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Laissez faire, laissez passer. Y nos estafer y se forrer.

Por Carmelo de Samalea.

 

Los que mandan en nuestras vidas e intereses, más allá del gobierno de un partido o de otro, y los que opinan, y los que juzgan y todos los que contribuyen a que a los grandes capitalistas les vaya cada vez mejor y acumulen beneficios sobre beneficios, se definen, en lo económico, como liberales que todo lo fían a los mecanismos del sacrosanto mercado.

Decía Galbraith, y lo decía en plena guerra fría, que la persona que más se le parecía a un directivo de un conglomerado industrial soviético era el ejecutivo de un trust norteamericano. Porque, en realidad, el “mercado” sólo existe para ese sector minoritario de la economía que son las tiendas, las pequeñas empresas, los autopatronos y, en no pocos casos, ni siquiera. Lo cierto es que ninguno de los fuertes hace una gran inversión fiándose de lo que cada día pudiera decir el “mercado”.

El gobierno, los gobiernos, cuando sube el pollo, realizan grandes importaciones para restablecer los precios, no vaya a ser que les joroben el IPC. Los grandes opinantes mediáticos están dispuestos a montar el cirio porque la barra de pan subió unos céntimos. Los juzgadores firman oficios y sentencias para enchironar a los robagallinas y a los subcosmonautas de los alunizajes (a propósito: de lo de la avioneta aquella llena de droga que se estrelló a unos metros de la finca del primer banquero del país, qué).

Al ciudadano corriente le están estafando todos los grandes y hasta el propio Estado, como lo demuestra el IVA y el cambio de la peseta al euro, por citar solamente lo más evidente. Las eléctricas, las telefónicas, los bancos, las constructoras, las automovilísticas, basta con ver su publicidad para darse cuenta, por poco perspicaz que uno sea, que en el mando de esas empresas predomina la filosofía, corregida y perfeccionada, del trilero. No ofrecen un servicio o un bien, sino un anzuelo en el que todo el mundo pica y queda enganchado para toda la vida.

¿Qué pasa con la gasolina y el gasoil? ¿Por qué los gobiernos no hacen nada? ¿Y los opinantes y los medias? ¿Y sus señorías togadas? Ninguna autoridad, democrática o no, de un país cualquiera podría aceptar lo que está ocurriendo. ¿Cómo se permite que todos los días, repito, todos los días, se modifiquen al alza (perdón por la redundancia) los precios de los combustibles en las gasolineras? ¿Por qué se tolera esa especulación cotidiana? ¿Por qué se permiten el oligopolio y los acuerdos en los pvp? Estoy seguro que un gobierno que no estuviera compinchado con las petroleras encontraría media docena de sitios de donde importar todo el petróleo que quisiera, no a mitad de precio, a la tercera parte. Sin olvidar que a ninguna de las grandes petroleras del país le cuesta el barril, ni de coña, lo que cada día cotiza en el mercado libre de hidrocarburos.

No nos olvidemos que lo que está ocurriendo ahora con gasóleos y gasolinas, es lo que quieren que ocurra, y ocurrirá, con la electricidad y el gas. Eso es lo que las compañías eléctricas y gasistas pretenden para cuando se liberalice el mercado aún más: que el precio del kilovatio y del metro cúbico del gas suba un día sí y otro también. Disculpas ya encontrarán, que para eso son muy “creativos”.