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Oficina de Defensa del Anciano         Asturias Republicana
   
   


En Gijón, los grandes generadores de basura son los hípers, los súpers y la hostelería. Pero, claro, ante los gigantes del “usar y tirar” nuestros munícipes, sean del partido que sean, prefieren mirar para otro lado
Que reciclen los paganos


Por Marcelino Laruelo.


Una cosa es gobernar y otra mangonear. Una cosa es un ciudadano y otra cosa es una marioneta. Los mandamases, en general, y los de esta ciudad en particular, lo que quieren es que el pueblo vaya por donde ellos digan, hagan lo que ellos manden y, luego, no dar cuentas a nadie.

Como dicen en su argot: “ahora toca” reciclaje. Resulta que somos nosotros, el pueblo, los que estamos destruyendo el planeta, no los gobiernos con sus designios y diseños, no este sistema económico amoral y suicida, sino el pueblo. Y como todo es culpa del ciudadano, ¡a por él! Dicen los barandas de la cosa que lo llenamos todo de basura, que generamos mucha basura y que nos la van a medir, pesar e inspeccionar, y hasta controlar las veces que abrimos el contenedor, a qué hora y qué sexo. Se proponen tarjetas basuriles y bolsas con código de barras. ¡Ni Franco, ni Stalin, ni la Stasi, ni la CIA llegaron a tanto! Tal parece que hemos pasado del 15M de la primavera y la esperanza, al 15N de la necedad.

Vamos a ver: Cuando en 1979 hubo las primeras elecciones municipales libres después de 40 años, el ayuntamiento de Gijón se encontró con que las basuras se amontonaban en las calles porque no había a dónde llevarlas. Caos y emergencia. Se formaban convoyes de camiones escoltados por la guardia civil que salían de madrugada a depositar la basura en lugares clandestinos, donde ya los estaban esperando los aldeanos con la pala de dientes y la escopeta. ¡Hasta que apareció un lugar de Serín! Pero como esta ciudad no sabe darse a valer, lo que empezó siendo un vertedero para Gijón, se amplió para incluir la basura de los concejos vecinos e incluso se aceptó la de Oviedo, que ya es ser tolerante, aunque luego el alcalde no venga a la Feria. Todavía más: el vertedero gijonés de Serín se acabó convirtiendo en el basurero de toda Asturias y hasta, ocasionalmente, de provincias limítrofes. Y admitiendo residuos industriales. ¿Para qué iba el gobierno regional a ponerse a buscar otros emplazamientos comarcales si los de Gijón tragamos con todo? Un despropósito. Ya que nadie lo dice, quede constancia aquí que traer la basura hasta desde los límites con Cantabria y Lugo no es ni racional, ni económica ni ecológicamente admisible. Y ahora: ¿se van a aplicar en todos los pueblos y aldeas de Asturias las mismas medidas recicladoras y de control basuril que se proponen en Gijón? ¡Tararí, que te vi!

En Gijón, los grandes generadores de basura son los hípers, los súpers y la hostelería. Pero, claro, ante los gigantes del “usar y tirar” nuestros munícipes, sean del partido que sean, prefieren mirar para otro lado. Pero es ahí donde hay que incidir y por donde hay que empezar. Fomentar el granel frente al envasado. Que pongan más empleados para atender a los clientes y menos bandejitas y plásticos. Y responsabilizar a los súpers y a los hípers de la supresión de toda esa basura que nos obligan a comprar y, luego, a separar y reciclar. ¿Qué pasaría si a la salida les dejáramos allí todos los plásticos y cartones que no nos interesan para que los reciclasen ellos? En la hostelería hay mucho que hacer: se podría empezar por no autorizar en los bares las bebidas en envases de plástico y controlar que todos los de vidrio se reutilicen treinta o cien veces. Si se hace con la sidra, ¿por qué no se va a poder hacer con el vino, la cerveza y los refrescos? Lo ecológico no es tirar para “reciclar”, sino reutilizar, como hacíamos en tiempo de nuestros abuelos/as.

Aquí, en lugar de reutilizar los contenedores urbanos, se cambia de modelo cada equis años aunque los anteriores estén nuevos. Y como parece “que lo dan los matos”, hay mucho interés en gastar en “inventos” para eliminar puestos de trabajo. No hablemos ya de la contaminación acústica de máquinas cada vez más ruidosas (y peligrosas), ni de horarios de baldeo (con agua de consumo) ni de la utilización de “sopladores” para barrer (y aventar microbios) que horrorizarían a cualquier abuela.

Oigo en uno de los “partes” televisivos a una “autoridad” repetir la tan manida como hipócrita frase de que “el que contamina, paga”. ¿Cuánto pagará esa autoridad por tener la depuradora de la zona este parada y contaminar el Cantábrico? ¿Cuánto les irán a cobrar por no reciclar a los que dejan la playa y el prau de la fiesta hecho un gochizal?
Como diría mi güelu: el Sporting en segunda y el Ayuntamiento, de tercera. (Y no me olvido de la fuente del Carmen ni de los ocalitos, seres vivos beneficiosos, del monte Deva).