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(ni) Nacionalizar la banca, (ni) repartir el trabajo.


Por Carmelo de Samalea.

 

La banca española y el propio Banco de España, sus dirigentes y magnates, tienen/tuvieron antecedentes penales y penosos, y en la actual crisis, su nefasta gestión, su negligencia, su aventurerismo y su mala fe deberían ser investigados por la fiscalía y enjuiciados por los tribunales. No tienen un pase.

Lejos de eso, el presidente del gobierno de la nación les recibe en La Moncloa y les promete miles y miles de millones de euros, ¿a cambio de qué?, a cambio de nada. Y todo ello en el ambiente de camaradería que se ha podido ver en las televisiones. Como si fueran unos amigos que se juntan a tomar una copa y hablar de fútbol: hoy, por ti; mañana, por mí.

¿Qué dicen los sindicatos y los sindicalistas de Banca y Bolsa? ¡Qué van a decir con los sueldos que ganan y jubilándose a los cincuenta años a cuenta del Inem y de los accionistas del banco o la caja de ahorros!

Además, esos señores que se han reunido varias veces con el presidente del gobierno no son dueños de ningún banco, pues, en el mejor de los casos, solamente tienen el dos por ciento de las acciones, y en el peor, el cero coma o nada. Y ellos y toda esa caterva de consejeros delegados, consejeros, gerentes y otros forrados similares tendrían que haber sido cesados ya, ignoran la palabra dimisión, como máximos responsables del desaguisado. Y retenerles el pasaporte mientras se investigan sus responsabilidades. Y al señor gobernador del Banco de España mandarle de cónsul (des) honorario a las Islas Caimán y al ministro de Economía a dormir la siesta a Doñana.

El gobierno del socialdemócrata Rodríguez Zapatero, tan complaciente y dadivoso con los plutócratas arriba citados, cuando se refiere al paro, que aumenta de cien mil en cien mil, mes a mes, se limita a proclamar que no va a haber recortes sociales. ¡Menudo consuelo para el que está sin trabajo y se le acaba el subsidio!

Por supuesto que no mencionan a Marx, pero es que tampoco han leído a Keynes ni a Roosevelt. Hay que sancionar duramente a las empresas en las que se hagan horas extras, hay que reducir la jornada y la semana laboral a siete horas diarias y cuatro días a la semana, y hay que jubilar a todos los que tengan treinta años cotizados o más de sesenta años de edad. ¡Se acaba el paro en un mes!

Dinero hay de sobra, y todo el mundo sabe donde está y de donde lo hay que sacar. No es la revolución, es la resolución lo que se le puede pedir y exigir a un gobierno socialdemócrata.

¡Habrá que esperar hasta que las jerarquías sindicales se tengan que apuntar también en el Inem!