Alto Horno nº 6 de Seraing fue puesto en marcha simbólicamente a las tres y media de la tarde del 27 de Febrero de 2008 mientras sonaba la canción de Johnny Hallyday “Allumer le feu”. Su entrada efectiva en funcionamiento tuvo lugar unos días después, el tres de Marzo. Arcelor-Mittal no tuvo inconveniente en reconocer su superavit en cuotas de emisión en 2007, pero con las sucesivas demoras en la puesta en funcionamiento de este alto horno, al final, el acuerdo consistió en lo siguiente: el estado belga aporta a su cargo 600.000 cuotas, el gobierno regional valón 1,7 millones de cuotas más una reserva de otras 600.000 cuotas/año, y Arcelor-Mittal, número uno mundial del acero aporta 1,4 millones de cuotas.

Entre otras cosas, se puede comprobar que todos estos mecanismos decididos en Kyoto y articulados por la UE ofrecen a los empresarios nuevas oportunidades de negocio y de generar sobrebeneficios, al mismo tiempo que refuerzan sus resortes de dominio sobre los trabajadores.