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El Musel Arena y la fiscalía ¿de cemento?

Por Carmelo de Samalea.


Un gobierno, cualquier gobierno, si se entera de que le han chuleado 250 millones de euros, no pondría el caso en manos de la Fiscalía Anticorrupción (riámonos de la redundancia), sino que mandaría a la Guardia Civil a incautarse de todo lo incautable y a echar el guante a los presuntos, que son todos.

Aquí, no. Aquí a los que detienen es a Morala y a Cándido por un cajetín que vale tres euros en los chinos.

Ahora, un vecino de Gijón, un punto de Bajovilla, un tipo sospechoso, ha denunciado ante el fiscal que se encarga de los crímenes contra el medio ambiente que los señores del Musel Arena están haciendo un cráter delante de la playa de San Lorenzo y que, si no los paran, acabarán sacando petróleo después de profundizar por debajo de las galerías de la mina La Camocha, que dicen que va bajo el mar. Mina de La Camocha donde también se tapó todo lo que hubo que tapar.

Ese tal Laruelo, que así se llama nuestro Eastwood sin Magnum, supongo, y afortunadamente, le ha escrito al fiscal De la Riva otra copla como la que unos meses antes le había dedicado al magistrado Pino, pero como dijo El Roto: “Busqué jueces y encontré funcionarios”. A los funcionarios judiciales no les gustan las coplas que les puedan dar trabajo, tan faltos de medios como andan, los pobres.

El fiscal Joaquín de la Riva se quejaba hace unas semanas de que los ayuntamientos denunciaban pocos delitos medioambientales. No consta que Luis Candelas pusiera tampoco ninguna denuncia en los juzgados. Esa suele ser la norma. Tiene ahora, el señor De la Riva, oportunidad de emplear su tiempo y sus conocimientos jurídicos y comprobar si el cráter de San Lorenzo y los 25 millones de metros cúbicos de arena que se están llevando para las sobrecostosas obras de El Musel son un delito ecológico o un intercambio de activos entre sociedades areneras legalmente constituidas.

Que se dé prisa no vaya a salir petróleo y se produzca un vertido. Claro que si eso ocurriera siempre podrían echar la culpa al Prestige y volver a meter en chirona a su capitán, Apostolos Mangouras.