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Huelga general contra bares y restaurantes

Por Julio A. Suárez

 

No se trata de un problema puntual y localizado en este mes de Agosto del overmogolloning. Se trata del continuo y generalizado pésimo trato que reciben los clientes de la primera industria nacional. Y los mejores clientes de esa industria no son los turistas, sino nosotros, los de todos los días. Ante la incompetencia de los propietarios y la desidia de las administraciones públicas no nos queda más remedio a los clientes que convocar, como primer aviso, una huelga general de un día sin entrar en los establecimientos hosteleros.

No se puede consentir que el camarero/a trate a la baqueta al cliente, se haga el sordo y el ciego, no entienda el idioma, no sepa servir una consumición y etc., etc.

Si hay una cafetera, se vende café y, más aún, si el local se auto titula cafetería, algún empleado tiene que saber hacer un café y no, como ocurre, servir brebajes vomitivos. La leche es un líquido, no un espumarajo. Si se dan desayunos o meriendas, debe de haber bollería del día y no solamente sucedáneos embolsados. Una tostada no es un trozo de cartón y la mantequilla no puede estar ni congelada ni caducada.

Si el cliente pide una marca de vino, de refresco, de vermut o de licor determinada, no vale querer engañarle poniéndole otra porque les convenga más. Y al servirles, se debe de comprobar que copas y vasos están impecables y no llenos de carmín, dedazos y más rayados que un disco de los sesenta encontrado en la basura.

No se vale poner en el menú del día un plato de gancho para atraer clientes, decir que se terminó y sustituirlo por huevos cocidos con salsa de tomate.

No se admite la cocina fraudulenta y no se puede presentar como casero lo que es de lata o congelado. Lo de las patatas congeladas fritas es una vergüenza nacional y un timo. Las croquetas se hacen con besamel, no con zumaya. Y lo mismo vale para el pan, con el agravante de que te lo ponen sin pedirlo y te lo cobran aparte.

La carta debe de estar actualizada, no sólo en precios, sino en el contenido que en cada momento hay disponible: no es admisible poner cien platos diferentes y luego que solamente haya quince para servir. Y habría que especificar el contenido: la ración de gambas, ¿son doce?, ¿son diez?, ¿depende? ¿Y la de chuletillas de cordero?

La lista de agravios puede ser, como se ve, interminable, pero no se deben de dejar de mencionar dos de ellos: la bayeta y el retrete. Hay establecimientos que te apetece regalarles una docena de bayetas porque deben de llevar con la misma desde el día de la inauguración. Por otra parte, la bayeta no debería utilizarse como elemento de riego y arma disuasoria para echar al cliente de la barra o de la mesa. ¡Y qué decir del WC! A tenor del wáter, la cocina.

Por todo esto y por mucho más que no hay espacio para escribir pero que todo el mundo conoce, la primer huelga general del otoño debería ser la de un día sin entrar en bares, restaurantes y similares: ¡Defendamos nuestros derechos siempre y en todas partes!