asturiasemanal.es
laboral ecología cultura opinión política etcétera
   
con tacto
   

El lobo de la lengua azul.

Por J. González Avín.

 

Si los lobos en vez de atacar al ganado que pasta en montes y majadas se dedicasen a morder los espejos retrovisores de los coches y a rayarles la carrocería, y si en lugar de matar ovejas se dedicasen a matar perros y gatos por pisos y chalets, haría ya mucho tiempo que la especie canis lupus hubiera desaparecido de la faz de la tierra.

Pero los pastores y la gente que se dedica a la ganadería están aprendiendo por propia experiencia desde hace ya unos cuantos años para acá que hay algo peor que el lobo. Una nueva especie que se ha reintroducido en las zonas rurales y causa más daños e infinitas más pérdidas que el lobo, el oso y el jabalí juntos. Se trata de la burocracia que, desde Bruselas hasta Oviedo, se ha adueñado del campo y lleva camino de terminar con la vida campesina, con pastores y ganado, con agricultores y cultivos.

Encuentro a Quico y a Severo en una majada de la Sierra de Cuera. Poco después se nos une Juan, que es más joven y permanece en silencio, asintiendo con la cabeza y tamborileando con la cachaba en el suelo. Están abatidos, desmoralizados. Quico me cuenta el proceso de la enfermedad en las ovejas: empiezan a cojear y se les hincha la lengua y no pueden comer ni beber. Vienen a morir al pie de la corralada y allí están tiradas, agonizando, un día o dos o tres. Y sin poder hacer nada. Por eso hablan de tirar la toalla, de liquidarlo todo y abandonar estas brañas y estas peñas.

Yo diría que a Quico, si no estuviera con nosotros, se le saltarían las lágrimas. Tiene setenta y cinco años y no salió del Cuera más que para hacer el servicio militar en Africa. Y al igual que Quico, también Severo y Juan llevan toda la vida criando ovejas. Es su trabajo, pero también su afición y su pasión. Nunca habían visto nada igual a lo que les está ocurriendo ahora.

A su saber y entender, no comprenden cómo en los tiempos que corren no existe un medicamento que pueda curar a sus ovejas de esta plaga mortífera de la lengua azul. Estarían dispuestos a pagarlo de su bolsillo. Cualquier cosa antes que tener que contemplar este desastre.

Con esa desconfianza propia de la gente del campo, que por algo será, tampoco ponen mucha fe en las vacunas. Es más, comentan de casos en otros rebaños de la zona en que ovejas ya vacunadas murieron de la enfermedad días después.

Me despido de los pastores y mientras bajo caminando del puerto, le voy dando vueltas a todo en la cabeza. Me doy cuenta de que es igual que cuando la catástrofe ganadera de las vacas locas. Entonces fueron piensos elaborados con cadáveres de ganado por gente desaprensiva que, como siempre, se aprovecharon de la ineptitud y el siesteo, sino complicidad, de la burocracia encargada de la vigilancia, de la inspección y del control.

A finales de 2007, se descubrieron los primeros casos de animales con la enfermedad de la lengua azul en Castropol y Colunga. Se trataba de unas vacas que habían comprado en Alemania. Se conoce que no encontraron ninguna que les gustase en las cercanías. También debe de ocurrir que los portes han de ser muy baratos. A lo mejor, hasta los subvencionan para favorecer el intercambio cultural bovino, que nunca se sabe. Nadie se ocupó de ejercer la vigilancia, ni la inspección ni el control a pesar de que se conocía la existencia de focos de la enfermedad en ese país, como también la aparición de casos en ovejas del País Vasco.

Como siempre, la ineficacia de la burocracia estuvo acompañada de la impunidad: ¿O es que en algún juzgado se está investigando lo que está ocurriendo? ¿O es que algún medio de comunicación ha hecho algo más que reproducir los comunicados y las declaraciones exculpatorias y de autobombo de los responsables de impedir que esto sucediera? ¿Se sabe de algún condenado o imputado por lo de las vacas locas?

Por todo ello, entre subvenciones y epidemias, los montes se quedan sin rebaños y sin pastores, y las erías y huertos se destinan a edificar viviendas para forasteros. Ahora que se dispone de tantos medios para dulcificarla, es cuando va a desaparecer la actividad agraria de nuestros pueblos. Leche de Francia, fabes de Méjico, manzanas de Chequia, cerezas de Chile, fresas de Huelva... Y aquí, televisor, naipe y paseos hasta el cementerio para no se anquilosar.