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El Museo de la Minería y la clase obrera

Por Samuel Zapico


La verdad es que nunca sentí gran curiosidad por visitar este Museo de la Minería. Ya se sabe que de todo se aprende y que el saber no ocupa lugar, pero para una persona como yo, que trabajó toda la vida en la mina y que es hijo y nieto de mineros, creo que se puede entender que el tema no me apasionase.

Pero el otro día, unos amigos que estaban de visita por Asturias, se empeñaron en conocer el Museo de la Minería y no tuve más remedio que acompañarles. Ellos salieron encantados y deshaciéndose en elogios al Museo. Yo, haciendo abstracción de lo que, en plan cursi, llamaríamos deformación profesional, no tanto.

Debe de hacer diez años, poco más o menos, que se inauguró el Museo de la Minería, situado próximo a El Entrego, en la cuenca del Nalón. Ya entonces a muchos nos llamó la atención el hecho de que para hacer un museo de la minería del carbón no se hubiera aprovechado una de las minas existentes y que no estaban en explotación. Se prefirió hacer un edificio nuevo que, a mi manera de ver, quedó muy bonito, y simular una galería minera, cuando a unos centeneras de metros del emplazamiento escogido para el museo se encuentra la histórica mina San Vicente, que fuera explotada directamente por el Sindicato Minero socialista antes de la dictadura de Franco.

Yo solamente les dije a mis amigos al entrar en el Museo de la Minería que Asturias es lo que es gracias (o por culpa) de la minería del carbón. Pero a la salida les tuve que remarcar que ni la minería asturiana del carbón se puede entender sin conocer la lucha sindical de los mineros ni la historia contemporánea de la región se puede explicar sin tener en cuenta el fuerte influjo de los sindicatos mineros en general y del SOMA, la UGT y el PSOE en particular.

Y si lo tuve que remarcar fue porque en todo el recorrido guiado por el museo no vi ninguna referencia a las luchas de los trabajadores y a sus sufrimientos: solamente media docena de fotos de grupos de trabajadores posando delante de la entrada al pozo. ¿Cómo es posible que esto ocurra, en cualquier parte, pero menos aquí? ¿Es que no merecen un lugar, y destacado, los hombres, las mujeres, los sindicatos y partidos, las banderas y estandartes que representan a todos los que generación tras generación lucharon dura y sacrificadamente por los derechos de los trabajadores, por la libertad, por mejorar las condiciones de vida y por todo lo que de noble y bueno debe tener la sociedad? ¿Es que las numerosas catástrofes mineras no merecen un lugar de recuerdo y homenaje a sus víctimas?

Me resulta extraño y deprimente ver y comprobar que en nuestro tiempo se sigue considerando que los únicos protagonistas de la historia son el empresario, el ingeniero y el potentado.