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Oficina de Defensa del Anciano         Asturias Republicana
   
   


Imperdonable que entre las reivindicaciones históricas del feminismo de los años setenta no figurara que la mujer hiciera también el servicio militar

¡A jurar bandera!

Por Marcelino Laruelo.


A los tres o cuatro años, iba de la mano de mi padre por el Muelle, camino de la Comandancia. Saludábamos al marinero de plantón y subíamos al primer piso. Sacaba mi padre una libretilla blanca en la que le ponían un sello y nos íbamos. Pasar revista se llamaba el trámite y había que hacerlo una vez al año. Veinticuatro meses de mili hizo mi padre (quinta del 49), los seis últimos, en esa misma Comandancia de Marina de Gijón.

Por esas cosas que tiene la vida, este menda, que era (y soy) un rebelde con muchas causas, y que cuando entonces, niño de la rúa y de la playa, soñaba con ser navegante solitario en un barco velero, también tuvo que hacer la mili por Marina, pero ya ‘sólo’ dieciocho meses. Mi padre se ennovió con mi madre cuando estaba de marinero en la Comandancia y yo, en vez de largarme otra vez a Francia a ver a Tabarly o a escuchar a Paco Ibáñez en el Olympia de París y hablar de la revolución en la place de la Contrescarpe, dejé que me llevaran para Ferrol como a un pinín.

Somos un país folclórico, todos lo son un poco. Hay un auge de lo que la Sección Femenina de Falange denominaba “Coros y Danzas”. Y en ese permanente retorno al pasado, se ha puesto de moda el ‘remake’ de la ‘jura de bandera’ para público, en general. Queda muy bonito y es gratis, cosa muy importante la de la gratuidad, pues la racanería del personal llega hasta a no pagar las cuotas del partido…

En las dotaciones de las marinas del mundo siempre hubo rojos: el ‘Potemkin’, el ‘Aurora’… Hasta la Royal Navy tuvo su ‘Invergordon’. Aquí, según cuentan, en un tiempo “La Escuadra la mandan los cabos”. Unos cuantos cabos de marinería (rojos) estamos ahora pensando en formar un batallón con todas y todos las y los que se escaquearon de hacer la mili. Imperdonable que entre las reivindicaciones históricas del feminismo de los años setenta (nada que ver con el hembrismo anti-hombre de estos tiempos de confusión) no figurara que la mujer hiciera también el servicio militar. Discriminaciones machistas. Como en los tiempos del auto-stop: llevabas una hora en el arcén haciendo dedo y llegaba una guapita de cara con minifalda y enseñando cacha, se ponía detrás y el primer coche ya le paraba: ¡Y ni no es no ni le montaba la barrila por machista, claro! Sé de lo que hablo y de lo que callo.

A ese batallón mixto le vamos a poner a hacer un poco de instrucción en el ‘patíbulo’ del Campo Valdés. Y luego, para que suden un poco la camiseta, en formación hasta El Musel, a recibir al ‘Galicia’ el 4 de julio: ¡a ver si el comandante les permite subir a bordo a jurar bandera! Hay que llevarse bien con la Marina porque, “cuando lleguen los nuestros”, igual tenemos que mandar a este buque multitarea y de asalto anfibio a recoger el oro, no de Moscú, sino el de los cofres de la corrupción y el fraude escondido en los paraísos fiscales y otros islotes ‘off shore’.

No todo en la mili era malo. Era una experiencia igualitaria en la que unos tenían enchufe y otros no; unos no cobraban una perra y otros por llevar una estrella en la bocamanga tenían el buen sueldo de oficial (franquista). El Ajema estaba muy pendiente, cuando entonces, de si el ‘Dédalo’ salía de Rota con Comgeflot a bordo, de si el ‘Delfín’ hacía superficie o si un pesquero ruso andaba con sus antenas ‘pescando’ lo que pudiera por el mar de Alborán. Pero, ni del Ajema para arriba ni para abajo, sabiéndolo todos, a nadie le importaba un rábano que se robara y estafara con el rancho de la marinería (que es lo último) ni que se comiera mejor y más barato en el bar de oficiales que en la cantina de los marineros. Vamos, como lo del ERA con los ancianos indefensos. Nada nuevo bajo el sol. Un dato: en 1983, 169 chicos que hacían la mili perdieron la vida y 15.200 pasaron por los hospitales militares a consecuencia de accidentes en el servicio.

Por los años de ese servicio a la patria, ni cotizaron a la Seguridad Social ni lo computan para el cálculo de la pensión. No sé qué pensarán la patria y la bandera de tantos abusos, pero el nuevo Gobierno socialsanchista y su ‘socio preferente’ podrían intentar reparar el daño causado, que la memoria histórica no debe ser sólo cuestión de muertos, sino también de “vivos”. “Ruge, amenaza la ola…”.

PD.- ‘La memoria del viento’, de Cristóbal Serrán Ortiz. Es el diario de un marinero de la dotación del buque escuela ‘Juan Sebastián de Elcano’ en su primer viaje de circunnavegación (1928-1929). Profusamente ilustrado, se lee de un tirón.

La Tricolor. Breve historia de la bandera republicana. Por José Manuel Erbez.