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OTAN: ¿A quién beneficia el crimen?


Por Pierre Piccinin.
Legrandsoir.info

Los días 20 y 21 de Noviembre, los estados europeos miembros de la OTAN, se reunieron en Lisboa alrededor de su protector del otro lado del Atlántico y decidieron financiar la construcción de un “escudo antimisiles” encargado de proteger Europa de un eventual ataque nuclear, químico o biológico. Se trata, en una primera fase, de asegurar la detección y seguimiento de los misiles enemigos por medio de estaciones de observación. Estas últimas ya existen y nada más que habría que coordinarlas, lo que no supondrá grandes gastos. En una segunda fase, el objetivo sería destruir los misiles, antes de que alcanzasen sus objetivos, mediante el lanzamiento de contra-misiles. Y este sistema es el que costaría verdaderamente muy caro. Pero, ¿contra qué enemigo?

Este proyecto, concebido bajo la presidencia de George Bush jr., señalaba inicialmente a Rusia, que se mostró sorprendida y amenazó con relanzar su programa de armas nucleares si la OTAN persistía en la idea de desplegar este nuevo armamento. Este proyecto fue combatido por Barack Obama, que prometió suspenderlo si era elegido presidente. Sin embargo, ha ocurrido todo lo contrario y el nuevo presidente de los Estados Unidos ha revisado al alza los planes iniciales y ha reorientado el proyecto contra Irán.

Lo pregunto muy en serio, ¿este “escudo antimisiles” es realmente útil, es decir, prioritario, en tiempos de crisis económica grave? ¿Quién puede creer sinceramente que Rusia o, actualmente, Irán tendrían la intención de atacar a la Unión Europea?

Sin embargo, todos los miembros de la OTAN van a echar mano al bolsillo; y será de esta forma como varios millones de euros van a salir próximamente de los fondos públicos de la mayor parte de los estados europeos para ir a para a las cajas y cuentas de las sociedades privadas norteamericanas y mantener la industria armamentística estadounidense. Por lo que se refiere a Bélgica, le tocará poner la módica cantidad de tres millones y medio de euros.

Se comprende sin dificultad el interés del gobierno estadounidense en defender este vasto proyecto, sobretodo si se tiene en cuenta que la industria armamentística y las numerosas empresas que dependen de ella generan una parte muy importante del producto nacional bruto de los Estados Unidos: si la industria norteamericana dejara de producir armas, la economía estadounidense se hundiría irremediablemente.

Por contra, ¿qué es lo que van a ganar los estados europeos y sus contribuyentes que participaron en la financiación de este “escudo antimisiles”? ¿Qué recibirán a cambio? Después de una buena reflexión, parece que la respuesta es sencilla: nada. Curioso mercado de pega el que han aceptado los dirigentes de la UE...

Pero, más allá de este pequeño cálculo, es sobre la existencia misma de la OTAN sobre lo que hay que interrogarse: creada en 1949 para enfrentarse a la “amenaza soviética”, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, después de la caída del Muro de Berlín y el hundimiento de la URSS, no tiene ya, objetivamente, ninguna razón de ser. Peor aún: el mantenimiento de esta organización continúa manteniendo ligada la defensa europea a las estructuras militares estadounidenses e, incluso, en cierta medida, subordinadas. De forma que los ejércitos europeos sirven a veces de tropas auxiliares en las operaciones comandadas por el Pentágono, como en Afganistán, por ejemplo...

Así que, de nuevo, la pregunta molesta: ¿Qué esperan los jefes de estado de la UE para crear una fuerza de defensa europea que no dependa más que de la UE y que sea capaz de que la voz de Europa se oiga más firmemente en el mundo? ¿Para cuándo una “Europa europea”?

Charles De Gaulle no se había equivocado: “en el fondo, el hecho de que Europa, que no tiene una política propia, permaneciera sometida a la que le vendrá dada del otro lado del Atlántico parece, todavía hoy, normal y satisfactorio”. Cincuenta años más tarde, su conclusión sigue siendo válida.