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Oficina de Defensa del Anciano         Asturias Republicana
   
   


Desde 2011 para acá no ha habido en Gijón cambio alguno apreciable de signo positivo .
Otro año perdido

Por José Antonio Rodríguez Canal.
(2-1-2018)

 

El año recién estrenado se perfila, desde el punto de vista del municipio, como parte de un largo periodo preelectoral que culminará dentro de 17 meses y siete días, con la celebración de los comicios locales que en 2019 tendrán lugar el 9 de junio, a la vez que los del Parlamento Europeo. Que la campaña electoral está en marcha, o se intensifica, porque en la práctica nunca ha cesado, lo demuestra esa propuesta de la cabezalera regional del PP para que la alcaldesa de Gijón presente una cuestión de confianza, lo que cabe interpretar, por razones obvias, como una invitación al suicidio político, que la concernida, como es natural, no tiene intención alguna de aceptar. Esa proposición no puede ser tomada en serio, pero ayuda a definir la fútil ejecutoria de la corporación municipal gijonesa constituida en junio de 2015. Un desastre, sin paliativos, y no solo imputable al grupo político que gobierna el concejo, cuyo programa político de actuación parece resumirse, desde su acceso al poder en 2011, en seguir en el machito, pase lo que pase.

Porque, en realidad, el deterioro de la situación se inicia tras las elecciones de 2011. Desde entonces acá no ha habido en Gijón cambio alguno apreciable de signo positivo. Abundaron, sin embargo, las torpezas, los errores y las inhibiciones irresponsables ante problemas de gran repercusión en el municipio. Aquellos resultados electorales dieron la victoria al PSOE, 10 concejales, pero le pasó lo mismo que probablemente le pasará a Arrimadas con el Govern (y no le pasó, sin embargo, a Rajoy, que sigue en el Gobierno tras sus sucesivas mayorías relativas): la alcaldía fue para Foro, porque, sin ganar las elecciones, logró que sus nueve votos, con los cinco del PP, sumaran los 14 imprescindibles para asegurar la presidencia de la corporación municipal. Fue el comienzo de cuatro años de mandato con magros resultados, hasta el punto de que la relación de todos los aspectos plausibles de la gestión puede que quepa en menos de una cuartilla (enumerarlos es tarea que no encaja en este espacio, ya se encarga de hacerlo con profusión el aparato de agit-prop municipal).
En 2011 la oposición fue desalojada de los consejos de administración de las empresas municipales, decisión que dice poco en favor de los deseos de transparencia y del respeto a la representatividad otorgada por los votos populares. A la larga, la operación resultó un fiasco muy oneroso, con encargos de estudios a precios superlativos, costosos despidos improcedentes y denuncias sin fundamento que acabaron en varapalos judiciales. Pongamos que se habla de la Empresa Municipal de Aguas.
Las elecciones de 2015 dieron la victoria relativa a Foro, ocho concejales. Paradójicamente, quedó, pese a ello, en situación de inferioridad con respecto al periodo anterior, porque los tres votos de un PP en retroceso no bastaban para asegurar la alcaldía, dada la fragmentación que los comicios produjeron en la composición de la corporación municipal. El PSOE, siete concejales, pasó a ser la segunda fuerza política, justo castigo del electorado por su incompetente y perezosa actuación como principal partido de la oposición durante los cuatro años anteriores. Y en mayo de 2015 emergía por la siniestra una nueva formación, Xixón Sí Puede, con seis concejales, clave para conformar el reparto de poderes en el nuevo ayuntamiento. Pronto se vio que la novísima izquierda no tuvo inconveniente en que la alcaldía siguiese en manos conservadoras, pese a que podía pasar a poder de la izquierda si la versión local de Podemos sumara sus seis votos a los dos de IU y los siete del PSOE. El objetivo, sin embargo, era y es que no gobernara el PSOE, una fijación obsesiva, reflejo quizás de un inexplicado ajuste de cuentas a escala gijonesa, ajena a los intereses generales del municipio, basada en argumentos peregrinos que no se tienen en pie y perfeccionada con el tacto de codos o el chalaneo bajo la mesa, con el efecto incuestionable de la permanencia de Foro en la alcaldía, cueste lo que cueste.
Xixón Sí Puede ha resultado ser un tigre de papel para Carmen Moriyón, cuya gestión tiene su hito más relevante en la contribución a retrasar la construcción de la estación intermodal por el capricho de acercar al Humedal unos 300 metros el emplazamiento previsto. Las consecuencias de esta ocurrencia de la alcaldesa y su equipo son que hoy, 2 de enero de 2018, no está definido siquiera en qué va a consistir la operación ferroviaria de Gijón (incluido el futuro del túnel que hasta ahora termina no en Viesques, sino en Bernueces, en medio de la nada, a 400 metros en línea recta de las viviendas más cercanas) ni está en marcha la elaboración del nuevo plan urbanístico correspondiente, mientras se ignora olímpicamente que sigue en vigor desde hace más de ocho años el plan que complementa el proyecto de estación que diseñó Jerónimo Junquera, ganador del concurso internacional en el que participaron primeros espadas de la arquitectura mundial. Se adujo la carencia de financiación, desde 2011 en adelante, con el PP en el Ejecutivo central, como causa para no emprender las obras. Lo cuartos aparecieron, sin embargo, en cuanto un ministro de Fomento, el actual, que lo es desde el 4 de noviembre de 2016, se lo ha propuesto. Pero se trata de financiación sin plazos, sin constancia en el Boletín Oficial del Estado, solo promesas ministeriales, como las de su plan ferroviario de cercanías de Asturias 2017-2022, que el negociado de propaganda del ramo ha distribuido anteayer, el último día del primer año de ese plan, circunstancia que lo hace poco creíble y lleva a pensar que, por ahora, solo existe en las buenas intenciones del ministro, de acreditada capacidad persuasiva, hipnótica, en sus relaciones con las autoridades regionales y locales. En esta situación ha terminado otro año, otro año perdido. Van seis y medio. Nadie parece preocupado, a nadie le ha dado por tirarse a la mar desde l’Atalaya. No pasa nada. Gijón lo resiste todo. Gijón incombustible.